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Radical Cuteness es un término que fusiona lo adorable con una crítica política profunda. Este concepto fue desarrollado a partir de las ideas de diversas investigadoras y artistas contemporáneas sobre lo cuuutttte, en castellano lo cuqui, las cosas monas, adorables, achuchables, redonditas y suaves, pequeñitas, aterciopeladas o con carita de gatito, ya sabéis a lo que me refiero. Seguro que todas tenéis algunas imágenes en la cabeza, pero antes de adentrarnos un poquito en ellas, os dejo 4 notas para ponernos en sintonía.
Me apetece mucho compartir con vosotras algunas ideas que dejó por escrito la teórica cultural Sianne Ngai, quien ha pensado en varias ocasiones sobre nuestras categorías estéticas, en especial lo raro, lo cuqui y lo interesante –Our Aesthetic Categories: Zany, Cute, Interesting (2012)–. Categorías que, aunque puedan parecer superficiales, reflejan sensibilidades estéticas ligadas a condiciones sociales y laborales específicas del capitalismo tardío y las nuevas formas de poder y horror contemporáneo. En particular, su análisis de lo «cute» ha sido fundamental para desarrollar lo que hoy conocemos como Radical Cuteness.
Lo cute se refiere a objetos que son pequeños, simples, inocentes y, a menudo, vulnerables o indefensos. Se relaciona con una estética de debilidad, que puede inspirar tanto afecto como deseo de protección. Pero lo «cute» también tiene una dimensión ambivalente y crítica: el encanto de lo «tierno» puede esconder relaciones de poder y dominación. Ngai señala que lo cuqui implica una respuesta de cuidado hacia algo que parece desvalido, pero también puede ser explotador, al reducir al objeto a algo infantilizado o pasivo, de ahí que esté muy cerca de otras categorías como la de uncanny (extrañamente familiar).
Pero, ¿qué significa exactamente Radical Cuteness? A primera vista, la ternura o lo lindo, lo cuqui, se asocia con lo débil, lo infantil o lo pasivo, algo que no parece tener peso político. Sin embargo, Ngai, junto con Simon May y otres, revela que esta estética tiene una carga política mucho más compleja porque lo cuqui, lejos de ser inocuo, puede convertirse en una herramienta de poder. Aquí es donde entra la idea de lo «radical».
El término Radical Cuteness se refiere a cómo lo adorable puede ser utilizado de manera subversiva, desafiando normas sociales, roles de género y estructuras de poder. Es una combinación de lo tierno con una intención de resistencia o crítica social. Algo parecido a las estéticas que hemos podido ver este 2024 con la proliferación de videos en Tik Tok con el hashtag #sylvaniandrama en los que les usuaries –especialmente millennials y zetas– abren sobres sorpresa de esas mini familias, esos conejitas, ardillitas, ositos, patitos y bebés patito con accesorios, con los que algunas jugábamos hace ya más de veinte años, pero que en la actualidad han reaparecido en forma de drama: el drama de la heteronormatividad y la familia nuclear que revienta por los aires cuando les usuaries de la plataforma deciden reinterpretar esos valores desde la cultura marica y la neurodiversidad, reformulando así a la vez ciertos estereotipos de la feminidad. Nos lo recordaba la periodista Ana Marco el pasado 26 de julio en una nota de cultura en El País, pero también lo mencionan Momu & No Es: el dúo artístico formado por Lucía Moreno y Eva Nogera, en su trabajo visual para el evento A*LIVE 2024: Radical Cuteness.
Una de las fuentes estéticas de este concepto es la cultura japonesa del kawaii, que celebra la ternura a través de personajes como Hello Kitty o Pokémon. Este tipo de imágenes, que tradicionalmente representan inocencia y vulnerabilidad, pueden ser transformadas en herramientas disruptivas cuando se mezclan con elementos perturbadores o de resistencia. Por ejemplo, usar la estética kawaii en contextos de protesta o rebeldía genera una disonancia que desconcierta y subvierte nuestras expectativas. En este sentido, lo tierno ya no es algo pasivo, sino que adquiere un simbolismo de “poder suave”, muchas veces asociado a la nostalgia, que tiene un impacto indirecto pero efectivo.
Desde una perspectiva política, Radical Cuteness también desafía los roles tradicionales de género porque la ternura ha sido históricamente asociada con lo femenino, lo infantil y lo subordinado. Sin embargo, al apropiarse de esta estética, se desmantelan esas expectativas patriarcales y se transforman en un gesto simbólico de contestación. Se desafían no solo los roles de género, sino también el ideal de hipermasculinidad, que glorifica la fuerza y la dureza. Lo frágil, lo vulnerable y lo emocional, tradicionalmente vistos como defectos, son ahora armas de resistencia frente a esa norma masculina dominante.
Además, este concepto cuestiona el capitalismo porque lo adorable a menudo es mercantilizado; personajes y objetos cuquis se venden como productos sin un trasfondo crítico. Radicalizar la ternura es una manera de resistir esta trivialización y de recuperar su potencial transformador, llevándola más allá de lo comercial.
Radical Cuteness también se cruza con la política queer, ya que rompe binarismos como lo fuerte y lo débil, lo adulto y lo infantil, o lo serio y lo trivial. En este sentido, lo cuqui se convierte en una arma que cuestiona las normas heteropatriarcales, abriendo un espacio de resistencia para las identidades disidentes.
En resumen, Radical Cuteness es un concepto que nos invita a repensar lo que consideramos tierno o inocente, revelando cómo lo adorable puede ser una forma potente de resistencia y crítica en nuestra sociedad. Nos desafía a ver más allá de la superficialidad y a reconocer que incluso lo más pequeño y aparentemente inofensivo puede tener un impacto político y cultural profundo.
El video ficción “Nation Estate” de la artista palestina Larissa Sansour fue creado junto a una serie de fotografías que datan en 2011, como el video. Fue también en 2011 que Lacoste, marca patrocinadora de los premios internacionales de fotografía Prix Elysée, exigió eliminar a la artista de su lista de finalistas porque la obra no se ajustaba al tema del concurso: la joie de vivre, o el “gozo de vivir”.
Ese gran tópico a menudo representado por la literatura como expresión de la autoconfianza, la vitalidad, el optimismo, la creatividad y la felicidad del sujeto que más tarde en el XX algunos detractores asociaron al sentimiento trágico de la vida, y que Larissa reinterpretó con un enfoque distópico al estancamiento de la situación en Oriente Medio. Una situación que –como sabemos– en la actualidad está yendo mucho más allá de la tragedia, en forma de genocidio, pero que en ese momento Larissa trabajó con toques de humor, mezclando imágenes generadas por el ordenador y personas reales para crear el National Estate. Una solución vertical al conflicto palestino: un edificio capaz de alojar a toda la población palestina.
La eliminación de Larissa Sansour de la lista de finalistas de los premios Elysée causo tal polémica que finalmente a organización canceló la edición de 2011, pero la comisión del Museu de l’Art Prohibit decidió que pasaría a formar parte de su colección.
La postironía de Larissa Sansour se relaciona con el concepto de Radical Cuteness al utilizar una estética visual atractiva y futurista para hacer una crítica política profunda sobre la ocupación palestina. La limpieza y el orden crean una apariencia siniestra de perfección y armonía, algo que comparte la estética Radical Cuteness. Al politizar lo higiénico, Larissa nos acompaña a cuestionar cómo ciertas ideas de limpieza y control corporal no son necesariamente beneficiosas…
De la distopía geopolítica de Larissa, al inconsciente distópico de internet: al 1 online que presentan las artistas-investigadoras Alex Quicho –autora del libro de terror Small Gods (Zero Books,2021), en el que nos habla de la trascendencia de la tecnología de los drones–; y la artista visual Noura Tafeche –especializada en net.art i entretenimiento radical. Las dos juntas son autoras de la conferencia performativa “She’s Evil, Most Definitively Subliminal”, que fue presentada por primera vez en la última edición de la Transmediale, el pasado mes de febrero de 2024 en Berlín, y que tampoco estuvo exenta de polémica ya que todas las personas que se vieron implicadas en el evento tuvieron que firmar un documento expedido por el Senado de Berlín, según el cual se comprometían a no hacer ninguna mención explícita al conflicto de Palestina.
Me gustaría compartir con vosotres un pequeño marco del material con el que trabajan para ayudar a contextualizar la propuesta. En la cultura digital, los subliminales son videos DIY o bandas sonoras muy populares y de gran impacto, en las que las afirmaciones se acogen sutilmente a niveles auditivos casi imperceptibles que quedan tapados por una base rítmica. Digamos que eluden la mente lógica y consciente para quedar directamente registrados por nuestro inconsciente.
El título de la conferencia sugiere que ella es malvada de manera subliminal, juega con la idea de que lo cute puede ser un disfraz que oculta un desafío subversivo a las normas tradicionales, especialmente en términos de género y poder. Su tratamiento de ciertas tácticas subliminales, junto con la artillería de las e-girls del ejército estatal, crean una serie de intersecciones entre la guerra y el desarrollo personal, entre lo atractivo y lo inquietante, lo inocente y lo subversivo, en las que la batalla se libera a través de la seducción, la influencia, la perturbación y la confusión. Con la reprogramación de la psique, el enemigo –o la ideología– empieza a ser más interno que externo.
Este texto forma parte del evento «Radical Cuteness» que se celebró el 6 de noviembre.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)