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Las seducciones de la alteridad

Magazine

10 junio 2008

Las seducciones de la alteridad

Las prácticas de investigación, documentación y exploración artística obligan a un cuestionamiento sobre nuestra aproximación a la alteridad y de las premisas epistemológicas y éticas en las que se sustentan. Es necesaria una autoreflexividad que cuestione y problematice los juegos de poder que permiten a unos observar y a otros convertirse en el objeto de exposición y mirada. En definitiva la exposición de Collins plantea elementos propicios para abrir reflexiones ¿Es posible, hoy en día, asistir y contemplar sin estetizar, sin convertir la alteridad y la experiencia de otros en panorama?


Hasta el 24 de agosto se exhibe en CaixaForum una selección de tres vídeos en pantalla múltiple de la artista Hannah Collins acompañados de una serie de fotografías relacionadas en medio y gran formato. Aunque reconocida principalmente por su trabajo fotográfico (en Barcelona con diversas exposiciones en la Galería Joan Prats y una más en el Centro de Arte Santa Mónica), en esta ocasión se resalta principalmente una muestra de su obra fílmica más reciente. La exposición cuenta con una producción sumamente cuidada: proyecciones multipantalla que hacen de los vídeos una polifonía de rostros y cotidianidades; fotografías de gran formato que engullen y seducen al espectador. Collins continúa explorando aquellos temas constantes en su obra: la huella, el paso del tiempo; particularmente en este caso la movilidad contemporánea, los significados de la tradición y el desplazamiento, el territorio, los márgenes.

Ya en trabajos anteriores Collins ha planteado un interés por comunidades ubicadas en los márgenes, obligadas al desplazamiento o en situaciones confictivas de transición muy relacionadas con el territorio (Signs of life, 1992; In the course of Time, 1994-1996; The Hunter’s Space, 1993-1994). En esta ocasión encontramos tres vídeos que se sitúan entre la labor documental de investigación y el ejercicio de actuación y recreación: Historia en curso (2007) presenta un día en la vida de una familia rusa mostrando los contrastes e inestabilidades entre las condiciones pre y postsoviéticas; La Mina (2001-2004) es una aproximación a la comunidad gitana ubicada en el barrio del mismo nombre en Barcelona; y por último Paralelo (2007) es una pieza inédita que a través de tres pantallas simultáneas contrasta las historias de tres personas que provenientes de África han migrado a Europa.

Al ubicar el proyecto de Collins como cercano al documental de observación y a la investigación vale la pena resaltar la cercanía de su obra con las formas de trabajo y aproximación al campo de estudio de la antropología. Y luego con ciertas discusiones que se han venido dando en las ciencias sociales en las últimas décadas, particularmente en lo que toca a la supuesta imparcialidad implicada en la mirada a la alteridad y al exotismo, y a las versiones que de esto se construye. En ese sentido esta reflexión permea, pero también trasciende la exposición de Collins: debe reconocerse la calidad formal del proyecto y su rigurosidad en el proceso creativo, y a la vez traer al debate de la producción artística una pregunta sobre las relaciones de poder implicadas en aquellos que cuentan con los medios y la movilidad para registrar, hacer de lo(s) otro(s) una obra y posteriormente exhibirla a terceros, espectadores de una alteridad domesticada.

Respecto a su trabajo en Paralelo (2007) Collins ha dicho: “cada pantalla será como una versión condensada de muchas vidas acumuladas en una: el protagonista traerá al film su vida y la vida y cultura de otros”. En este esfuerzo por mostrar la diversidad de tres experiencias paralelas es necesaria la delimitación de una clara alteridad: ellos, los inmigrantes, los otros. El mito de nuestros tiempos ha sido el de creer que el desplazamiento y la imagen nos permite conocer a los demás, ése es el encanto de los lugares lejanos o ajenos, ya en distancia o en experiencia, y de sus representaciones. Para abordar esta persecución contemporánea de la alteridad puede hacerse uso del concepto ‘cosmopolitanismo global’: la capacidad de la gente para abrirse a otros que se encuentran frecuentemente lejanos, una orientación, un interés por involucrase con lo Otro, una posición de apertura y una habilidad para reflexionar y juzgar estéticamente diferentes naturalezas, lugares y sociedades. “Abigarrada mezcla de experiencias culturales”, un contacto con la diferencia a partir de objetos que presentan una actitud sencilla y amable, un interés por supuestas oportunidades de apertura a una alteridad que es regulada y suavizada al asumir (y evitar) los potenciales de disonancia y confrontación.

En el trabajo de La Mina, Collins señala su intención de dar voz propia a una cultura invisible y poco explorada (la gitana). En este sentido la antropología ha realizado agudas reflexiones: ¿qué estatus de autoridad goza el investigador (o el artista) para dar voz a los otros, aun más, de asumirlos carentes de voz y por ello necesitados de que ésta les sea devuelta por otro con más poder? Y luego, extraídas del contexto de su comunidad, ¿a quién y con qué sentido hablan estas voces? Paradójicamente ni gitanos ni inmigrantes acudirán a la contemplación de su propia escena en el contexto expositivo, su presencia sera únicamente aquella mediada por la imagen. Si en la calle nos topásemos con aquella mujer gitana y este hombre llegado de Camerún, ¿nos detendríamos a escuchar su historia? ¿Cómo es que resulta tan natural hacerlo en el entorno de una exposición?

Las nuevas tecnologías y los cambios en los medios de transporte nos han permitido un acceso masivo y veloz a la contemplación de los otros. Ya sea a través del viaje, de la televisión, en museos, internet o de las observaciones de las ciencias sociales, la alteridad es captada en imágenes que viajan, se desplazan y a las que nos desplazamos con facilidad. Estas prácticas de investigación, de documentación y de exploración artística obligan a un cuestionamiento sobre nuestra aproximación a la alteridad y de las premisas epistemológicas y éticas en las que se sustentan. Es necesaria una autoreflexividad que cuestione y problematice los juegos de poder que permiten a unos observar y a otros convertirse en el objeto de exposición y mirada. En definitiva la exposición de Collins plantea elementos propicios para abrir reflexiones ¿Es posible, hoy en día, asistir y contemplar sin estetizar, sin convertir la alteridad y la experiencia de otros en panorama?

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