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El estreno de The Master de Paul Thomas Anderson en las salas comerciales resulta todo un acontecimiento, pues no es frecuente que la crítica especializada valore de manera tan unánime una película. Los calificativos elogiosos y las exégesis se pueden encontrar tanto en críticas profesionales (u oficiales) como en las amateurs (blogs). No cabe duda de que estamos ante un film muy poderoso, con unas actuaciones actorales impresionantes, y un fondo que cobra actualidad (y morbo) al tratarse del origen de esa religión llamada Cienciología y que tan de moda parece estar en Hollywood. Conviene, sin embargo, preguntarnos por la facilidad con la que la cinefilia se saca de la manga “obras maestras” cada poco tiempo. Obra maestra aquí, genio cinematográfico allá.
El todavía joven Paul Thomas Anderson (PTA) lleva una gran carrera a sus espaldas, alguien que parece no ser capaz de hacer una mala película. Hay algo en él típicamente americano, muy conocedor del producto que maneja. La tendencia a la Gran Novela Americana o al Gran Cine Americano parecen ya géneros estandarizados, y si la primera tuvo en David Foster Wallace a su embajador (cogiendo de Pynchon y de DeLillo), PTA parecería encarnar a un nuevo mesías del cine (cogiendo un poco de todos los clásicos modernos, Douglas Sirk, John Huston, Kubrick…). Pero una de las novedades de The Master se encuentra más allá de la narrativa.
PTA ha realizado el film usando película de 70 mm, lo que equivale a una dimensión para la imagen de 65mm, dejando el resto de los 5 para la banda sonora. Es la primera vez, desde que Kenneth Brannagh realizara Hamlet en 1996, que se rueda en este formato, y hay que retroceder a las décadas de los 60 y 70 para encontrar películas rodadas de este modo. A diferencia del habitual 35 mm, 70 mm supone una mayor amplitud de pantalla y una calidad de imagen insuperable en el cine. Este formato fue popular en los 50 y 60, y en películas de estreno mundial que tenían en los géneros del musical y el cine épico sus demandantes, al ofrecer grandes panorámicas en color que inundaran la pantalla. Actualmente, no solo no se rueda en 70 mm, sino que para hacerse una idea de lo que supone, en Estados Unidos solo hay unos 70 teatros y cines capaces de proyectar algo así. En España dos o tres. Pretender ver The Master en 70 mm es una quimera, aunque en los Estados Unidos se está produciendo un movimiento purista con respecto a los modos de percepción. PTA prefiere que se vea en el original celuloide, aunque sabe que la inmensa mayoría lo verá en el nuevo formato digital, en 4k o equivalente.
La desaparición de lo que conocíamos por cine es ya una realidad, incluido en nuestro país. La digitalización ha ganado la batalla. Ante el visionado de The Master, y a mi priori ignorancia sobre los procesos de digitalización, me esperaba algo que no ocurrió: que el celuloide crujiera y se expandiera en pantalla, que la consciencia de estar viendo cine se confirmara. No fue así. En su lugar, la proyección comenzó como una rutinaria sesión de video.
En un viejo ensayo de Peter Wollen titulado “Cinema and Technology: an Historical Overview”, el crítico trazaba la evolución del cine en base a su evolución en la química de la película (film stock); no -sonido versus sonido, color versus no color, etc. Asimismo, trazaba una triangulación sobre las tres fases en las que se asienta el cine: grabación, procesamiento/revelado, y distribución/proyección. Durante décadas, la segunda y tercera fase se han mantenido estáticas, siendo la primera allí donde se innovaba. Esto está a punto de cambiar con la revolución digital a la que se enfrenta el cine. Los movimientos luditas, o contrarios a la innovación de las máquinas, pueden encontrar en esta desaparición del cine, una de las muertes más serviles a los fines del capitalismo multinacional. Los nostálgicos del cine lo tienen difícil, y uno también se pregunta qué va a ser de un cineasta como Philippe Garrel.
Pero lo que PTA ha realizado con The Master es un gesto heroico (a lo Wells), que contentará a esos nostálgicos, aún al precio de saber que el 99% verá la película no en el formato realizado.
PTA quiere que usted mire esto en 70mm. No en vano, ha estado de gira por salas de cine para asegurarse personalmente de que la presentación está a su altura. Esto va mucho más allá de cualquier ventaja técnica o demostrable a la proyección analógica, se trata de un fetiche, puro y simple. Por supuesto, este fetiche es lo que mucha gente desea compartir con él. Las diferencias de matiz entre una proyección de 70 mm y una de 4k (salvando el tamaño de proyección quizás) es tan sutil que solo un ojo muy experimentado podría adivinarlas. Es muy posible que The Master sea la última ocasión para experimentar colectivamente una obra contemporánea rodada en gran formato negativo, sin ser una acción de extravagancia para el formato IMAX. Sin duda, el proyecto es lo suficientemente digno como para celebrarlo sólo por esta razón. Estamos viviendo en una época interesante en el devenir de la imagen en movimiento, y en muchos sentidos, The Master ayuda a exponer la historia de las presentaciones de calidad y el futuro de las audiencias que van al cine para ser arrastradas por el trabajo de un gran director.
Ocurre entonces una inversión dialéctica a ser tenida muy en cuenta, pues si los cineastas aceptan la digitalización de su medio (algo a lo que están condenados) ¿en manos de quién queda el cine, el celuloide? No hace tanto que la fetichización del 16 mm y el 35 mm en manos de artistas era objeto de celebración y crítica al mismo tiempo. El vídeo no parecía satisfacer la búsqueda de una ontología y una materialidad propia del cine. Sin embargo, exponiendo cine dentro de los museos, replicaban el trabajo de los cineastas. Ahora que estos últimos regresan a una fase negada o reprimida de su propio medio, los artistas usando cine encuentran el camino despejado, y quizás el arte devenga ahora en el único lugar donde todavía el cine, el celuloide, sea todavía posible.
El genio de PTA va todavía más lejos, al colocar al actor Joaquin Phoenix (Freddie Quell) en su papel de fotógrafo ocasional mostrando el dispositivo fotográfico vintage del periodo post-World War II. La calidad y la luz de la imagen y la auto-consciencia de PTA con respecto a la historicidad de la evolución de la tecnología fílmica y fotográfica, sitúan a The Master en una dimensión donde las categorías de realismo e hiperrealismo se engrandecen. En definitiva, una película donde el fondo y la forma se engarzan de tal modo que solo por contemplar ese despliegue, merece la pena ser visto en el cine más cercano.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)