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La Galería Nogueras Blanchard expone en Madrid un conjunto de instalaciones del artista argentino Leandro Erlich, cuyo trabajo ha sido presentado anteriormente en dos ocasiones en esta misma galería, y que también pudimos ver en el Museo Reina Sofía en 2008. En aquella ocasión, construyó en la Plaza Nouvel una instalación a modo de torre que simulaba ser un bloque de apartamentos donde el espectador, a través de una serie de espejos estratégicamente colocados, perdía la orientación y el sentido del espacio. Es habitual encontrar en los trabajos de este artista efectos visuales que crean espacios imposibles, y para ello se vale de la simulación, la ilusión óptica, espejismos y elementos escenográficos. Nada nuevo en la Historia del Arte, sólo que Erlich añade un componente más o menos lúdico a sus obras, en las que el espectador otorga un sentido final a través de su mirada y experiencia en participar en el «juego».
En esta ocasión, Leandro Erlich presenta un trabajo de cinco piezas, cuatro «ventanas» y una escultura. Lost Garden (2009), la primera de ellas, y que da título a la exposición, consiste en la construcción-simulación de dos ventanas, en el interior de las cuales podemos ver un jardín. Unos espejos multiplican la imagen de varias plantas para dar la sensación de que nos encontramos ante un vasto jardín, cuando en realidad el espacio es mucho más pequeño. Al volcarnos al jardín podemos ver nuestra imagen reflejada en los diferentes espejos, ya que es la participación del público, la nuestra, la que otorga sentido a la pieza. Como todas las obras de Elrich, es ambigua y juega a confundir lo que es la realidad y la percepción que tiene el sujeto que la contempla.
Las cuatro piezas restantes, tres «ventanas» más y una escultura, han sido realizadas todas ellas en 2013. La primera de ellas, Archaelogical Storm, es una ventana rota y reconstruida con esmero donde podemos ver, a través de una serie de artefactos de luces, un paisaje tormentoso con truenos y rayos incluidos. La siguiente de las ventanas Window Captive Reflection es una superposición de diferentes imágenes del interior de un espacio y el movimiento de los árboles en planos superpuestos. La tercera, Monte-Meubles, que pudimos ver expuesta durante la pasada feria ARCO, son las ventanas dobles de un avión, a escala real, donde se visiona el paisaje del cielo que deja atrás.
Por último, encontramos en medio de la sala la escultura Rowing Bote, Captive Reflextion, que representa un bote con remos apoyado sobre un espejo rectangular. En el reflejo del espejo podemos ver proyectadas las ondas del agua que produciría el movimiento del bote, pero si nos fijamos con atención, descubrimos que en realidad estas ondas son la morfología real del objeto. El artista no trunca la imagen sino que descubre la forma existente y nos hace plantearnos lo que percibimos como real.
A pesar de tratarse de una exposición con piezas sencillas, que no llegan a la complejidad conceptual ni técnica de otros de sus trabajos, y carente también de este componente lúdico del que el artista en ocasiones abusa, se trata de un conjunto que se supone persigue lo mismo que el resto de su producción, es decir, cuestionar la realidad tal como la percibimos. Sin embargo, al recorrer la muestra se tiene la sospecha de que detrás de tanta ventana-pantalla no haya mucho más que ver ni cuestionar, por lo que sólo queda recrearse en la propia contemplación del simulacro-objeto.
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