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Ausencia de interpretación, realidad y lugar. Estos son los tres ejes -que no la temática- que atraviesan la exposición de Marina Núñez, comisariada por Iñaki Álvarez Angul, en la Sala Rekalde de Bilbao. El significado de la visión se encuentra con alguno de sus límites.
Cuando cuestionar la realidad deja de significar preguntarse qué, por qué, cómo o “y si…”; cuando cuestionar pasa a ser una actitud en la que todas esas preguntas se fusionan y entremezclan en un gesto… Entonces, el espectador ya no busca interpretar una obra o una exposición sino que se encuentra en un universo donde la dicotomía entre fantasía y realidad consciente no ha lugar.
A cada instante todos los participantes asumen, queriendo o sin querer, la que fuera la propuesta de Susan Sontag de no «desgajar de la totalidad de la obra un conjunto de elementos». Ello –»evitar ese acto consciente de la mente que ilustra un cierto código, unas reglas de interpretación»- añade un grado de dificultad a cualquier reflexión a posteriori, enormemente tentada por el análisis.
Lo dicen los médicos: en el ojo vago o ambliopía no existe una lesión orgánica que justifique la disminución de la agudeza visual pero sí que le precede una falta de estimulación visual adecuada durante el periodo crítico de desarrollo. Este proceso es un gesto radical en la obra de Luis Buñuel “El perro andaluz”, citada y presentada de forma pura en esta muestra. Eliminamos la que se supone la mitad de nuestra visión para afrontar el mundo interno y externo de una forma nueva y de modo que esta diferenciación pierde su sentido.
Nuevos ojos se abren (Sin Título (Locura), 2007 y Locura,1996), se multiplican (Multiplicidad, 2006) y actúan (Visión 1 y 2, 2007) apelando a un contexto en el que aquel que tiene mayor visión no sabe ni desea ajustarse al lenguaje y sus jerarquías. Una enfermedad que genera realidades. El ojo que crea y asimila multiplicidades. Es la actitud del “puro devenir-loco” de la Alicia de Carroll vista por Deleuze, de la omnipresencia de la paradoja en contraposición a las identidades fijas de Platón; la paradoja, en definitiva, como destrucción del sentido único.
Marina Núñez propone un relato no unívoco pero inevitable: un viaje que parte de la visión del ojo y que desemboca en el ojo (re)generador. En él, la mujer presentada sigue en tensión (Ingenio, 2010) y en un bucle del que desea salir. Pinturas, vídeos e infografías, todas las obras están dotadas de una pincelada onírica que profundiza en estos estados que se traducen en movimientos bruscos, muecas y miradas directas y desbordadas. Sin embargo, la locura –de nuevo- impide pensar en términos de sueños y utopías en esta exposición. El ojo y el cuerpo crean un nuevo lugar que va existiendo pero que (¿aún?) no es.
En realidad, y disculpen la expresión, esta exposición sea tal vez una serie apuntes, como los que en otro momento la artista tomara en sus “Notas para una novela de ciencia ficción” y donde –ahí quede apuntado- ella se advierte a sí misma: “Cuidado no deslizarse a lo onírico: es ciencia ficción, no fantasía”.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)