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«Un i-phone para cada uno de nosotros, una casa para mi madre, unas vacaciones sorpresa a Jamaica, un tobogán gigante, una fiesta en el McDonald’s del barrio…» Es principios de septiembre en el ‘East Side Youth Club’ en Bow, East London. Un grupo de niños de entre ocho y doce años deben decidir colectivamente -y es de esperar, democráticamente- cómo gastar la jugosa suma de 7.000 libras esterlinas. Su benefactora es la artista Pilvi Takala, ganadora del Premio Emdash de este año para realizar un proyecto en Frieze Projects a través de una residencia trimestral en Gasworks, “El comité”.
Takala quería crear algo que pudiera extenderse más allá de la feria de arte, así que puso el dinero del premio en manos del ‘East Side Youth Club’, y se aseguró de crear un espacio de posibilidades ilimitadas: sin paternalismo adulto, moralismos o sistemas categóricos de recompensa.
En el campo de la pedagogía hay un debate constante entre la educación tradicional y la alternativa. A grandes rasgos, mientras la primera se centra en el plan de estudios y entiende al niño como un ser inmaduro que, a través de una formación dogmática, estará cualificado para un futuro remoto; la segunda es participativa y concibe al niño como un ser completamente comprometido que, mediante un proceso experiencial de aprendizaje y desaprendizaje, desarrolla todo su potencial como un agente social. En el primer caso el niño pasa de verde a maduro. En el segundo, el niño ya es alguien capaz; o en palabras del maestro progresivo John Dewey: «La educación es un proceso de vida, no una preparación para la vida futura.»
Por lo general, la infancia es vista como un estado intermedio, un limbo compartido donde los niños ensayan sus destinos y el sueño de una carrera próspera. A lo largo de la historia, diferentes movimientos pedagógicos han desafiado este estado pasivo y quizás ingenuo, cada cual conllevando un preciso programa político para sus más jóvenes. La Pedagogía Crítica de Paulo Freire animaba a los estudiantes a desarrollar una conciencia de la libertad y a asociar el conocimiento con el poder. La Escuela progresiva de John Dewey apostaba por metodologías democráticas e interactivas, con el fin de lograr el progreso y la reforma social. Mientras tanto, la Escuela Moderna del anarquista Francesc Ferrer ya ofrecía un espacio revolucionario en sí: un programa no jerárquico, anti-dogmático, contra-cultural, que promovía el intercambio de habilidades y el colectivismo dentro de sus comunidades. Más allá de sus diferencias, estos movimientos comparten un conjunto básico de principios: los niños no son objetos pasivos, sino sujetos con un papel activo en la sociedad; el aprendizaje debe ser presente, integral y experiencial, no un ensayo de aficionados para la vida futura; y la escuela es un forma de comunidad, por lo tanto, los estudiantes ya están participando en la sociedad.
Volviendo al proyecto de Pilvi Takala para Frieze, el 18 de octubre el grupo de ‘East Side Youth Club’ está sentado alrededor de una mesa grande en Frieze Projects,que recrea de algún modo su familiar centro comunitario. El veredicto final de la comisión es audaz y memorable «una casa hinchable de cinco estrellas.» Las ansiedades de los adultos son aliviadas al instante: los niños no fracasaron, no dividieron el dinero entre ellos, no se lastimaron o devoraron toneladas de dulces. Trabajaron juntos para crear algo que los representa, podríamos decir un proyecto de arte colorido, alegre y dinámico. Tiene «un inodoro que escupe viento al saltar sobre él, y una pared de velcro, para que las personas con trajes de velcro puedan adherirse a ella». Será inaugurado en Victoria Park, en el este de Londres, para que otros niños puedan unirse a las festividades. Pero más allá de todo esto, la ‘Bouncy House’ (casa hinchable) es una empresa social: puede ser alquilada para eventos privados con el fin de recaudar fondos para ‘East Side Youth Club’ y para la investigación del cáncer. Al añadir esta dimensión, parece que los niños son plenamente conscientes de los recortes continuos en el bienestar social, las luchas económicas para combatir enfermedades, y la presión actual sobre los centros comunitarios para convertirse en emprendedores. Y su respuesta es un producto único, con su propia estrategia de marketing y branding, que puede generar entretenimiento e ingresos para sus comunidades. Demuestran así sus conocimientos y capacidad de acción constructiva para el cambio social. Al fin y al cabo, podrían simplemente haberse ido a Legoland.
Emdash Award 2013: Joe’s view on buying from Frieze London on Vimeo.
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