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Una exposición individual donde coexisten trabajos de varios artistas. Una propuesta donde significados y significantes ponen en duda los papeles alrededor de la creación. La cita, la referencia, la obra y la figura del artista y el comisario se entremezclan en una propuesta expositiva en la que se dan vueltas a varias preguntas. «En el primer círculo» es un proyecto de la artista británica Imogen Stidworthy.
Todo es bícromo, casi monócromo. Blanco-negro. Como si el display expositivo se hiciese eco de la irreductibilidad del lenguaje, para llevarla a sus últimas consecuencias. A un límite que no es límite porque el lenguaje todo lo copa, estaba ahí antes. Antes de una estructura inexistente que sin él no sería posible, situado como el origen de un sin-origen que nos condena a la eterna citacionalidad.
Reducir al máximo para tratar de dar con una esencia que nunca aparece, como en el trabajo de Werner Feiersinger, donde la forma se contrae para eliminar todo lo “superfluo”: geometría, planos, materia…esculturas que citan y trascienden a través del recurso irónico un minimalismo de otro tiempo. La reducción muestra un camino: tiende a ese límite que solo se puede transitar poniendo en riesgo el status quo en el que opera el mismo lenguaje.
La exposición se plantea como una extensión de la práctica artística de Imogen Stidworthy, que ocupa el lugar de artista y también el de comisaria. Invitada por la institución para desarrollar un proyecto expositivo individual, Stidworthy decide poner su trabajo en diálogo con el de otros artistas que de algún modo forman parte de él. La cita se convierte en parte esencial de un proyecto que además de ocuparse del hecho lingüístico a través de ciertos encuentros y/o transferencias, aborda de paso la cuestión comisarial. Las piezas no están aquí “ilustrando” un discurso, ni lingüístico ni de cualquier otro tipo, sino que se insertan, seguramente de forma procesual, en la investigación artistica emprendida por Stidworthy. El proyecto expositivo en sí mismo se convierte en parte de la reflexión en torno al lenguaje. No se trata de una artista que comisaría una exposición y además se incluye en ella: En el primer círculo contribuye a repensar la función comisarial y sitúa a la artista como sujeto en la centralidad del discurso crítico, acompañada por Paul Domela, co-comisario de la muestra.
No es la primera vez que recurre al “comisariado” para presentar uno de sus proyectos, ya lo hizo en 2008 en el Museo de Arte Contemporáneo de Amberes. En la exposición «Die Lucky Bush», antecedente de «En el primer círculo», invitó a diversos artistas a reflexionar sobre el lenguaje y sus límites a partir de su videoinstalación «I hate» (2007).
El hecho lingüístico adquiere una dimensión espacial, trasciende la preeminencia de la oralidad para centrarse en la composición material de las cosas. En este sentido, tiene lugar una vuelta al signo, a la materialidad inherente al lenguaje que en el pensamiento de Derrida dinamita la oposición jerárquica entre el habla y la escritura responsable de la fundación del falogocentrismo.
Algo se constituye/instituye en la presencia. Paul Domela e Imogen Stidworthy hablan en el texto comisarial de la importancia del “vivir con”, del sentido que surge al estar “en presencia de”. Pero la presencia a veces se construye como resto de lo que ya no está presente. La materia, la escritura, a diferencia del habla, parecen establecer siempre una distancia.
La transición textualidad-oralidad se aborda en el audio de Caroline Bergvall, «VIA (48 traducciones de Dante)» (2000), que explora una de las cuestiones inherentes al lenguaje: la repetición. Dentro de la exposición, la pieza funciona asimismo como elemento citacional, pues se trata de la lectura de textos del terceto inicial del Infierno de Dante Alighieri, ambientado “en el primer círculo” del purgatorio, el limbo que acoge a aquellos que por no estar insertos en la fé cristiana no podrán ser condenados. El audio es cansino y repetitivo: la narratividad se rompe con la ordenación alfabética de los fragmentos textuales, extraída del archivo de la British Library. La repetición opera al desvelar su imposibilidad anclada en la falta de todo origen. La continua lectura de fragmentos diversos produce el espejismo de lo idéntico para finalmente dar cuenta de la multiplicidad interpretativa inherente al lenguaje. El lenguaje nunca como algo externo al sujeto, sino interno, como aquello que se padece.
El conflicto comunicacional está presente en muchas de las propuestas de la exposición. La afirmación lacaniana “el lenguaje no sirve” sobreviene a través de las transferencias de significados entre lenguas, por medio de la complicada relación entre palabras, sonidos, textos e imágenes; al constatar la dificultad que conlleva siempre cualquier intento de comunicación.
Si el lenguaje es la capacidad de sustituir algo por algo, los procesos de significación pueden llevar implícita la posibilidad de la falla. En Sin Título (Kalero) (2009), Asier Mendizabal explora la disyunción entre significante y significado, a través de formas que son cargadas de significación en determinados contextos. La potencial inexactitud de ciertos significantes para ser fijados en significados demuestra que el significante rara vez nos pertenece, sino que se inserta dentro de una red citacional. Esta equivocidad interpretativa puede convertirse en arma de doble filo: ser, como en este caso, instrumentalizada por el poder, o devenir posibilidad de inversión/subversión del mismo.
«En el primer círculo» aglutina propuestas de 26 artistas (algunas más pertinentes, otras menos) que en conjunto realizan una interesante disección metalingüística. El lenguaje se despliega para mostrar la infinidad de reflexiones que surgen al repensarlo. La exposición ha sido poco reseñada. Se ha aludido a cierto ”cripticismo”, calificativo que viene siendo habitual a la hora de analizar algunas propuestas de arte contemporáneo. Como siempre, las posibles capas de lectura de la muestra y de las piezas que la componen son varias. Dependiendo del grado de interés, tanto el público como los especialistas pueden acceder a complejizar su acercamiento. Ocurre con «En el primer círculo», pero ocurría también con Las Meninas de Velázquez. No se trata de un hermetismo inherente a ciertas propuestas de arte contemporáneo, sino mas bien de la falta de perspectiva analítica que a veces subyace a este tipo de apreciaciones.
En definitiva, las líneas discursivas que abre la exposición son múltiples, quizá porque el lenguaje está en todo, previo a nuestra constitución como sujetos, determinando la producción de cualquier subjetividad. En este sentido, se echa de menos algún tipo de reflexión que integre las aportaciones tanto de artistas como de teóricas feministas, fundamentales a la hora de analizar la cuestión del lenguaje.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)