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De la posibilidad de aparecer allí donde no se te espera

Magazine

06 junio 2016
Tema del Mes: Globalidad y sujetoEditor/a Residente: A*DESK
©Ibrahem Jawabreh. The Artist and the Stone @a-desk.org

De la posibilidad de aparecer allí donde no se te espera

Desde el momento en que en nuestro lenguaje usamos los pronombres personales, con los que yo puedo diferenciarme de ti, y de él, y de vosotros, la existencia y necesidad de unos límites imaginarios que condicionan las percepciones y narraciones que hacemos del mundo se presenta como un hecho difícil de negar. Unos límites imaginarios que no sólo sirven para que yo, que soy yo, recuerde que no soy tú, ni ellos, y que, por tanto, las acciones que lleve a cabo emitirán desde este yo que soy; sino que además, estos confines del sujeto delimitan mi marco de acción, o dicho de otro modo, el lugar donde terminan mis libertades, responsabilidades y deberes. Sería bonito pero me resulta imposible concebir un proceso para escribir desde ti, y ya no hablo de escribir desde él. Que tú no puedas ser quien escribe lo que yo escribo, no quiere decir que no puedas haber condicionado lo que se dice en este texto, sea porque con tu autoridad me defines un número concreto de palabras que debo usar, o un tema, o una fecha de entrega, ya sea porque me enseñaste escribir, me recomendaste un libro o me hablaste de no sé quién que decía no sé qué o incluso porque ni siquiera te conozco y especulo sobre lo que querrías leer. Depende del tú que tú seas.

Dudo que Ambrose Bierce, periodista estadounidense desaparecido misteriosamente en algún lugar indefinido entre Estados Unidos y México, se estuviera refiriendo a este tipo de límites concretos cuando en su The Devil ‘s Dictionary (1911) describió la frontera como la línea imaginaria que en la geografía política se sitúa entre dos naciones para separar los derechos imaginarios de unos de los derechos imaginarios de los demás. Pero esta definición nos puede llevar a percibir los pronombres personales como actantes en las políticas de las microgeografías cotidianas por las que pasan las vidas de cada uno. Si los pronombres personales funcionan como un sistema fronterizo, éste se encuentra vinculado a una autoridad superior: la que marcan los límites del sistema lingüístico en el que se inscriben estos espacios aporéticos definidos por los pronombres personales. Intentar vivir una vida corriente obviando estas limitaciones -por ejemplo, la que me separa a mí de ti- requeriría una transformación lingüística de unas magnitudes inimaginables. Tan inimaginables como, hoy por hoy, me resulta la idea de un mundo sin fronteras. De todos modos, es posible el ensayo de situaciones en las que se haga visible la otra parte de estos límites cuando el lenguaje se sitúa en el terreno de la poesía -y desde allí consigue representar la aporía con el vértigo que provoca lo que no podemos comprender.

Pensando en otras prácticas, más allá del uso de las palabras y de la escritura, en ocasiones se ha hablado de gestos poéticos. Una amiga bailarina, Joana, me explicó que para ella la danza comienza a tomar interés cuando un día se propone caminar en línea recta y a los 10 metros se encuentra un árbol, o cualquier otro obstáculo, y persiste en el deseo de seguir la línea recta imaginaria y debe improvisar con su cuerpo movimientos en los que no se había encontrado nunca antes. Tanto si consigue superar el obstáculo como si no, en el choque contra el límite se producen una serie de situaciones nuevas protagonizadas por el absurdo y que desestabilizan las estructuras normativas del contexto donde todo esto sucede. Según el historiador francés Pierre Vilar, es desde los espacios fronterizos -allí donde se produce el choque del cuerpo con el árbol- desde donde se puede observar el mundo y las relaciones políticas que tienen lugar, las que toman una forma determinada, visible, a menudo como una obstaculización del viaje, un bloqueo de la libertad. Con todo, quizá la poesía ocurre cuando un sujeto intenta superar un límite, una frontera, moverse en una tierra incógnita, la del deseo, como aquel sobre el que escribió Dante. Un deseo que si bien de entrada es hacia un cuerpo concreto, una vez ha sido expresado, es el deseo como sentimiento lo que deviene deseado porque lo que uno quiere es la potencia poética que contiene esa sensación de deseo. Llega un punto que se habla y se cree en un deseo que ya no es del todo real hacia un cuerpo concreto, sino hacia una idea desconocida. Es la acción de desear lo que deviene sujeto de deseo, pero no en su materialidad sino en su abstracción, por todo lo que provoca y hace mover la sensación de deseo.

También se refirió al deseo de superar unos límites, concretamente los de llegar a Occidente, el artista palestino Ibrahim Jawabreh en la entrevista que concedió a Pilar Sampietro para el programa «Mediterráneo» de Radio 3. Este artista, llegado finalmente a España el pasado 12 de febrero, ha sido, junto con una piedra de 22 toneladas, el protagonista del viaje que ha dado lugar al proyecto «The Artist and The Stone«, en el que Matteo Guidi y Giulianna Racco hace meses que trabajan y del que han podido mostrar fragmentos y documentación en ocasiones diversas. Los inicios del proyecto se sitúan en el objetivo de Guidi y Racco de seguir los rastros de piedras que formaban un acueducto antiguo situado entre un actual campo de fronterizo y Palestina. Lo que se encontraron fue con un muro y Jawabreh, un artista palestino nacido en el campo de refugiados de Al Arroub, situado Cisjordania, y que con el deseo de viajar a Occidente, se encontraba en un vacío burocrático que no le permitía salir del país. Así como mi amiga Joana (la bailarina), que al chocar contra un árbol empieza a hacer nuevos movimientos que evidencian las imposibilidades físicas que impone el árbol en medio de su camino, Guidi y Racco, al encontrarse con un muro y conocer Jawabreh y su deseo, ponen en marcha una serie de gestos para conseguir, de alguna manera, superar los obstáculos no sólo físicos, sino también políticos, con los que se encuentran. Aquí planifican un nuevo reto, no menos ambicioso que el anterior: el de llevar a Jawabreh y una piedra de 22 toneladas de Palestina a Barcelona.

Quién hubiera dicho que llegarían antes a Barcelona las 22 toneladas de piedra que Jawabreh con el apoyo de Guidi y Racco, y que la diferencia no sería de segundos o minutos, sino de semanas. La paradoja no es mayor que la que supone el hecho que describe el artista en la entrevista para Radio 3, cuando explica que, por culpa de los conflictos políticos, los controles aduaneros y los check-points, en Palestina puedes llegar a necesitar dos horas para trazar un trayecto que en otros lugares se harían en menos de 10 minutos. No sólo porque no puede hacerse en línea recta, sino porque hay que superar un laberinto burocrático y protocolario de gran complejidad que forma parte del sistema fronterizo de ese contexto. El caso es que después de semanas de haber llegado el gran pedrusco, de haberse expuesto en la Fundación Suñol y en Pla de Palau, y después de meses de todo tipo de trámites legales en los que se han encontrado inmersos tanto Jawabreh como Guidi y Racco, el artista palestino logró tener el visado necesario para llegar a Barcelona y quedarse dos meses. En este sentido, resulta muy pertinente recordar la descripción que la filósofa Fina Birulés hizo de la palabra libertad, cuando la describió como la capacidad de aparecer allí donde no se te espera. Ser un organismo capaz de circular, de transportarse a sí mismo de un punto a otro siguiendo los propios deseos sin ser bloqueado por ningún obstáculo físico o político es, de este modo, ser libre. Sin ánimo de ser una aguafiestas y aunque es de celebrar que finalmente el artista consiguiera llegar a Barcelona, tengo que decir que es evidente que a Jawabreh se le esperaba donde ha llegado y no ha estado solo en todos los procesos que ha tenido que seguir para conseguirlo. Desgraciadamente, haber llegado a Barcelona no lo hace más libre, como tampoco la llegada de los refugiados sirios a Europa los libera, seguramente porque, como Jawabreh, a ellos también se les espera y se decide por ellos los lugares donde irán y los tiempos que se quedarán, considerando que «se escapan» cuando éstos intentan transitar hacia el lugar que no se les ha asignado. En definitiva, más allá de lo que es físicamente posible y lo que no, está el gesto autoritario marcando los límites de lo posible en el imaginario colectivo que engloba el pronombre nosotros y el que engloba el ellos. Después de esto viene, ya, todo lo demás.

Anna Dot nació un domingo de abril. Es de Torelló y trabaja entre dos mundos que no percibe separados de ninguna manera: el de la producción artística y el de la reflexión sobre los contextos artísticos a través de la escritura.

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