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Venías muy vigorosa y turgente a soltar tu chapa habitual. Habitual entre amigas que te soportan, amigas de amigas, colegas, conocidas o advenidas en encuentros casuales, cervezas pre o post inauguraciones, ponencias, talleres, performances, visitas o activaciones. Momentos varios de socialización que, sin embargo, a ti te generan una falsa sensación de comunidad, tan extraña como incómoda. Momentos donde observas –miras de soslayo–, compruebas quién lleva la tote bag del centro de arte más guay, discutes de pasada un tema candente de la actualidad política y tratas de pillar al vuelo quien cite la autora más complicada o desconocida. ¿Con qué estás ahora? ¿Qué harás después? Conversaciones para la socialización de investigaciones, agendas, convocatorias y demás vectores y ramificaciones del proyectoceno [1]Esta y otras chanzas –ceno se las tomo prestadas a Sonia Fernández Pan. del arte. Las conoces bien. Las padeces más bien. Momentos de atomización que congrega el arte. En ellos, el tema sobrevuela. O se desplaza bajo el radar. En febril latencia y corrosiva soledad. El temita de siempre. El temazo de siempre. Vibrando en sincronía con los devenires del capitalismo global y constante en su dimensión paradojal como motor rítmico precarizador de un contexto como el cultural. Antes no te hubieras atrevido, pero ya no puedes más. Estás harta. Tan pronto sientes que te ahogas como que vas a reventar. Si no aparece, serás tú quien lo haga aparecer. Literalmente. Materialmente. Ahí va: ¿Cuánto pagas por el taller? ¿Y cuánto es el alquiler de tu casa? ¿Cuánto ganas por esas clases? ¿Tienes ayuda? ¿Quién te ayuda? ¿Cómo conseguiste esa beca? ¿Quién te financia la tesis? ¿Cuánto te pagan de honorarios? ¿Cómo llegas a fin de mes? ¿Cómo narices lo haces?
Y aquí viene: ¡Ay, tía! ¡Ya te vale! ¡Cómo preguntas eso! ¡A ti qué te importa! Eres una pesada. Aburres. Incomodas a la gente. ¿No te das cuenta que de dinero está feo hablar? Y ¡por qué te cabreas tanto! ¡Qué más te da! Además, ¡mírate, no te va tan mal! Siempre tan mona y arregladita. Y ¡aquí estás!
Cuando empezaste a presentarte a convocatorias tenías permanentemente la sensación de que iban a considerarte una impostora, una intrusa que se creía autorizada para llevar a cabo determinadas actividades, entrar en determinadas zonas o enunciar determinados discursos. Aún hoy, sigues dudando de tu propia voz, incluso cuando recoges –o te escondes tras– las de autoras y teóricas, y continúas pasando por la vergüenza de no contar con las herramientas que dan a las personas que han recibido una educación académica un aire elaborado, armado, mientras que tú te las ves y te las deseas para encontrar las palabras con las cuales ordenar tus pensamientos. Y cuando las encuentras, las palabras parecen no ser lo suficientemente buenas. “¿Cómo pueden las palabras no ser suficientemente buenas?”, se preguntaba Maggie Nelson. “Las palabras cambian según quién las diga, contra eso no hay cura» [3]Maggie Nelson, Los argonautas, 2015..
Curas, cuidados, afectos. ¡Y no te olvides de ti misma! El capitalismo alienta –si no obliga– a sus sujetos a ignorar sus propias necesidades. Ninguna novedad. La producción de conocimiento y de tecnología se despliega en un espacio corporativo privatizado, desconectado de las necesidades de cuerpos y cerebros, que solo responde a las exigencias económicas de la maximización de ganancias, a lo largo de una jornada laboral sin principio ni fin. No es casual que Audre Lorde comprendiera la “autopreservación”[4]Audre, Lorde, A Burst of Light como un acto de guerra política y que gran parte del trabajo discursivo sobre cómo el cuidado es una parte crítica del compromiso radical sostenido haya sido realizado principalmente por personas de comunidades subalternas, que experimentan una discriminación que aumenta drásticamente las desigualdades estructurales del capitalismo. También acudes a la teoría marxista siempre que puedes. A veces, atiendes a conceptos viejunos como el de “alienación” o “fetichismo”, pero al que recurres con mayor asiduidad es el de “subsunción”. ¡Cómo te gusta la palabrita! No por ello, dejas de comprobar con estupor cómo las teorías de Audre Lorde y de otras autoras que te alumbran y abrazan se han reducido a consejos de estilo de vida para una era de expectativas disminuidas donde el cuidado y el autocuidado se despliegan por todas partes y se emplean para inyectar una apariencia de “radicalidad” a cualquier actividad, para vender productos y para justificar el desmantelamiento de infraestructuras públicas de atención médica o social. Una epítome posible: Isabel Díaz Ayuso apelando.[5]https://twitter.com/idiazayuso/status/1473656496965697542 a la cultura del autocuidado como respuesta institucional para aminorar los efectos de la crisis sanitaria producidos por el Covid.
Si para las curas de las curas no hay cura, menos la vislumbras para lo que vienes a llamar “realismo artístico”. Estás parafraseando obviamente a Mark Fisher y su realismo capitalista para referirte al hostigamiento u obstinación de los imaginarios culturales, a pesar de –o precisamente por– las revisiones y actualizaciones sociotécnicas del trabajo cultural. El realismo artístico sirve para nombrar el fenómeno por el cual el trabajo aislado, individualizado y precarizado –y el concomitante proceso de privatización y precarización– se vuelve tan aceptado y común que es casi imposible imaginar el trabajo cultural de otra manera. Y que esto ocurra a pesar de las experiencias, presiones y dificultades compartidas que acompañan al trabajo cultural tal como está organizado actualmente solo sirve para abundar en ello de manera más profunda, lacerante, enfermiza y dolorosa. Bajo esta “atmósfera generalizada”, la separación estructural de la economía pública y de la economía privada del arte se reafirma y se ensancha coincidente y constantemente.
Vuelves de pasar unos días de vacaciones en la Costa Brava en casa de unas amigas de una amiga. Las amigas de tu amiga son directora y productora de cine, respectivamente. Planean hacer una película juntas localizada en l’Empordà. Les interesa contar la historia de una mujer que trabaja en un manzanal. La madre de otra amiga que también es amiga de estas amigas trabaja recolectando manzanas en l’Empordà para una cooperativa de zumos. No sabes cómo, pero todo aquello te hace recordar aquel libro de Tom Wolfe sobre la “izquierda exquisita”, donde retratara a la clase alta neoyorquina que convocaba a las Black Panthers en una mansión de la Quinta Avenida. De Nueva York, cruzas de vuelta a Barcelona y wikipeas buscándole las costuras a la “gauche divine” catalana y su fascinación por el imaginario obrero de los 70. “La actitud de la civilización europeo-occidental hacia las formas culturales del mundo popular subalterno, es decir, de los pueblos coloniales y del proletariado obrero y campesino de las naciones hegemónicas, refleja del modo más crudo las necesidades, los intereses y la completa limitación humanista de la clase dominante: la burguesía”[6]Ernesto de Martino, En torno a una historia del mundo popular subalterno, 1949.. No puedes dejar de teclear esta frase entera de De Martino. Relees en diagonal algunas Cartas luteranas de tu venerado Pasolini y bajas de la estantería la antología de Gramsci. ¡A estas alturas! ¡Ay tía, eres realmente pesada!
La asumida precariedad laboral. La consabida feminización de la pobreza. La insistente división entre el trabajo productivo y el reproductivo. O –en triple pirueta– el trabajo reproductivo sometido a producir capital simbólico. La segregación vertical y horizontal del mercado laboral. El edadismo adanista. Las brechas salariales y los precipicios infraestructurales. Conjugas las viejas y las nuevas formas del régimen capitalista heteropatriarcal. Formas generales y específicas de desigualdad, conectadas por unas condiciones de vulnerabilidad que se ocultan y te aíslan detrás de la pantalla. La depresión y el estrés son la otra cara de las “mujeres unidimensionales” de las que escribiera Nina Power, en la estela marcusiana [8]Herbert Marcuse publicó en 1964 El hombre unidimensional, donde ponía el foco en la función crucial del trabajo intelectual ya no como fuerza emancipatoria, sino una herramienta para el control y … Continue reading de un texto ya casi histórico en el que revistaba las aportaciones de Cristina Morini y Paolo Virno en torno a la feminización del trabajo en el capitalismo cognitivo. También piensas en la descorporeizada Sibila de Remedios Zafra [9]Remedios Zafra, El entusiasmo, 2017. Imágenes conceptuales para cuerpos materiales. Personas explotadas y autoexplotadas, de quienes se espera que no decepcionen al contexto, no decepcionándose a sí mismas, no mostrando la suficiente dedicación, disponibilidad o complacencia. No te quejes tanto, ¡trabajas en arte!Un sistema alimentado por el entusiasmo y el pago inmaterial, que promueve la resignación y se sustenta en la idealización de las prácticas vocacionales, afectivas, de cuidados y de generosidad. Creas, programas, prosumes, tecleas [10]Remedios Zafra, (h)adas: Mujeres que crean, programan, prosumen, teclean, 2013. El prosumo –combinación de producción y consumo– funciona como eufemismo digital para enmascarar el trabajo no remunerado imprescindible para el funcionamiento de la maquinaria cultural. Eres objeto y sujeto de consumo en una nueva economía libidinal de artistas-robots/robots-artistas, siempre visibles, monotorizables y fotografiables. No te queda claro si debes envidiarlas, admirarlas o compadecerlas. Esta pulsión es una manera muy rentable de producir una angustia que al mismo tiempo generará un frenesí que te llevará a satisfacer las demandas incoherentes que te acerquen a la promesa de tu “carrera”. La carrera, ese campo semántico aspiracional que funciona como “anestésico sofocante”[11]Sara Ahmed, La promesa de la felicidad, 2019. Y ya sabes: la felicidad y la alegría –o la ambición condescendiente– puntúan doble en las economías materiales y simbólicas del arte. Pero tú, que venías tan vigorosa y turgente intentando ser “una trabajadora cultural alegre”, acabaste acabando contigo convertida en meme.
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Este texto iba a terminar así; pero antes de su cierre aparecieron dos gestos.
El primero, Marc Vives nadando cada día en la playa. A él volviste a través de un podcast reciente en Ràdio Web MACBA. Partiendo de la certeza de que vivir del arte es imposible, Marc habla de dinero, de miseria material y emocional, de estar perdido, de la visibilidad y la invisibilidad, de descascarar la pintura del suelo de una galería, de nervios, de maneras de mantenerse a flote cuando no haces pie.
El segundo, el correr y descorrer de una cortina, en coreografía solitaria sin fin, en Una película sin ninguna intención. Después de Chantal Akerman, de Cabello/Carceller en la galería de Elba Benítez de Madrid. En la hoja de sala, recuperan este frase de Hannah Arendt: “La vida es un proceso que en todas partes consume lo durable, lo desgasta, lo hace desaparecer, hasta que finalmente la materia muerta, resultado de pequeños, singulares y cíclicos procesos de la vida, retorna al total y gigantesco círculo de la propia naturaleza, en el que no existe comienzo ni fin y donde todas las cosas naturales giran en inmutable e inmortal repetición”.
Se trata de dos gestos, dos impasses, que vienen-con otros –unos y otros, unos con otros– que aparecen y te permiten aparecer. Consigues tomar aire y seguir hacia adelante. Sendas negociaciones errantes y en tránsito permanente, tan profusas de heridas como de implacables asaltos de placer. Gestos de aparente sencillez, cargados de intimidad y hospitalidad que te ponen contacto y tensión, a golpe de bandazo o esquinazo. Y recuerdas que después de todo, y antes que nada, el arte se constituye a base de ensayar estos otros gestos; maniobras y huecos de intervención y experimentación en las zonas menos densas de su inscripción. En los modos hacer hechos a fuerza de la obstinación, del acecho y una feroz pulsión por el derrumbe, por la decepción, que apenas son un rasguño, un roce, una mordedura. Prácticas que ponen el cuerpo en el corazón de la pregunta por el propio hacer. Se trata de un trabajo fundado en las distancias, en un estar en el presente, el gesto a la mano, la habilidad para habitar un tiempo discontinuo, para desencadenar procesos de desidentificación para trabajar encima, con, y en contra de una forma/norma cultural. Interrupciones abiertas donde se te destapa otra relación con el mundo: otra vulnerabilidad y otra implicación. La posibilidad de tocar y ser tocados por el mundo. La condición de toda posibilidad de intervención para disputar las relaciones de poder que se encuentran en el corazón de la producción de sujetos y objetos de este mundo siempre en reconfiguración. Te agarras a estos gestos que te hacen sentir que podríamos hacerlo de otro modo y que –de hecho– podemos hacerlo.
*Estas notas siguen a otras y seguirán a otras. Siguen a unas notas que fueron escritas en voz alta, de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro. Notas a modo de resonancias que se escriben entre el texto y su voz, entre un texto y sus múltiples voces. Voces que se escabullen entre distintos tonos para cimbrear los significados de las palabras. Voces que se recomponen en sus silencios, sus elipsis y las palabras que no dicen.
↑1 | Esta y otras chanzas –ceno se las tomo prestadas a Sonia Fernández Pan. |
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↑2 | Aquí retomo y reformulo desde la matriz de clase la noción “black excellence” que se refiere al desproporcionadamente alto nivel de logro o habilidad que individual o colectivamente han de alcanzar las personas negras para ocupar espacios de visibilidad. |
↑3 | Maggie Nelson, Los argonautas, 2015. |
↑4 | Audre, Lorde, A Burst of Light |
↑5 | https://twitter.com/idiazayuso/status/1473656496965697542 |
↑6 | Ernesto de Martino, En torno a una historia del mundo popular subalterno, 1949. |
↑7 | Tomado prestado de Choyarchischa – memesdelartisteo. Artistas precarixs haciendo memes |
↑8 | Herbert Marcuse publicó en 1964 El hombre unidimensional, donde ponía el foco en la función crucial del trabajo intelectual ya no como fuerza emancipatoria, sino una herramienta para el control y la dominación. La tecnología pasa a ocupar el lugar del terror en la organización del control social, y el hombre deviene unidimensional. |
↑9 | Remedios Zafra, El entusiasmo, 2017 |
↑10 | Remedios Zafra, (h)adas: Mujeres que crean, programan, prosumen, teclean, 2013 |
↑11 | Sara Ahmed, La promesa de la felicidad, 2019 |
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)