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¿Un nuevo papel para el arte en la identidad china? La política, y la crítica política, parece desaparecer en el arte contemporáneo chino para dar paso a uno de los temas que está siempre por encima: los desastres naturales y nuestra identificación como víctimas. Desde la espectacularidad las emociones parecen ser más grandes.
La Gran China nos abraza y nos protege del peligro. Esta es la narración estrella que articula los discursos de los medios de comunicación en el reino medio. La imagen de un país fuerte, hoy motor y ejemplo del mundo, no puede verse puesta en cuestión por la crítica humana. Al contrario, el contrapoder a un poder tan magno sólo puede corresponder a un agente de igual tamaño, los desastres naturales.
Entendiendo que se ha alcanzado la edad de la sociedad harmónica, en la que los esfuerzos y penurias de décadas pasadas son compensados con una fiebre consumista sin parangón, desarticuladas quedan las posibilidades de imaginar cambios y protestas, dudas y puntualizaciones. Las opciones que desde el arte hay para crear imágenes que apelen a la diferencia política son nulas.
Si los dioses sólo pueden batirse con titanes para librar una justa equilibrada, el país del tigre y el dragón es hoy el escenario para la revisión de estos enfrentamientos. Al gran poder del pueblo unido sólo le plantea dificultades el antojo de una tierra que no obedece a la necesidad de harmonía.
La obra Hope tunnel (Túnel de esperanza), del artista Zhang Huan, recuerda a los permanentes mensajes de lucha contra la adversidad natural que llenan la televisión. Ésta se compone de los restos de un tren de mercancías que fue atrapado por una avalancha en el terremoto de Sichuan en el año 2008. Los vagones, quemados en el incendio, llenan la sala grande del Ullens Center for Contemporary Art. Con luz tenue, el espectador camina entre las presencias que quedan de la catástrofe. Es posible asomarse a los vagones, imaginando toda clase de horrores y angustias.
Un escenario idóneo para apelar al recurso de la empatía popular con las víctimas, una estética nacionalista basada en el ascesis alcanzado por una nación que trabaja y se esfuerza unida. La espectacularidad de la pieza y del proceso de extracción y transporte del tren, así como el tamaño del equipo y el personal implicado, visten el trabajo de odisea cuasi mitológica sobre la lucha del trabajador contra la naturaleza.
El gran teatro que construye China encuentra, en cierta producción cultural contemporánea que cuenta con el apremio del gobierno, un objeto edulcorado con el que presentar al turista el tecnócrata discurso oficial.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)