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La institución está institucionalizada. ¿Quién será el institucionalizador que la re-institucionalizará? Las bromas, que generalmente se usan como una estrategia para romper el hielo, tienen también la facultad de contener ciertas dosis de seriedad. En este caso, la adulteración de un trabalenguas funciona como preliminar para introducir otro cambio: el de la institución artística como adversario o antagonista –en aquello que se conoce como “crítica institucional”- dentro de un debate impulsado por los artistas y otros agentes externos (pero endógenos) hace ya unas cuántas décadas a lo que se ha denominado como “nuevo institucionalismo”. Es decir, la absorción por parte de la institución de la crítica impulsada contra ella misma y su subsiguiente propulsión de un discurso autocrítico desde un adentro que ha terminado por convertir a la propia institución en la solución de sus problemas. La supuesta erosión de la línea divisoria entre un afuera y un adentro institucionales va más allá cuando la institución no sólo ha sido capaz de metabolizar la(s) crítica(s), sino que ha extendido su rango de acción al promover eficazmente una interiorización de sus estructuras en ese espacio que alguna vez supuso un “afuera” o “un más allá”. Ahora que la institución somos todos, gracias al efectivo slogan de Andrea Fraser, quizás sería pertinente preguntar cuán inclusivo es ese “todos”, a quién permite la entrada y si es posible o necesario empezar a construir la oposición de un “otros”.
Sin ánimos de entrar en un debate anclado en lo estéril del monólogo coral, sirva como ejemplo de este “nuevo institucionalismo” el proyecto Relaunch, con el que Ellen Blumenstein se estrena en calidad de comisaria jefe del Kunst-werke Institute For Contemporary Art de Berlín. Visualmente Relaunch es una exposición que no es una exposición: es un decálogo de intenciones que se extiende como un enigma por descifrar a lo largo de casi todos los espacios que conforman el KW. Es más, esta vez el espectador, ese intermitente aventurero preceptivo, tiene mayor territorio de jurisdicción estética con la apertura de espacios y rincones que anteriormente el KW no descubría al público. Sin embargo, de momento y frente a lo que cabría esperar, la dilatación del espacio no significa mayor número de obras o de artistas dentro del edificio. Apenas hay obras o proyectos artísticos en Relaunch. Como si de un ejercicio de marketing se tratase, el proyecto Teasers #1-20 es una campaña institucional de publicidad intencional que nos habla de un futuro todavía por llegar al KW. Un futuro en el que dichas intenciones se verán obligadas a abandonar esa zona de confort precedente en la que habitan los discursos –el lenguaje- antes de que los hechos se encarguen de determinar la coherencia conminante entre palabra y acción.
Haciéndose pasar por portavoz de la propia Ellen Blumenstein (refiriéndose a ella como “Ellen”), el artista búlgaro Nedko Solakov llena las paredes y las salas del KW con frases sencillas, conscientemente pueriles, que intercambian la seriedad y condensación del habitual discurso institucional por la aparente informalidad y diseminación del eslogan desiderativo. Teasers funciona como una estrategia de proximidad con la que el KW –y con él, Ellen Blumenstein representado a la institución mediante Solakov como ventrílocuo- se propone repensarse como centro de arte y, colateralmente, como espacio (semi)público.
Admitiendo la tradición propia del centro, Relaunch propone un presente con ansias de futuro en el que la imaginación al poder esconde los riesgos del poder de una imaginación mediatizada por la institución, aún y cuando sea autocrítica. Porque si bien uno de los potenciales del arte es su alteración de las formas de pensamiento habituales y su capacidad para suministrar nuevas formas de relación con el mundo, siempre cabe la posibilidad de que todo este potencial se quede -como las palabras que forman la arquitectura de los discursos- sin una demostración efectiva que reemplace la contingencia. O que los cambios que el arte cree alcanzar dentro de la institución no consigan traspasar las puertas de un espacio en el que ya la solemnidad jerárquica de cualquier inauguración parece poner en entredicho la volición real de un cambio en los esquemas de relación interpersonal que se dan, tanto en el arte como en la esfera pública general.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)