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Observando la lógica implacable de la exposición del Barbican de Londres “The Bride and the Bachelors; Duchamp with Cage, Cunningham, Rauschenberg and Johns”, resulta sorprendente que no se haya realizado antes. La relación de Duchamp con el resto de artistas mencionados, así como la estrecha relación de estos entre ellos bien lo merece. Esta exposición es una prueba palmaria de que la disciplina de la historia del arte necesita del comisariado para reactivar el pasado presentándolo como actual y vivo. Esta ambiciosa muestra transatlántica vuelve a poner al espectador sobre la pista a Duchamp mientras lo conecta con la recepción de su legado en los Estados Unidos. Partiendo de una idea de Carlos Basualdo y bajo la iniciativa del Philadelphia Museum of Art, “The Bride and the Bachelors” sirve para observar las obras capitales de Duchamp ahora bajo una nueva luz, enriqueciéndose de las lecturas cruzadas y múltiples de Cage, Cunningham, Rauschenberg y Johns. El resultado de tanto talento junto solo puede ser brillante, más si la propia exposición funciona como un dispositivo integra o una máquina espacio-temporal.
Gran parte de esta organicidad se le debe al artista francés Philippe Parreno, quien ha realizado la mise en scène. No sorprende que haya sido éste quien ha dado forma, acostumbrado a proporcionar sentido a sus propias exposiciones individuales como una suma de ambientes, sonidos, luces y obras realizadas muchas de ellas en colaboración. Es como si este principio de colaboración, que para el artista francés es tan importante se hubiera proyectado al pasado y a otros artistas históricos. Conviene recordar que Parreno ha sido siempre un admirador y seguidor de esos mismos artistas que ahora organiza. Es el caso de la inclusión de White Painting (1951), de Robert Rauschenberg, en una de sus exposiciones anteriores. En 2001 Parreno rodó en Noruega una pequeña película a modo de anuncio comercial de un minuto de duración bajo el titulo de El sueño de una cosa (The Dream of a Thing). Un año más tarde, en el Portikus de Frankfurt, la proyectó sobre la pintura de Rauschenberg durante 4 minutos 33 segundos, un guiño explícito a la célebre obra de Cage. Todo un recordatorio del cuestionamiento del objeto por medio del desplazamiento y el sometimiento a las variantes de contexto que conforma su arte. Con estos antecedentes, no sorprende que Parreno se encargue de activar un dispositivo que, afortunadamente, no tiene nada que ver con lo “relacional” (a no ser que alguna mente deformada lo vea todavía de ese modo). Lo que se ofrece a la vista bien merece la pena. En la planta baja se dispone La novia (1912) obra emblemática de Duchamp que desencadena el resto de la “máquina” expositiva, pasando acto seguido a La novia desnudada por su solteros, incluso, El gran vidrio (1915-1923). En el centro del espacio se sitúa un “dance floor” para representaciones de danza y performance mientras que del techo cuelga Walkaround Time (1968), la escenografía creada por Jasper Johns bajo la inspiración de El gran vidrio, y que el pintor ideó durante su periodo de director artístico en la Merce Cunningham Dance Company desde 1967 a 1980. Todo un ejemplo de colaboración interdisciplinar entre los artistas. Esta parte resulta históricamente valiosa y expositivamente admirable. A ello se le suma una banda sonora que recorre el espacio. El espectador puede leer lo que está escuchando gracias a unas cartelas luminosas oscilantes denominados “fireflies”. La orquestación de esta banda sonora introduce un aspecto fantasmal, abstracto y de una enorme poética. Por ejemplo una de esas bandas sonoras es una pieza de danza que el espectador solo puede oír. Parreno grabó los pasos y ruidos de una pieza de Cunningham en Nueva York y ahora la pieza “se escucha” en el escenario vacío e iluminado del Barbican. En la planta superior la exposición se prolonga creando asociaciones todavía más entretejidas entre todos los artistas. El baile con Duchamp se mantiene durante mucho tiempo en el aire. Pasen a verlo.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)