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Domingo por la tarde, último día de Sonic Acts, un festival bianual que desde 1994 cuestiona y examina los desarrollos contemporáneos e históricos del ser humano en la intersección del arte con la tecnología, la música o la ciencia. La edición 2015 parte de la premisa que vivimos en una nueva era geológica: el Anthropocene[Haus der Kulturen der Welt, Berlin, condujo en 2013 y 2014 un proyecto de dos años explorando este cambio de paradigma y sus implicaciones en el arte y la ciencia.]] cuya tesis defiende que la humanidad define la naturaleza. Un grupo de personas de diversa edad y nacionalidad, cubiertos de forros polares y abrigos, se suben a un autobús rojo de dos pisos en el centro de Amsterdam. El autobús les transporta a Raviv Ganchrow y su [Long Wave Sythesis, una instalación sonora comisionada por el festival que explora la repercusión del infrasonido en el paisaje. La infrasonido es inaudible para el oído humano pero perceptible a través de vibraciones en los alrededores y en el cuerpo.
Algunos rostros cansados contemplan el paisaje cambiante a medida que el autobús cruza la ciudad penetrando en las periferias industriales hacia el Zanzibarhaven, Amsterdam Westpoort, donde se encuentra ubicada la instalación. Otros se enzarzan en conversaciones sobre las diferentes perspectivas de los infrasonidos inspirados por las conferencias impartidas por Raviv Ganchrow, Jonathan Hagstrum y Hilel Schwartz a lo largo de la mañana. El autobús aparca frente a un árbol que indica el camino a seguir: en él una cinta aislante negra sostiene un poster A3 arrugado donde apenas se puede leer la temática del festival: The Geological Imagination. Hace sol pero sopla un viento frío e intenso que penetra la piel. Al salir del autobús todo el mundo se apresura a ponerse el gorro y la bufanda; encogidos en sus grandes chaquetas de invierno, inician la marcha con los sentidos en alerta. En los alrededores del puerto hay grandes barcos mercantes, un canal de agua inquieta, vigorosas turbinas eólicas, chimeneas humeantes, maquinaria industrial inactiva, colosales montones de grava, cañaverales agitados, árboles sin hojas y fábricas omnipresentes. Enmarcan un espacio designado por las autoridades holandesas locales como “naturaleza temporal”.
La hierba del vasto campo, húmeda e invernal, se asemeja a la paja. No todos están preparados para el barro; uno del grupo coge unas bolsas de plástico e improvisa unas fundas para sus zapatillas. Después de un corto paseo se divisa la instalación: seis contenedores de barcos de un rojo vibrante, cinco de ellos agrupados y un sexto en el lado izquierdo sosteniendo un suministro de energía verde adherida al techo. Café y té en el interior para ayudar a entrar en calor a los recién llegados. Un sonido grave y penetrante como el batido de la hélice de un barco se percibe desde la distancia ¿No se suponía que el infrasonido era inaudible? El sonido es una resonancia de una válvula de presión que proviene de los ‘altavoces’ instalados dentro de la serie de los cinco contenedores, diseñados especialmente para emitir bajas frecuencias. Emiten archivos sonoros de grabaciones a tiempo real de infrasonidos en Bardufoss, Noruega, propagando el espacio geográfico con ondas largas de baja frecuencia en un rango de 4 a 30 Hz; la mayoría inaudible. De promedio, el oído humano puede escuchar sonidos en el rango de 20 Hz (0.02 kHz) a 20.000 Hz (20 kHz). Los infrasonidos son ondas con frecuencias muy bajas, tonos de entre 4 y 16 Hz, que sólo se pueden percibir a través de vibraciones en el cuerpo. Esta reproducción de infrasonido no es una reproducción al uso, “el principio técnico está basado en generar campos de sonido en lugar de fuentes de sonido” como el mismo Raviv explicó en una investigación on-site en el antiguo aeropuerto de Kirkenes en los extremos nórdicos de Noruega. ¨La coordinación de fase y amplitud en un grupo de transmisores permite la producción de territorios acústicos en lugar de reproducciones de sonido”. Raviv explica que se trata de una propiedad física que conecta con la noción de paisaje, ya que al emitir el sonido en el exterior deja de ser una copia mimética para pasar a ser un elemento mediador, que ofrece puntos de entrada a aspectos de los alrededores cercanos que no serían de otra manera accesibles.
Cuando el grupo se acerca al emplazamiento, se dispersa y cada persona continúa por su lado. Con una intensa atención sónica, comienzan a interactuar con la pieza, escuchando cerca de los altavoces, detrás, en el lado, haciendo grabaciones con sus teléfonos, pegando su cuerpo a los contenedores y tratando de identificar sus sensaciones corporales. La percepción general entre los asistentes es la de llegar con la escucha al borde de un sonido que se cae y entonces continúa vibrando. Jeff Kolar, de la emisora Radius (Chicago) comenta que percibe sensaciones simultáneas, no sólo vibraciones de sonido de gama baja, sino también ondas largas, “cuando llego muy cerca puedo oír un tono muy alto que se superpone¨. Uno de los Mark Meeuwenoord, profesor de comunicación y multimedia de la Universidad de Ciencias Aplicadas Avans menciona que la experiencia es sobretodo corporal «es como estar en un barco, una sensación flotante, todo tu cuerpo se incorpora en el contexto». La pieza crea así diferentes capas de audición, en el interior y en el exterior, algo que el mismo Raviv ya había trabajado y comentado en una conferencia de la edición 2010 de Sonic Acts donde explicó la doble condición de la escucha: “el espacio de la acústica y la forma en que percibimos el sonido ubicados en el espacio íntimo de nuestro cuerpo”.
Después de un tiempo la instalación en sí deja de ser el punto de mira. El grupo de visitantes comienza a explorar el espacio y caminar alrededor del puerto. Desde la distancia sus movimientos fluctuantes se asemejan a hormigas diseminadas en un territorio (sonoro). Raviv consigue su objetivo: provocar una escucha ambulante. Para el artista, la exploración auditiva permite ocupar el paisaje a través de la escucha y percibir el espacio de forma no lineal, no geográfica, sino psicofísica, donde el sonido y el espacio son resultado de los sentidos humanos. Una experiencia, sostiene, que permite tomar conciencia del ancho de banda de nuestro medio, donde a diferencia de los sonidos perceptibles que sólo interactúan con objetos pequeños y cercanos, se dan ondas de infrasonidos producidas de forma natural o artificial que pueden llegar a viajar mas de 100 km e interactúan con la topografía e incluso con la atmósfera. Long Wave Synthesis revela según Raviv un fragmento de un mundo, el de los infrasonidos, de escala colosal.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)