Buscar
Para buscar una concordancia exacta, escribe la palabra o la frase que quieras entre comillas.
En A*DESK llevamos desde 2002 ofreciendo contenidos en crítica y arte contemporáneo. A*DESK se ha consolidado gracias a todos los que habéis creído en el proyecto; todos los que nos habéis seguido, leído, discutido, participado y colaborado. En A*DESK colaboran y han colaborado muchas personas, con su esfuerzo y conocimiento, creyendo en el proyecto para hacerlo crecer internacionalmente. También desde A*DESK hemos generado trabajo para casi un centenar de profesionales de la cultura, desde pequeñas colaboraciones en críticas o clases hasta colaboraciones más prolongadas e intensas.
En A*DESK creemos en la necesidad de un acceso libre y universal a la cultura y al conocimiento. Y queremos seguir siendo independientes y abrirnos a más ideas y opiniones. Si crees también en A*DESK seguimos necesitándote para poder seguir adelante. Ahora puedes participar del proyecto y apoyarlo.
Se le debe al historiador alemán Reinhart Koselleck la distinción entre historia con h minúscula o con H mayúscula. No se le debe, sin embargo, el habitual recurso a multiplicar las visiones unívocas de la historia apelando a las múltiple(s) historia(s). Podemos acordar que toda Historia es una construcción articulada de relatos en continua sucesión, esto es, una suma de interpretaciones en disputa. Uno de los dilemas de la posmodernidad estaba en que al desmontar los llamados “grandes relatos” (el primero la propia noción de Historia) el historiador se encontraba con qué hacer con todas esas piezas sueltas; dar sentido a cualquier relato histórico es de por sí toda una empresa.
Actualmente coinciden en San Sebastián dos proyectos expositivos paralelos que basan su punto de partida en un hecho histórico que ahora se celebra: el incendio, saqueo y posterior reconstrucción de la ciudad en 1813. Aquel año, una San Sebastián ocupada por los franceses fue destruida por tropas inglesas, españolas y portuguesas. De allí nació la ciudad tal y como la conocemos hoy. Este acontecimiento es el punto de partida para Historia (s) incomparable(s). Himnos, callejones y astillas, comisariada por Haizea Barcenilla en el Koldo Mitxelena y que reúne a una docena de artistas internacionales interactuando con la efeméride. (Alex Reynolds, Lene Berg, Marine Hugonnier, Juan Pérez Agirregoikoa, Oriol Vilanova entre otros). Lo que se resulta problemático aquí es la filiación del arte contemporáneo con respecto a un acontecimiento histórico tan puntual (o local) como el mencionado. En la actualidad, el comisariado construye cadenas de pretextos a modo de argumentos. Los artistas, por su parte, tienen que negociar constantemente para que su obra no quede a merced ni de la celebración ni de la anécdota o la ilustración.
Esta problemática se halla también en el otro evento llamado Tratado de Paz y que se extiende por diferentes sedes de la ciudad (Museo San Telmo, Museo Naval, Casa de la Paz), así también en otras localidades y que es un proyecto-faro de San Sebastián Capital Europea de la Cultura 2016. Esta primera fase se presenta a modo de “episodio” y está comisariada por Pedro G. Romero en colaboración con BNV Producciones con el título 1813. Asedio, incendio y reconstrucción de San Sebastián. Se trata de una gran exposición donde Pedro G. Romero somete (nunca mejor dicho) una cantidad de material a su particular lógica warburgiana donde prevalecen la yuxtaposición, la descontextualización, el desconcierto, la heterodoxia, la mezcla de pasado y presente, arte y no-arte, etc. En lugar de intentar una imposible narración coherente, el artista-comisario tiende a la que es una de sus marcas identitarias, esto es, operar desde el desbordamiento tanto de las formas como del sentido. La dificultad para el abarcamiento de la totalidad (piezas de arte a las que sumar innumerables documentos, objetos de época, material de archivo histórico, etc.) no debe confundirse con el caos y la arbitrariedad. Su método es sistémico, próximo a la taxonomía. La confrontación de materiales dispares genera cierto Síndrome de Diógenes donde el espectador tiene que arreglárselas como pueda. Cada objeto pierde parte de su autonomía al servicio de una narración que le engloba.
El arte contemporáneo cumple en este marco una función bastarda, agujereando el discurso como el gusano la manzana. A esto hay que sumarle el énfasis puesto en las formas contestatarias de la Ilustración, el caricaturismo del siglo XIX, las formas de arte popular y como una presencia obligada, Goya y sus Desastres de la guerra. La multiplicidad de significados del arte sirve a los propósitos intencionales de Romero (quién además obvia la distinción entre copia y original); así, y según su lógica, una nariz de payaso de hierro de Juan Luis Moraza enrojecida por un fuego incandescente bien puede significar el asedio de 1813.
Este asociacionismo de ideas alcanza su cima con Décor, A Conquest by Marcel Broodthaers, instalación presentada en el ICA de Londres en 1975 y que giraba alrededor de la batalla de Waterloo desde la perspectiva poética y crítica típica del artista belga. Ahora ocupa uno de los salones del Palacio de Aiete, bautizado recientemente como ‘Casa de la Paz y Derechos Humanos’ y que es escenario del actual Proceso de Paz en el País Vasco. El arte contemporáneo se introduce en la política real ejecutando quizás la archiconocida sentencia de Walter Benjamin, repetida hasta la saciedad, de que todo documento de cultura es un documento de barbarie.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)