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Con todas las dificultades y peligros que encierra un proyecto curatorial sobre el difuso panorama del arte emergente en nuestro país, la exposición que Manuel Segade ha presentado en la Panera de Lleida es un singular ejercicio cartográfico que se presta a lecturas y aportaciones. Ni acta notarial ni edición promocional, la muestra es un apunte crítico que nos permite seguir pensando en la cuestión del paradigma.
El paradigma moderno lo pasamos por la trituradora del debate postmoderno, un diseño gute form de implacable eficacia discursiva. El resultado ha sido una masa retórica de elementos políticos y estéticos que pueden saborearse alternativamente según el momento o contexto específico: es posible analizar el paradigma de la modernidad occidental, imaginar su continuidad crítica o su fracaso, antagonizarnos con él a toda costa, mapearlo en forma arborescente, vaticinar su mutación o describir su altermodernidad más política. En todo caso, la cuestión del paradigma es una clave de análisis usada por el crítico Manuel Segade para titular un proyecto expositivo de carácter documental que se presenta en el Centre d’Art la Panera de Lleida y que nos ofrece un mapa significativo sobre la escena del arte actual en territorio catalán: “La Cuestión del Paradigma. Genealogías de la Emergencia en el Arte Contemporáneo en Cataluña”.
La exposición tiene dicción warburgiana, emplazada en la imagen del Atlas Mnemosyne como receta para hacer historia del arte cruzando obras artísticas con otros materiales. Se presenta al público como un escenario de archivo, de mesa y tablas gráficas con materiales que establecen relaciones iconográficas y conceptuales desde la superposición y diacronía histórica. Como las casillas del juego de la oca, debemos aventurarnos por el laberinto del paradigma esquivando peligros y alternando los retrocesos sin abandonar el impulso cuestionador y la posibilidad de una meta interpretativa.
Manuel Segade concibe el conjunto de materiales (mapas, citas, textos, ediciones, obras, etc.) como una historia no lineal de narratividad genealógica, atendiendo las analogías complejas que se manifiestan en cualquier intento de análisis de las historias y asumiendo el potencial benjaminiano de los pasajes que guian el hilo argumental desde las citas. El término genealogía del titular hace hincapié en el descrédito de todo orígen único como avalador de la pretendida naturaleza orgánica de la historia, a la manera de Michel Foucault, aceptando el carácter discontinuo y accidental de la experiencia o de las estructuras culturales. Como genealogista, el curador aplica un método parejo al que caracteriza la misma producción artística emergente: la investigación, la lectura crítica, el proceso narrativo y la práctica directa sobre la vulnerabilidad del régimen convencional de la representación. Rechazando también cualquier tentativa de objetividad y jerarquías estéticas.
El proyecto, lejos de la centralidad cultural de Barcelona y sus instituciones, no funciona como una simple exposición que ocupa la Panera con obras y palabras, sino como una voluntad de crear espacio lectural y crítico en la periferia. Esta es la primera misión de la exposición. Es un nuevo mapa sobre el panorama de la creación emergente, no una lección ni respuesta terminal sobre el asunto, más bien un proceso abierto. Todo es el resultado de una serie de entrevistas a artistas y curadores, lectura de materiales sobre arte emergente en Cataluña, recopilación de ediciones de artistas y centros de arte, así mismo de la atención crítica hacia unos autores y contextos que no funciona como una declaración de principios. La elección de contextos, nombres y obras que trazan el recorrido por las salas de la Panera aplica el mismo guión metodológico del catálogo, una recopilación de documentos fotocopiados y encuadernado con espiral en estética de guerrilla.
La segunda misión es dibujar las línias de trabajo que vertebran la formalización de la muestra sobre las prácticas artísticas en la actualidad, puestas en forma gráfica en catálogo y sala a partir de mapas cruzados entre unidades geométricas o listados de tipografía variable. Por ejemplo, la dedicada a los nombres clave del sistema del arte contemporáneo (MACBA) frente a los nombres del sistema del arte emergente como son Can Felipa a Poblenou, Espai Zero1 de Olot, la Sala d’Art Jove de Barcelona o Can Xalant en Mataró, entre otros. Visualizando datos constatamos el papel fundamental de los espacios de pequeña escala, los centros de producción y el espíritu activo de la periferia. Entre estas cartografías destaca el sistema de convocatorías que han dado visibilidad y difusión a los artistas emergentes en Cataluña, indicadores fundamentales para la exposición: el Concurso de Artes Visuales Premio Miquel Casablancas es paradigmático. Importantes los proyectos de producción que desde diferentes organismos han potenciado en los últimos años la creación emergente, sea BCN Producció o Idensitat. Menos topográfico es el análisis sobre la convergencia productiva entre creación y acción comisarial por parte de agentes culturales, críticos y artistas capaces de inventar formatos expositivos y alternativas curatoriales en espacios privados o precarios (Sala Hab de Martí Manen o Se busca de laPinta). Especialmente relevante este aspecto del panorama local, menos institucional y más creativo.También la capacidad entre artistas y críticos de encauzar proyectos editorial. El papel fotónico de los centros de arte en la formación de los nuevos autores, así mismo el papel de l’Associació d’Artistes Visuals de Catalunya, es otra clave que el comisario dibuja con patrón geométrico.
La tercera misión es dar voz y nombre a una genealogía sobre la naturaleza artística de la producción emergente, señalada desde varios términos clave al respecto de las actuales prácticas neoconceptuales: la legitimación de la obra en proceso (la inserción de la temporalidad en la obra y su visibilidad en el espacio expositivo), la pulsión de narrar (el caracter procesual entre fronteras literarias, videográficas o performáticas), la estética del gag (el chiste como estructura lingüística básica) y el discurso sobre la producción (la reflexión sobre el tejido económico y político del campo del arte como una industria cultural). En esta relación de contextos, lenguajes y autores -en la pista de Bourdieu-, cabría añadir un nuevo tag que permita reunir trabajos o actitudes más comprometidos con la lectura crítica del gran paradigma utópico de la modernidad, aglutinando proyectos más políticos y sociales que han surgido relacionados con la producción del programa de Idensitat, por ejemplo. Si el arte contemporáneo funciona como un campo de pensamiento alternativo y ocupa una posición intermedia entre diferentes subjetividades, la estética del gag no es más efectiva ni vernacular que otras producciones instaladas en el campo social de forma más analítica y directa. El término mapa actúa como una metáfora y sirve para reconocer, debatir, negociar y transformar una realidad. Las producciones que trazan lecturas sobre la memoria histórica, la lucha de clases o el empoderamiento de la comunidad documentan y subvierten los órdenes estéticos y políticos, y deben tener su lugar en esta genealogía. No se trata de poner el índice en las ausencias o las omisiones, entre otras cosas porque es un proyecto sin voluntad de legitimación y con espíritu de trabajo de campo que en todo caso elabora un material de estudio imprescindible, tanto para describir una geografia cultural como para debatirla.
De forma resumida este es el esquema de trabajo de la exposición, donde las pocas obras de algunos de los artistas emergentes están en sala junto a otras de autores de una generación mayor, dentro del espectro de «los espejos generacionales» (vínculo con los antecesores, complicidad o identificación generacional). Son casi cincuenta nombres de artistas los referentes del estudio. La lista incluye tres estratos generacionales que el criterio del comisario dibuja como árbol genealógico de un mismo linaje: Ignasi Aballí, Dora García o Carlos Pazos ocupan un estrato alto, junto a Carles Congost o Martí Ansón en el intermedio y Efrén Álvarez, Serafín Álvarez, Luz Broto, Mireia C. Saladrigues o Fito Conesa en las últimas aportaciones, entre otros.
La exposición nos motiva a abandonar la centralidad barcelonesa y releer el paradigma de la producción artística emergente desde los contextos y discursos actuales. Invita a analizar, cuestionar y evaluar las relaciones entre artistas y comisarios, entre instituciones y producción, entre formación y mercado, entre lenguajes y formatos, todo aquello que se produce en los territorios comunes del arte contemporáneo. El proyecto genera conocimiento sobre la realidad del arte actual, aunque al final del recorrido expositivo, tentando para llegar a la meta interpretativa, asalta una duda: ¿los artistas y las obras en sala responden a los mapas cognitivos del estudio sobre el panorama del arte emergente, o las cartografías se ajustan a ellos?
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