Buscar
Para buscar una concordancia exacta, escribe la palabra o la frase que quieras entre comillas.
En A*DESK llevamos desde 2002 ofreciendo contenidos en crítica y arte contemporáneo. A*DESK se ha consolidado gracias a todos los que habéis creído en el proyecto; todos los que nos habéis seguido, leído, discutido, participado y colaborado. En A*DESK colaboran y han colaborado muchas personas, con su esfuerzo y conocimiento, creyendo en el proyecto para hacerlo crecer internacionalmente. También desde A*DESK hemos generado trabajo para casi un centenar de profesionales de la cultura, desde pequeñas colaboraciones en críticas o clases hasta colaboraciones más prolongadas e intensas.
En A*DESK creemos en la necesidad de un acceso libre y universal a la cultura y al conocimiento. Y queremos seguir siendo independientes y abrirnos a más ideas y opiniones. Si crees también en A*DESK seguimos necesitándote para poder seguir adelante. Ahora puedes participar del proyecto y apoyarlo.
Además de exposiciones dedicadas a Marcel Duchamp dos novedades editoriales sobre el artista icono del siglo XX devuelven actualidad a su obra y vida. Por un lado, la traducción al castellano de la biografía que escribió el crítico de arte francés Bernard Marcadé. Y, por otro, el estudio sobre las estancias de Duchamp en España escrito por Pilar Parcerisas
La figura de Duchamp reaparece de tanto en tanto: olvidado con el expresionismo abstracto, Rauchemberg y compañía se volvieron a fijar en él; anulado mientras el regreso a la pintura causaba furor en los ochenta, durante los años noventa reaparece… Y ahora parece vivir una nueva eclosión: la exposición de la Tate sobre la relación Duchamp, Picabia y Man Ray que pudo verse el pasado verano en Barcelona; ahora la Fundación Proa en Buenos Aires recupera su figura para los porteños; y dos novedades editoriales en castellano, la biografía que hace un par de años escribió Bernard Marcadé y un breve ensayo de Pilar Parcerisas sobre la relación de Duchamp con España.
El primero, publicado por Libros del Zorz de Buenos Aires, era esperado, sobre todo por todos aquellos que habíamos leído la de Calvin Tompkins: llena de inexactitudes, vulgar y que destila una falta de aprecio por la obra y la persona de Marcel Duchamp que más parece el retrato de un tipo retraido y deprimido que el vitalista que durante muchos años fue. Por el contrario, Bernard Marcadé es crítico e historiador del arte y eso se nota. De entrada, por el amplio conocimiento de la obra y aprecio de Duchamp, por la investigación que revela datos hasta ahora desconocidos, por apreciaciones que ponen en contexto la época, amistades e influencias de Duchamp (la referencia a «les fumistes», verdaderos Dada avant la lettre es impagable).
Pero además hay un detalle que resume el tipo de aproximación que se propuso Marcadé: en las páginas iniciales aclara que de Duchamp se ha dicho en muchas ocasiones que su verdadera obra fue su uso del tiempo, que su vida fue su obra, y sin embargo nadie desde el arte y la crítica de arte se había propuesto relatar esa vida. Sí, muchos se han dedicado y nos hemos dedicado a destacar las miles de anécdotas que circulan sobre Duchamp (y más por Cataluña, con la búsqueda de sus apartamentos en Cadaqués, las peregrinaciones al Melitón o a Les Escaules, en todo ello entra el libro de Pilar Parcerisas). Pero a la hora de enfrentarse a un texto crítico sobre Duchamp la cuestión cerebral parecía obligar a la contención, a una distancia, al famoso retard duchampiano aplicado en la producción crítica sobre su obra. Esto es lo que salva Bernard Marcadé. Y lo hace sin distanciarse de la obra, es la obra duchampiana la que establece el hilo del relato. De tal manera, que finalmente, esta biografía de Duchamp se convierte en uno de los mejores ensayos escritos sobre el artista. Más aún cuando parecía que ya no se podía decir más.
También parecía que ya se sabía todo sobre Duchamp, que se tenían controladas todas sus obras, et voilà!, este verano descubríamos la última «obra» de Duchamp: una chimenea anaglifa en el último apartamento que habitó. Muy posiblemente aprovechando el empuje de este hallazgo (que no lo es tanto, evidentemente mucha gente sabía que existía y donde estaba) Siruela ha publicado un pequeño ensayo de Pilar Parcerisas sobre Duchamp en España. Lo primero que llama la atención es el título, «Duchamp en España», cuando más bien se trataría de «Duchamp en Cataluña» y, si mucho se me apura, Duchamp en el Ampurdán, ya que salvo un primer viaje iniciático con Katherine Dreier por el sur de España y la famosa exposición del «Nu…» en Barcelona, la relación de Duchamp con la Península se focalizó en Cadaqués y algunas poblaciones cercanas. Y ya dentro del libro llaman la atención otras expresiones como que La Caula (donde Duchamp se hizo la famosa foto con una caula, una cascada, detrás y que sirvió de referencia para «Etant Donnés») es un término que proviene del «vascuence», aunque no se aclare más. Expresiones como vascuence (a no se ser que se refieran a algo que se me escapa) escuecen tanto en los ojos (sí, en la retina) como «vacongadas».
Sin embargo, si lo que se espera encontrar en este libro sobre Duchamp y España es un relato pormenorizado de las estancias de Duchamp en Cadaqués, sobre cómo llegó a ser invitado por Dalí, sobre la relación con éste dado que se veían con frecuencia, sobre sus visitas y otros invitados, sobre donde iban o sobre que hacían, el libro aporta escasos datos suplementarios de los que aporta el de Bernard Marcadé. Lo que sí hay es interpretación de los trabajos que realizó en aquel contexto, con especial atención, obviamente, a «Etant Donnés». Una interpretación que en ocasiones roza lo hagiográfico estirando al límite la importancia de la famosa fotografía en el merendero de La Caula (una bonita excursión, aunque mejor no quedarse a comer ahí), las piezas para la alcachofa de la ducha de su apartamento en Cadaqués o, ese último descubrimiento, la chimenea… en fin, una chimenea.
Y es que lo de Duchamp se puede estirar hasta el extremo y llegar hasta un juego cabalístico sobre todo lo que tocó o hizo. De ahí el valor de la biografía de Bernard Marcadé, que aguanta el tipo y lo lleva todo a un nivel de cotidianidad.
Quizás esa tendencia a hacer de cada hecho, cada cosa tocada por Duchamp, un objeto propicio a la hagiografía viene determinado porque Duchamp es seguramente el último artista moderno. ¿Cómo interpretar sino esa vida bohemia que llevó? El mismo Duchamp en una de sus últimas entrevistas hablaba de que ese tipo de vida fue posible en un mundo que era más estrecho (menos global diríamos hoy) de lo que ya empezaba a ser a finales de los sesenta. Por ejemplo, citaba, que ya no era posible llevar una vida en la se hubiese reducido el gasto económico al mínimo y que, sin ir más lejos, siendo pragmático, los precios de los talleres, las posibilidades de comer a cambio de obra (o ir al dentista) ya no eran posibles. Desde entonces el capitalismo más atroz no sólo ha conquistado el mundo, también el mercado del arte. En esa interpretación, de Duchamp como el último moderno, la óptica a rescatar es la de un artista, el último bohemio, que no pensaba tanto en la obra, como en hacer cosas, muchas de ellas para sus amigos, para un círculo cercano. Desde ahí se pueden recuperar discursos que frente a palabras como lo internacional recuperan otras como el contexto de trabajo. Y quizás por ello no es casual que la requeterecuperación de Duchamp actual coincida con momentos de crisis. Además de la primacía del contenido sobre la forma (un paradigma de las crisis), esa recuperación también traería consigo la de sus formas de entender producción en arte (otra vez, producción de contenidos) o como pensar los circuitos, los lugares o las conexiones que conlleva la producción cultural.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)