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Cuatro cuentos de terror en Slow Action

Magazine

23 enero 2017
Tema del Mes: Fenómenos extraños
a) fotograma de la película

Cuatro cuentos de terror en Slow Action

Life on the Society Islands is particularly novelistic”[[(La vida en las islas de la Sociedad es especialmente novelística)]], comenta la voz en off al explicar cómo en el archipiélago Hiva el relato constituye un elemento esencial, ya que su sociedad y forma de vida están sujetas constantemente a la posibilidad de cambio guiado por la construcción de nuevas narraciones. Hiva (the Society Islands), junto con Eleven, Kanzennashima y Somerset, es uno de los cuatro extraños parajes que presenta la película de Ben Rivers, Slow Action (2011). Un pequeño atlas de lugares y estructuras sociales, definidas como utópicas, que son presentadas en capítulos por una narradora y un narrador, cuyos relatos recorren un compendio de tomas cortas que construyen inquietantes visiones de cada caso de estudio.

Las descripciones que esas voces realizan de los lugares y sus sociedades no siguen un patrón concreto. Cada una de ellas establece una exposición particular, explicando sus formas de vida, costumbres, condiciones climáticas, etc. Sin embargo, todas cuentan con el halo de extrañamiento de los clásicos de la ciencia ficción, al tiempo que emplean planteamientos que responden más bien a una visión etnográfica de comunidades y espacios desconocidos, estructurada a partir de un corpus de conocimiento centrado en los saberes de una “Great Encyclopedia”, las observaciones de “the curator” y orientado por las coordenadas de “the Quinnian’s compass”. En esas descripciones científico-ficticias cada palabra extraída del propio idioma abre una grieta a la imaginación de otras tipologías de lo designado. Con un análisis frío y pretendidamente objetivo, estos misteriosos informes presentan unas nuevas islas Utopía ni deseables ni totalmente negativas, sino enigmáticas y evocadoras, a partir de grabaciones que tampoco ofrecen imágenes concretas de esas sociedades, únicamente estímulos visuales y datos aislados que favorecen construcciones mentales. Esta combinación de texto, imagen y sonido construye así un reportaje monstruoso, en su acepción de anómalo y desviado, a través de un montaje basado en la deformación del registro visual.

b) fotograma de la película

En un cuento escrito por Hazel Heald y H.P. Lovecraft la trama transcurre en un museo de cera en Londres, el Museo Rogers. El tal Rogers es un antiguo empleado de Madame Tussaud y su colección particular cuenta, además de con los protagonistas de los más célebres relatos macabros occidentales del siglo XIX, mutilados de guerra y demás, con un amplio catálogo de figuras mitológicas, entre las que destacan aquellas de procedencia oscura: “el negro e informe Tsathoggua, Cthulhu, el de los múltiples tentáculos, el proboscídeo Chaugnar Faugn, y otras blasfemias rumoreadas en libros prohibidos como el Necronomicón, el Libro de Einbon o el Unaussprechlichen Kulten de von Junzt”[[ H.P. Lovecraft y Hazel Heald, “Horror en el Museo”, en Horror en el museo y otras colaboraciones, Caralt, Barcelona, 1978 (publicado por primera vez en la revista Weird Tales en 1932).]]. Hacia la mitad del relato, se descubre que esas figuras que Stephen Jones, protagonista del cuento y visitante asiduo del museo, atribuye a la imaginación e incluso genialidad del autor, son en realidad generadas a partir de seres humanos y animales reales que Rogers ofrece a una extraña deidad y gracias a la cera caliente convierte, lo que queda de ellos, en efigies. No son figuras moldeadas, sino seres y objetos procedentes de los viajes de Rogers que gracias a la cera son conservados bajo un halo de ficción. Lo que al principio del cuento aparece como representación se convierte así en pura transformación; resulta que la ficción en esas imágenes terroríficas no deriva de un proceso de invención sino de deformación de lo real. Aunque sin sacrificios rituales de por medio, las ficciones que plantea Slow Action proceden también de un proceso de manipulación. En esta película Ben Rivers genera una ficción especulativa construida a través de la manipulación visual y semántica de imágenes documentales. Así establece, mediante técnicas cinematográficas antiguas y el proceso de montaje, escenas monstruosas de formas utópicas que no responden a los imaginarios convencionales de la ciencia ficción.

En una entrevista, Ben Rivers explica cómo trabajó para esta película con el escritor de ciencia ficción Mark von Schlegell. Comenta que inicialmente pretendía utilizar textos preexistentes de la literatura victoriana (lo que le hubiera dado un rollito steampunk, que me hubiese encantado ver cómo resolvía), pero finalmente decidió trabajar con textos nuevos, para lo que buscó esta colaboración. A von Schlegell le encargó entonces cuatro relatos para cuatro islas y, mientras los escribía, Rivers realizó el conjunto de la grabaciones en varias islas, sin guión, sin saber exactamente qué texto las acompañarían. El material de montaje fueron las tomas grabadas en los volcánicos y desérticos paisajes de Lanzarote, en Gunkanjima, una ciudad abandonada construida en una roca en la costa de Nagasaki (Japón), y Tuvalu en el Pacífico, uno de los países más pequeños del mundo. A estos registros originales, Rivers añade imágenes y sonidos coleccionados de entre distintas películas de ciencia ficción post-apocalíptica de los años setenta. A partir de las imágenes documentales de cada una de las islas de la geografía terrestre actual construye una isla ficticia, que corresponden a los tres primeros capítulos de la película. La última parte, Somerset, está formada por el contrario por escenas dramatizadas en las que se presenta una extraña sociedad que tampoco ilustra específicamente la descripción que se le atribuye.

En su libro Realidad Daimónica, Patrick Harpur explica algunas cuestiones relacionadas con lo mitológico que afectan directamente a su ámbito de estudio, las experiencias derivadas de fenómenos paranormales, desde la premisa de variabilidad de sus significados en función del contexto y la relación con las imágenes. En esta línea, introduce en los planteamientos de Claude Lévi-Strauss acerca de las mitologías la cuestión de la imaginación. Plantea: “lo que hace la Imaginación es probar todas las combinaciones de una mitología dada. Los elementos estructurales permanecen más o menos constantes pero cambian de valor y significado en relación con los demás, formando patrones distintos, produciendo apariciones diferentes y contando distintas historias…”[[ Patrick Harpur, Realidad Daimónica, Atlanta, Girona, 2007]]. Esta dinámica social es la estructura base para el montaje cinematográfico, que en el trabajo de Ben Rivers se convierte en motor de la narración de esta ciencia ficción, en la que los mitos y las imágenes construyen realidades inestables. Una pseudoetnografía que, al igual que la tradición narrativa del Lovecraft de Cthulhu y del cuento de terror anglosajón, construye ficciones monstruosas a partir del misterio y lo desconocido.

Se dedica al comisariado, la educación y la investigación empírica, de proyecto en proyecto y sin tener muy claro las fronteras entre todo ello. Convive con esa precariedad, que le estresa, pero de vez en cuando le permite dormir la siesta entre semana.

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"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)