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Direct Cinema o la sensación de haber estado allí

Magazine

17 abril 2013
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Direct Cinema o la sensación de haber estado allí

La historia de Temporary Gallery en Colonia es bien curiosa. Surgió en el año 2008, por iniciativa de los galeristas Thomas Rehbein y Christian Nagel como espacio que, previo pago del alquiler, pudiera ser utilizado por galerías de todo el mundo para tener una presencia en Colonia. Esta necesidad de activar el panorama galerístico de la ciudad fue fruto de la pérdida del papel que Colonia había tenido en el mundo del arte durante la década de los 80 y los 90, debido entre otras razones a la nueva capitalidad, no sólo política sino también creativa, asumida por Berlín. Pero Colonia ya no era tan sexy como antes y la idea de la Temporary Gallery funcionó sólo durante un tiempo limitado. En el año 2012, el proyecto se reorienta y se transforma en un espacio sin ánimo de lucro dedicado a la investigación y la presentación de proyectos de arte contemporáneo. Dirigido por Regina Barunke, Temporary Gallery ofrece desde hace un año una programación que destaca por la colaboración de comisarios internacionales y también por una cierta inclinación hacia los formatos y los referentes cinematográficos.

Este es el caso de Roll Over. Reflections on documentary, after Richard Leacock, una muestra colectiva comisariada por Bianca Visser, en la que parte del trabajo del cineasta británico Richard Leacock (1921-2011), para investigar hasta qué punto sus ideas y contribuciones en relación al género documental han sido continuadas o rebatidas por los artistas contemporáneos. En otras palabras, en un momento en que los artistas contemporáneos se acercan, utilizan, fagocitan o diseccionan el formato documental, ¿hasta qué punto los logros técnicos y conceptuales de un documentalista como Leacock continúan teniendo vigencia en el ámbito artístico?

Bianca Visser resuelve el dilema no desde grandes digresiones teóricas sino simplemente haciendo convivir algunos films de Leacock junto a los trabajos de siete artistas actuales: Yto Barrada, Duncan Campbell, Jan Dietvorst/Roy Villevoye, Luke Fowler, Anna McLauchlan, Fernando Sánchez Castillo e Hirofumi Suda. Proyecciones y monitores se alternan en un montaje contenido, en el que sin sofisticados despliegues técnicos ofrece las condiciones necesarias para ver (y escuchar) los trabajos de la manera más adecuada.

La máxima aspiración de Richard Leacock fue la de acercarse lo más posible a la realidad, y para ello, a finales de la década de los 50 ideó un mecanismo para sincronizar imagen y sonido o, dicho de otra manera, ideó un dispositivo portátil silencioso que le permitía pasar desapercibido y poder grabar todo aquéllo que estaba ocurriendo. Su invento, que fue hecho realidad por sus socios Robert Drew y Otto Koppelka, hizo que desde ese momento fuera posible moverse libremente por calles y lugares y registrarlo todo de manera espontánea. De ahí el nombre de “direct cinema”. El objetivo era que el film pudiera transmitir en el espectador la sensación de estar allí.

Para Roll Over, Visser ha seleccionado tres trabajos que no son los más conocidos de Leacock, pero que por eso es relevante mostrar: Hickory Hill (1968), muestra el concurso anual de mascotas en la residencia de los Kennedy, que dejaban al perro del presidente en una situación un tanto incómoda, al ver como otros perros, gatos, pájaros o hamster ocupaban su espacio habitual; Community of Praise (1981), es un retrato de una familia media de la América profunda. A lo largo del film va adquiriendo importancia su religiosidad, acompañada de supersticiones y fanáticos rituales. El tercero de los documentales que se proyecta es Maidstone (1970), grabado durante el rodaje de un film del mismo título, escrito y dirigido por Norman Mailer y en el que Leacock ejercía de cámara. Maidstone se inicia con una relajada escena campestre que toma un giro extraño al desencadenarse una pelea entre el propio Mailer y uno de sus actores. De repente, ficción y realidad se entremezclan, se dejan de utilizar los nombres de los personajes y la sangre que mana de la oreja de uno de ellos es absolutamente real.

Fernando Sánchez Castillo también encuentra una situación y la filma con su iPhone. Durante su visita a Documenta el pasado verano le llama la atención una de las pancartas desplegadas por el colectivo Occupy Kassel, “Keep shopping while bombs are dropping”, decide comprar la pancarta y filmar las negociaciones del proceso. Se trata de una escena mínima que de repente evidencia las contradicciones entre las buenas intenciones y unas necesidades mucho más prosaicas.

“Estar ahí”, filmar de manera libre y espontánea, ¿qué queda de todo eso? Bastante, en el caso de Jan Dietvorst y Roy Villeroy cuando en After the Battle (2012) entrevistan a un historiador centrado en las batallas que durante la primera Guerra Mundial tuvieron lugar en Verdun, que se dedica a recoger, conservar y ordenar cada una de las reliquias y pistas que va encontrando (desde botellas hasta cascos) para recordar una serie de batallas poco relevantes que tuvieron lugar en dicha localización.

Luke Fowler y Anna McLauchlan se plantean filmar el corto viaje que va desde su apartamento hasta la calle. A priori nada complicado ni laborioso, pero que se convierte en casi imposible cuando la fijación en cada uno de los pasos y de los detalles se transforma en algo casi obsesivo. En Hand-Me Downs (2011), Yto Barrada toma material casero filmado en Super 8 y 16 mm, comprado en mercadillos e incorpora pequeños relatos de la memoria de su propia familia en Marruecos. La libertad que propugnaba Leacock es total en el caso de Hirofumi Suda, que registra todo aquello que llama su atención, de manera que crea un conjunto de imágenes no encadenadas por un hilo narrativo concreto, pero con capacidad para inspirar infinitas historias.

Como contrapunto, Duncan Campbell en Make it new John (2009) trabaja básicamente con material encontrado, aunque no tiene reparos en añadir alguna escena adicional filmada por él, para reconstruir una historia: la del emprendedor John DeLorean que ideó un doble plan: crear un automóvil futurista que, fabricado en Irlanda, podría -de paso- servir para solucionar los conflictos políticos y sociales. Un fantástico film que utiliza sólo aquellas convenciones del documental que le interesan y no tiene reparos en tomarse todas las licencias artísticas que necesita. Bien alejado de Leacock, pero precisamente por ello, bien significativo en este contexto.

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De este modo, y sin forzar las confrontaciones, Roll Over explora “el giro documental del arte contemporáneo”, pero no con ánimo de generalizar sino de analizar un caso bien concreto: el impacto de uno de los pioneros del género en algunos artistas actuales. No sabemos si Leacock es un referente para los artistas que Bianca Visser ha seleccionado, pero lo que sí se evidencia es la naturalidad con la que la lógica de los hechos y la lógica de la ficción se confunden constantemente. Jacques Rancière ya lo dijo hace tiempo: “escribir historia y escribir historias se unen en el mismo régimen de verdad”.

A Montse Badia nunca le ha gustado estarse quieta, por eso siempre ha pensado en viajar, entrar en relación con otros contextos y tomar distancias para poder pensar mejor el mundo. La crítica de arte y el comisariado ha sido una vía desde la que poner en práctica su convencimiento en la necesidad del pensamiento crítico, de las idiosincracias y los posicionamientos individuales. ¿Cómo si no podremos cuestionar la estandarización a la que nos vemos abocados?
www.montsebadia.net

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