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Una de las máximas más conocidas de Marcel Duchamp es aquella que afirma que el arte es un juego con todas las personas de todas las épocas. El respirador ajedrecista estimulaba así la visión lúdica, la especulación histórica, y la imaginación activa como coordenadas para la creación. La investigación artística ha canalizado este impulso de búsqueda para definir una producción crítica que alternando métodos consigue generar otro tipo de lógica, cuya aplicación abarca amplios campos del conocimiento. A nivel académico y como resultado del Proceso de Boloña (que integra los sistemas educativos de los países de ámbito europeo, más allá de los límites de la Unión Europea, incluyendo a Rusia, Turquía o Kazakstán), han aparecido doctorados y departamentos que definen esta área, mayormente por la necesidad de sistematizar el espacio para poder acceder a recursos económicos. Así, en los últimos tiempos se han multiplicado los artículos y libros dedicados a esta “disciplina” abundando en una retórica que a menudo contribuye a la confusión, y que es facilitada por el mismo sistema universitario y aquello de “publish or perish” que sigue vigente como vía para justificar la actividad académica y alcanzar un reconocimiento basado en el número de citas. Dicho esto, aquellos a los que les interese saber más sobre investigación artística pueden buscar referencias en el MIT o en el Book of Books de la dOCUMENTA(13)[[De especial interés para la intuición es el texto de Chus Martínez.]], recrearse con Aby Warburg, leer a Hito Steyerl y Ute Meta Bauer, o navegar por internet en busca de redes universitarias y publicaciones al uso. En lugar de resumir aquí este inmenso espacio, me gustaría sugerir la intuición como herramienta para la inexactitud, y a la inexactitud como un espacio de oposición.
En la Introducción a la metafísica Henri Bergson sugiere la intuición como una vía de conocimiento distinta del análisis. La crítica de Bergson al análisis se fundamenta en cómo este es una aplicación sistemática de estructuras pre-determinadas, una representación que delimita y codifica al objeto de estudio traduciéndolo a una representación manipulable y por ello distanciada de su esencia. Por el contrario, la intuición sincroniza con el objeto en cuestión, facilitando una fluidez, un tipo de conexión que evita la imposición de un conocimiento previo, haciendo emerger una simpatía intelectual desde donde pensar una composición diferente, un conocimiento que no es finalidad en sí mismo sino que genera algo más allá de una razón causal. Así, la intuición es una herramienta del pensamiento asociativo, que va más allá del rigor científico para permitir una relación distinta entre elementos, evidenciando al movimiento como forma de pensamiento. Al mismo tiempo nos aporta otro tipo de aprensión del mundo y entra en sintonía con aquellas formas de saber no regulado. Aquí existe el riesgo del que confunde un conocimiento no regulado por un conocimiento basado sólo en su propia experiencia, haciendo de este una víctima más del charlatanismo o en el mejor de los casos de la ignorancia histórica, donde cada generación repite los mismos pasos como si fueran nuevos descubrimientos.
La investigación derivada de la intuición nos conduce por un lado a un procedimiento alterado capaz de tratar objetos de estudio dispares y alcanzar relaciones inesperadas, reveladoras de las condiciones del presente. Tanto si hablamos del diseño de los mostradores comerciales en la Ex-Yugoslavia, como si tratamos las redes de distribución de cocaína en las universidades americanas, el pensamiento intuitivo tiende a evidenciar la manera en que estos fenómenos se interconectan en redes y vinculaciones que alteran las narrativas construidas (oficiales). Así la investigación artística es la producción de un discurso contra la hegemonía y la norma (Steyerl), a partir de la recuperación de episodios históricos que demuestran cómo el ordenamiento actual es pura propaganda programada para desactivar riesgos y oposiciones. Las teorías conspirativas entran dentro de este espacio de redefinición del presente, siendo a la vez una herramienta de distracción diseñada por poderes secretos y una suerte de proto-periodismo de investigación. Una interesante disección de este fenómeno la encontramos en el reciente documental de Adam Curtis HyperNormalisation (2016) donde se expone el perceptual management, como una estrategia de manipulación de aquello que vemos y oímos. El término de moda, post-truth(post-verdad), nos indica la profundidad de caída del razonamiento público aprovechado por sectores para el control de la imaginación y del miedo. Bienvenidos a la Post-Democracia.
La intuición es además una herramienta de conocimiento que nos aboca a una relación impredecible y nos guía hacia resultados que no necesitan de un razonamiento explícito, haciendo emerger una inexactitud que aún siendo informada evita la precisión. Un gesto de oposición a estructuras de eficacia y productividad estandarizadas por el neoliberalismo, similar a la negación del trabajo que en este mundo en crisis se ha vuelto tabú. Hoy en día todos estamos ocupados pero nadie hace nada. La precariedad y la eliminación de los límites entre trabajo y vida nutre un discurso de culpa al no ser productivo, condenando al ostracismo laboral a aquellos que no se adaptan a los ritmos y métodos pre-determinados. Un discurso que a su vez es alimentado por la retórica del spa, los retiros y el coaching, quienes se benefician de los mismos ritmos que dicen combatir. La exclusión y la ansiedad paralizan al individuo, que aturdido atestigua el desmoronamiento de la fantasía del confort europeo y la emergencia de la peor combinación entre intolerancia, fanatismo y depredación económica, (neoliberalismo y neofascismo van de la mano). Las condiciones de trabajo resultantes de la crisis, ya existían anteriormente en el sector del arte y la cultura, situando al profesional del arte a la vanguardia de la flexibilidad laboral, de la heroicidad del emprendedor, y de la apropiación del trabajo no-remunerado.
Aún sabiendo que la única salida es el cambio del modelo de producción, seguimos atados a una dinámica de explotación y extracción, que es a la vez el reflejo de un modelo de producción de conocimiento. El Conocimiento Situado de Donna Haraway nos propone un modo de ver el mundo que abandona la mirada omnipresente sobre un objeto pasivo y estable, para buscar una objetividad a partir de una perspectiva parcial. Un conocimiento que corresponde a un sujeto partido y contradictorio capaz de interrogar e imaginar otra construcción de lo real, una visión que no es posesión, sino “imperfección atada” que nos permite juntarnos con otro para ver juntos, sin la necesidad de ser otro. La conexión parcial como fuente de conocimiento.
Quiero abogar por la inexactitud, como Paul Lafargue defendía la pereza, evidenciando como el trabajo, y en este caso el rigor (firmeza), es una enfermedad que delimita a largo plazo, tanto la capacidad de vida como de pensamiento. Lafargue pronostica nuestro mundo: “La pasión ciega, perversa y homicida del trabajo transforma la máquina liberadora en instrumento de esclavitud de los hombres libres: su productividad los empobrece.” La distribución del trabajo, la reducción de la jornada laboral, deberían seguir adelante para propiciar una economía sostenible a la par que nos otorgaría espacio para ser intuitivos y ser inexactos, buscando con ello no un fin, sino un proceso abierto a la curiosidad y al asombro sobre el conocimiento del mundo. El yerno de Marx nos indica un camino para conseguir una sociedad que supere el “dogma del trabajo” para liberarse socialmente, experimentar en las artes y en el amor, gozar y descubrir desde la cama cómo “la máquina es la redentora de la humanidad”. Trazar una línea para conectar pereza e inexactitud es arriesgado, quizá irónicamente fútil, pero me atreveré a conectar a ambas como actividades del deseo, que contienen en sí mismas un disfrute de lo inacabado y del devenir.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)