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Comisariar, la palabra extendida

Magazine

07 octubre 2009

Comisariar, la palabra extendida

Hace tan solo unos días, el New York Times publicó el artículo “On the tip of creating tongues” (En la punta de la creación de lenguas). El artículo nos advierte que el término curate/comisariar se ha convertido en una palabra codificada de moda para ser utilizada en cualquier tipo de actividad que implique seleccionar. Hoy en día las tiendas de ropa tienen una espacio comisariado, en donde tanto la ropa como todo el escenario estan en venta, la frutera comisaría sus frutas para el consumidor, la discoteca comisaría su música cada noche, etc. ¿Tiene esta extensión alguna relevancia en el arte contemporáneo?


En los últimos 30 años la figura del comisario ha cambiado significativamente. Anteriormente, se interpretaba al comisario como una figura estática que generalmente operaba dentro de los limites de la institución. El comisario era tanto alguien que tenía conocimiento de historia como alguien que se desenvolvía en el mundo del arte dando opiniones a través del lenguaje de la exhibición. Desde entonces y gradualmente la figura ha cambiado hacia alguien que está mucho más en activo en la escena, con una rol político y creativo en la producción, mediación y diseminación del arte.

No es hasta los 90 que la palabra comisariar entra en el sistema del arte. Kate Fowel, en su texto “Who cares? Understanding the rol of the curator today”, nos propone una manera de entender el comisariado a través de un texto de Rosalind Krauss “scupltures in the expanded field” publicado en la revista October 1979, como respuesta a las nuevas formas de practicas artísticas que estaban siendo reconocidas en ese momento.

Krauss escribe: “En los 10 últimos años, cosas sorprendentes se llaman ahora esculturas: corredores estrechos con monitores de T.V. al final, fotografías de gran escala documentando excursiones en la montaña, espejos con ángulos extraños en cuartos ordinarios, líneas temporales grabadas en el suelo de un desierto. Nada, al parece, podría haber dado la vía a esa abigarrada de esfuerzos al derecho de reclamar lo que uno podría decir con la categoría de escultura. A menos que la categoría pueda convertirse en algo infinitamente moldeable”

Fowel propone cambiar la palabra de escultura por la de exhibición, siendo así una manera de comentar las nuevas formas de comisariado. De esta manera podemos establecer que comisariar exhibiciones de arte contemporáneo no solo tratan con una presentación expandida de la noción de arte, sino que también expanden los parámetros espaciales a terrenos conceptuales y virtuales, además de experimentar con el rol de lo público en la determinación de un proyecto.

Es así, que actualmente el comisariado puede tomar diferentes modelos y formas, eliminando como único foco o resultado la exhibición convencional. Se habla de diferentes términos que podrían acompañar la palabra comisariar tratando de ilustrar este cambio, como por ejemplo: mediador, colaborador, proveedor de plataformas, agitador cultural negociador, etc. Todas estas términos son intentos de analizar que el comisario no es, sino lo que hace. Es el comisario el que debe mediar entre diferentes mundos, el de la obra de arte, el artista, el del espacio de exhibición y el público. Es así que el comisario está “atrapado” en una serie de puntos medio que son difícil de definir. Hay muchísimos modos de comisariar, no hay una forma maestra.

No obstante, aparte de todas las mediaciones y negociaciones que el comisario asume a la hora de realizar proyectos. Quiero recalcar, y así alejar todas estas ideas de que el comisariado es solo una forma de expresión creativa o un agente que selecciona, existe una trabajo “invisible” absolutamente necesario e inevitable en la práctica comisarial que es la investigación: con esto quiero decir que el comisario se dedique directamente con el arte y artistas, que haga visitas a estudios, que lea, que viaje, que se movilice. Es decir, en las palabras de Andrew Renton “estar atento a donde la práctica artística pueda ir, sin saber a donde”. Es, tal vez, ir a la velocidad del arte la razón que impida que la práctica se defina de un solo modo. El comisario entonces es una figura inestable, moldeable, dinámica. ¿Asistimos a la la artistización del comisario? ¿Dónde está la línea que divide estas dos disciplinas?

Sin duda son dos prácticas diferentes con muchos lugares en común, la práctica comisarial y la práctica artística se expanden y se comprimen continuamente. De acuerdo con Dave Beech, el comisario “ocupa diferentes estructuras diferentemente”, es una cuestión de transformar el comisario “infectándolo” con lo que es ajeno al comisario. El artista a su vez, adopta el rol del comisario, utilizando modelos y estrategias de exhibición como parte de su práctica creativa. Por lo tanto, en algunas ocasiones la línea que divide entre las dos disciplinas es una cuestión de identidad, donde se posicionan y se presentan, como artista o como comisario.

Ahora, volviendo al artículo de New York times, ¿Tiene alguna importancia? Me atrevería decir que dentro del marco del arte contemporáneo: ninguna. Aunque, siempre puede haber algún que otro despistado que caiga en la trampa.

Manuela se ha centrado en la creación de espacios para la investigación, producción y exhibición, y considera la colaboración como parte integral de su práctica. En el 2010 inicia Rivet, una oficina curatorial que se activa a partir de lo que emerge en la producción artística y estudia formas de desestabilizar la relación objeto-sujeto como estructura fundamental de la experiencia. En 2014 inaugura Zarigüeya/Alabado Contemporáneo, un proyecto que activa relaciones entre el arte contemporáneo y la colección de arte precolombino de la Casa del Alabado en Quito Ecuador, entre otros. Manuela fue la fundadora y dirigió el espacio independiente los29enchufes en Madrid entre 2001 y 2009 y actualmente es la curadora del Museo Tamayo en México.

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