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Àngels Miranda: Te presentaré brevemente y el por qué te invité a discutir la idea de la energía en el panorama artístico postsoviético. Actualmente eres miembro del C-MAP de Europa Central y del Este en el MOMA de Nueva York. He seguido tu investigación sobre el eco-nacionalismo y los movimientos ecológicos en los países bálticos, en relación a la actual agitación geopolítica sobre la energía rusa en la región, y más concretamente la situación de los apagones en Ucrania.
Inga Lāce: En mi investigación y encuentros con este tema, siempre veo que es más complejo que una sola definición. Hay muchas obras de ese momento que celebran el progreso y la tecnología soviéticos. Algunas de ellas fueron producidas en residencias de artistas o visitas de investigación a aquellos sitios donde se encontraban ciencia e industria. Por ejemplo, en Letonia tuvimos el reactor nuclear de Salaspils, donde se invitó a los artistas a visitarlo y luego se produjeron algunas obras. A veces, de esas visitas al sitio, los resultados eran obras de realismo social que no incluían ninguna aproximación crítica.
Otras veces volvías a ver que no había una visión socialmente crítica, pero sí formas de experimentación como nuevas técnicas gráficas o encaminadas hacia la abstracción. Si elegías este tema —apoyar a la industria nuclear—, tenías más libertad para hacer lo que quisieras formalmente.
Luego hay un tercer grupo de obras del contexto letón que fueron críticas. Expresaban una alarma de catástrofe nuclear, a veces ni siquiera catastrófica, que se produjo principalmente después de Chernobyl. Pero incluso antes, hubo obras eco-críticas de Zenta Logina (1908-1983), por ejemplo, una artista letona que estaba muy interesada en los temas del cosmos y el espacio, que por supuesto era un tema muy aceptado; pero al mismo tiempo, la forma en que lo abordó no fue una visión realista socialista de todos felices y alentando el progreso. Ella se dirigió desde el punto de vista planetario, y esto era diferente.
Tenía un trabajo llamado The Weeping Planet (1976) o Burned-out Planet (1979), en el que se podía ver que estaba preocupada por el planeta de diferentes formas. La industrialización soviética fue vista aquí como un factor perjudicial para el planeta. Puede que esto no esté directamente relacionado con la energía, pero también hubo trabajos que abordaron ese tema. Aunque las obras de Zenta Logina de este período, por ejemplo, no se mostraron hasta finales de los 80 y después de su fallecimiento.
ÀM: Al final, gran parte de esta infraestructura estatal condujo a realidades climáticas catastróficas, no solo a Chernobyl, sino también al drenaje del Mar de Aral y a la contaminación masiva en los Urales. ¿Cuáles son las consecuencias de esta historia después de la desintegración de la Unión Soviética?
IL: Definitivamente hay una preocupación por estos temas en la generación de artistas que se activaron en la década de 1990. Por ejemplo, Deimantas Narkevičius y Nomeda y Gediminas Urbonas en el contexto lituano, que inmediatamente se fijaron en las infraestructuras. Deimantas Narkevicius se menciona muy a menudo junto con Emilija Škarnulytė porque ambos son video artistas que trabajan en este tema. Narkevičius estaba trabajando sobre Elektrėnai en su trabajo Energy Lithuania (2018), una ciudad industrial construida por los soviéticos en la década de 1960 alrededor de una central eléctrica recién construida, un lugar totalmente artificial. También está la ciudad de Ignalina construida alrededor de la planta nuclear; de aquí proviene Anastasia Sosunova. Nomeda y Gediminas Urbonas estaban analizando el oleoducto Druzhba en su trabajo en curso que, con el mismo nombre, comenzaron en 2003. En ruso, druzhba significa amistad y este era un nombre ideológico dado a muchos proyectos de infraestructura. Este oleoducto transportaría combustible desde los campos petroleros de Siberia y lo distribuiría transnacionalmente dentro del dominio soviético. Este fue un proyecto de infraestructura megalómano de la década de 1960 que ha estado en uso hasta hace poco.
Ahora, esto puede haber cambiado —pero solo debido a la invasión rusa a gran escala de Ucrania, que fue este momento final para tratar de desviarnos de la energía rusa. Aun así, no está muy claro si esto tuvo éxito. En un momento del año pasado, nuestro primer ministro no pudo decir claramente si el gas ruso logró fluir hacia nuestras reservas o no. Por supuesto, se debe a que la economía energética no solo está controlada por el estado, sino que también está impulsada por empresas e intereses comerciales.
Desde la década de 1990 y hasta la década de los 2000, los artistas han estado investigando estas infraestructuras como fantasmas que aún existen desde la época soviética. Estos artistas son críticos, incluso si es de una manera puramente observadora, se aborda como algo problemático que queda. Luego llegamos a esta generación más joven que incluye a Emilija Škarnulytė, a menudo vista como una sirena nadando dentro de las infraestructuras de la Guerra Fría, por lo que intenta abordar el tema de una manera diferente. También realizó un trabajo sobre la Central Nuclear de Ignalina que está siendo desmantelada (Energy Island, 2017). Se reemplaza por una nueva infraestructura energética: un buque de transporte marítimo «Independence» construido por Hyundai en Corea del Sur y diseñado como una unidad flotante de almacenamiento y regasificación de gas natural licuado. Estos trabajos piensan en el próximo paso de la infraestructura: los proyectos soviéticos se desmantelan, pero ahora tenemos nuevas estructuras capitalistas que los sustituyen, entonces, ¿qué cambia realmente?
ÀM: Esta planta nuclear en Ignalina es un foco de atención, ya que también están las obras de Augustas Serapinas y Anastasia Sosunova, por lo que esta infraestructura sigue siendo un tema muy contemporáneo y político en los países bálticos.
IL: Absolutamente, precisamente estos proyectos que mencionas, ya que en el contexto lituano hubo mucha preocupación recientemente sobre una nueva planta nuclear propuesta en Bielorrusia que se construiría muy cerca de la frontera lituana. Todavía existe la fuerte presencia y el recuerdo de Chernobyl, por lo que a los artistas les preocupaba que, si se construía utilizando esos planes soviéticos, podría colapsar como lo hizo Chernobyl y luego toda la radiación y el daño fluirían hacia Lituania. No se me ocurre ningún trabajo que esté hecho específicamente sobre eso, pero creo que esta preocupación política está en el fondo de la mente de la gente. En el caso de Anastasia Sosunova, que proviene de la ciudad de Ignalina, está más enfocada en las condiciones sociales que crea esta urbanización centrada en la energía. ¿Qué tipo de comunidad es llevada a trabajar en esas plantas? Personas ruso parlantes como su familia, provenientes de todas las repúblicas soviéticas, una comunidad de inmigrantes que se establecieron en esta ciudad construida alrededor de una planta nuclear.
En este momento estoy trabajando en un proyecto llamado New Visions que recién inauguró en Henie Onstad Kunstsenter en Oslo. Tenemos dos artistas a los que les encargamos obras sobre energía. Una de ellas es Lesia Vasylchenko, una artista ucraniana que utiliza una simulación de vidrio de desecho nuclear. Para este proyecto, también menciona la planta nuclear de Zaporizhia, que fue ocupada por Rusia. Este fue un momento muy peligroso y muchos recuerdos de Chernobyl volvían a nosotros; los soldados rusos estaban demasiado cerca. Vasylchenko coloca imágenes aéreas de la planta de Zaporizhia al lado del vidrio nuclear como una metáfora de los desechos materiales que crean estas infraestructuras y la escala de tiempo de su descomposición, que es más larga de lo que podemos comprender como humanos.
En cuanto a la electricidad, también encargamos una obra a un dúo de artistas formado por Anna Engelhardt, que es una artista rusa que vive en Londres, y Mark Cinkievich, que es bielorruso. Están investigando tres bases militares: una en Siria, una en Bielorrusia y otra en Ucrania. Estos tres lugares fueron utilizados por Rusia durante la guerra en Siria y ahora en Ucrania, como una máquina continua. Utilizan la metáfora de un zombi que se infiltra en la infraestructura existente y absorbe la energía para propagar la guerra. Este es un trabajo muy oscuro, pero enseña esta estrategia parasitaria de ocupar infraestructuras y usarlas para hacer más guerra. Este proyecto también logra conectar Siria con Bielorrusia y Ucrania, a partir este componente ruso.
ÀM: Parece que los artistas están trabajando en el hecho de que la energía se puede utilizar como arma de muchas formas, no solo como arma física sino también como arma psicológica. Has mencionado los planos para la planta nuclear en la frontera de Bielorrusia y Lituania y creo haber leído que se podría ver desde Vilnius.
IL: Esa es una buena pregunta. No estoy segura, pero ciertamente la posición propuesta está muy cerca de Vilnius y no hay forma de detenerlo porque Bielorrusia no está en la UE. No hay forma de negociar y esto habla del hecho de que no hay fronteras reales en el planeta en términos de flujos de energía desperdiciada o radiación.
ÀM: Volví el otro día a un artículo publicado en 2019 que era una conversación entre la comisaria Heidi Ballet y tu. Fue muy interesante revisar ese texto desde la perspectiva actual, ya que el mundo ha cambiado drásticamente. En esa conversación, hablabais sobre la tubería Nord Stream 2. Fue construida muy recientemente con el propósito de traer gas natural ruso de Gazprom a Alemania. El otoño pasado en Alemania, la gente temía que hubiera apagones y se les dijo que no usaran gas para guardar las reservas para el invierno. Quería preguntarte si ha habido alguna forma de oposición o activismo político a esta ampliación de la infraestructura en torno al gas ruso.
IL: Es bastante notable que el artista ucraniano Oleksiy Radinksy ya hablara sobre esto en 2019 e investigara mucho antes de que se convirtiera en un debate público y antes de que nos preocupáramos tanto por la posibilidad de que esta agresión pudiera ocurrir en Ucrania. Sugirió que tan pronto como este oleoducto estuviese terminado, Rusia podría invadir Ucrania porque ya no necesitarían la infraestructura que pasa por allí como lugar de tránsito e ingresos, porque pasaría por el fondo del mar Báltico. Tendría que buscar si había oposición política en los países bálticos en ese momento, pero claramente la discusión estaba ahí. Mirando hacia atrás, es demasiado extraño que en realidad predijera exactamente lo que sucedió. Su artículo proponía que, en lugar de construir nuevos oleoductos para que podamos usar más petróleo y gas, deberíamos hacer la transición a ser libres de carbono. Pero, ¿qué implica esto?
He estado hablando con Egle Rindzevičiūte, una investigadora lituana que ha desarrollado el concepto de “condición atómica”. Ella dice que ahora la energía nuclear se está reclamando como una solución para el clima y la seguridad nacional, mientras que después de la tragedia de Chernobyl nadie la veía como segura o amigable con el clima. Ahora, hasta en países ricos en petróleo, la energía nuclear se está aceptando una vez más como una alternativa energética viable.
Es absurdo imaginar esto cuando Zaporizhiya está en una situación crítica de peligro. Y claramento, no es a lo que apuntaba Oleksiy, sino más bien las energías renovables locales. Aun así, tuvimos la pandemia y luego esta guerra, que podría haber sido un gran impulso para que los gobiernos comenzaran a empujar en esa dirección, pero no sucedió. En cambio, la gente está pensando en cómo acercarse a las personas que todavía tienen petróleo o cómo construir una planta de energía nuclear en Letonia.
ÀM: Es una especie de cara opuesta del eco-nacionalismo. ¿Cómo describirías este término? ¿Podemos decir que es el uso subversivo de las protestas ecológicas para promover los objetivos de construir nuevos estados soberanos y romper la Unión Soviética?
IL: Después de las reformas de Gorbachov, se permitieron las protestas ecológicas en la Unión Soviética. Por primera vez se permitió a la gente reunirse, iniciar ONGs y protestar por algo. Los proyectos energéticos de infraestructura, como nuevas plantas nucleares o represas en los ríos, se dieron a conocer a la gente y los enojaron porque dañarían el río o las hermosas vistas que tenemos en Letonia sobre nuestros hermosos ríos. Esa era razón suficiente para protestar. La razón por la que se llama eco-nacionalismo es porque estos movimientos ecológicos allanaron el camino para el despertar nacional y, finalmente, la apuesta por la independencia que finalmente logró derrocar a la Unión Soviética.
El término proviene del título de un libro de Jane Dawson, y creo que cuando lo usa no piensa muy bien en las preocupaciones ecológicas de estos activistas. Ella lo pinta más como una tapadera para los movimientos nacionalistas, pero cuando he hablado con las personas que estuvieron presentes en estas protestas dicen que ambas cosas no se podían separar. Dicen que fue un movimiento verde, anticolonial y antiimperialista. Realmente no quieren decir que era nacionalista, pero por supuesto que lo era, aunque debemos recordar que en ese momento el “nacionalismo” era un movimiento emancipador porque estaba en contra de las represiones y los fracasos de la Unión Soviética.
Y luego, después de un tiempo, este nacionalismo finalmente se convirtió en la realidad etnocéntrica que tuvimos que vivir. Hay otros investigadores como Linda Kaljundi en Estonia que dice que necesitamos escribir nuestra propia historia de protesta ecológica y ambiental sin referirnos a Occidente. Tal vez en Occidente la ecología no esté relacionada con el nacionalismo, pero en nuestro caso sí lo está, y a veces no puedes sincronizar esas narrativas. Eso no significa que un movimiento se preocupara más por la naturaleza que el otro, sino que estuvieron en contextos completamente diferentes y otros aspectos fueron importantes.
ÀM: Quiero terminar esta entrevista con una pregunta muy importante porque ha pasado más de un año desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania y, a diferencia de Alemania, se han enfrentado a condiciones de apagón durante todo el invierno con un frío intenso. No sé cuál es la situación actual allí, pero como estas trabajando con artistas y trabajadores culturales en la región, quería preguntarte cómo se las arreglan con la precariedad energética, los apagones y la falta de energía.
IL: Los artistas que conozco me enviaron fotos en Navidad en las que usaban velas o simplemente pasaban el rato sin luz. Ahora las cosas parecen volver a estar en orden, pero solo en Kiev. Así que creo que realmente depende de dónde estés, el hecho es que Ucrania es muy grande.
ÀM: Algunos artistas crearon iniciativas para proporcionar generadores en otoño.
IL: Eso claramente ayudó y al menos en los países bálticos seguimos ayudando como podemos. Si escuchamos que se necesita un tipo específico de vehículo, recaudamos dinero y enviamos automóviles, generadores o armas. Hablo mucho con artistas ucranianos y, en nuestros correos electrónicos, siempre dicen algo cuando organizamos reuniones, algo así como «hablamos pronto si nuestra conexión lo permite». Siempre existe esta incertidumbre de asegurar: «hagamos esta reunión, si podemos». La mayoría de las veces está bien, pero algunos días no y no pueden unirse, y es posible que no puedan enviar un mensaje diciendo que no pueden hacerlo.
ÀM: Muchas gracias por responder a estas preguntas.
[Imagen destacada: Oleksiy Radynski, fotograma The Film of Kyiv. Episode One (2017). Imagen cortesía del artista].
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