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Lo que Cataluña aportó a Richard Hamilton fue una mierda. El artista británico acostumbraba a pasar el agosto en Cadaqués, y en uno de esos veraneos descubrió una colección de postales de Miers, un pueblecito al sur de Francia, al que la gente solía acudir a tomar agua local, de efectos laxantes. De regreso al Reino Unido, hojeando revistas de moda, no pudo evitar la asociación de ideas: los primeros planos de las modelos en cuclillas, anuncios de papel higiénico Andrex con mujeres en plena naturaleza, flores color pastel. Ya tenía el punto de partida para poner en práctica la estrategia de la dicotomía que había aprendido de Marcel Duchamp: hacer cambios drásticos en cuanto a la materia, el estilo y la factura de un conjunto de obras a la siguiente.
Shit and flowers ha dado nombre a la sala que recoge el conjunto de obras -fotografías y dibujos de pequeño formato- del «periodo escatológico» de Hamilton, en la Tate Modern (Londres). Se trata del habitáculo número 11, y de entre los 18 que conforman la retrospectiva dedicada al padre del arte pop británico, es uno de los que menos llaman la atención.
Es difícil competir con la cuarta sala, en la que se encuentra la Fun house, una instalación originalmente diseñada entre el propio Hamilton, el arquitecto John Voelcker y el artista John McHale para la exposición This is tomorrow en la Whitechapel Gallery en 1956, y que contiene una gramola desde la que suena una de Bill Hayes, un mural que muestra a Charlton Heston a punto de romper las tablas de la ley, una alfombra que huele a fresas, y, lo más popular, un micrófono que invita a los visitantes a gritar, cantar, a lo que sea. O con los collages y el pop de la quinta sala (en 1957 Hamilton enlistó a los arquitectos Peter y Alison Smithson las «características del Pop Art» en una carta, inventando así el término), o con la decimosegunda, Treatment room. En ella se acumulan los visitantes, hipnotizados ante la pantalla de un televisor desde el que habla Margaret Tatcher, como si fueran breaking news, o nunca hubieran visto a la dama de hierro dando un discurso.
Lo que no pasa desapercibido es el influjo de Duchamp en el creador británico. El francés es mencionado constantemente, y está presente en el salón de la mierda y las flores, o en los mapas de Palestina. El de la izquierda corresponde a la partición territorial propuesta por la Organización de las Naciones Unidas en 1947—encontrándose entonces Palestina bajo administración británica— y rechazado por varias organizaciones árabes, y el de la derecha muestra la ocupación por parte del Estado de Israel en aquél momento. Fueron presentados al público por primera vez en la Serpentine Gallery de Londres. Hamilton consideró que exponer mapas en una galería correspondía a la idea de los readymades de Duchamp.
Pero el vínculo entre ambos artistas queda patente de forma más contundente en la sala 8. Ésta es presidida por La Mariée mise à nu par ses célibataires, même, más conocida como The large glass, una obra realizada por Duchamp en 1913 y reconstruida por Hamilton entre 1965 y 1966 para la exposición The almost complete works of Marcel Duchamp en la Tate Gallery, organizada por el propio artista británico. Hamilton fue el principal defensor de Duchamp en el Reino Unido después de la guerra, y su admiración por él nunca flaqueó. En 1963 escribió que las obras del francés «revelan una gran sensibilidad, un gusto intensamente personal, y una mente capaz de plasmar los pensamientos clave de nuestro tiempo en una sutil expresión plástica». En últimos años realizó pinturas, como relectura de The large glass y publicó una tipotraducción (traducción tipográfica) de las notas que Duchamp tomó para realizar dicha obra.
La retrospectiva fue concebida en su origen por el propio Hamilton, pero la muerte le sorprendió en 2011, impidiéndole ver el trabajo terminado. Han sido los comisarios Vicente Todolí, ex-director de la Tate, y Paul Schimmel, quienes la han organizado cronológicamente y dejando patentes los principales referentes del artista. En junio llegará a Madrid, al Reina Sofía, ampliada (se expondrán 100 obras más que en Londres), y habrá que ver si se cuela también Duchamp entre las costuras de Hamilton.
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