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Metros, leña y cenizas. Una acción de Black Tulip en Halfhouse

Magazine

08 marzo 2013
Black Tulip - en acción

Metros, leña y cenizas. Una acción de Black Tulip en Halfhouse

Debían encontrarse todos el pasado viernes para ir a buscar el árbol, pero el mal tiempo y el presentimiento de un mal camino les hizo retrasarlo al sábado; y entonces, sí: se reunieron todos a las nueve de la noche para distribuirse tareas y comenzar a subir, montaña arriba, hasta donde estaba el árbol.

Un tronco de unos trece metros aproximadamente, de madera de pino y ramas con piñas, les esperaba acostado en el suelo, al lado del camino. Bien calzados y armados con luces frontales y guantes de goma, unas veinte personas tomaron el árbol y empezaron a deshacer el recorrido, pendiente abajo; por un camino estrecho de piedras y barro primero, y entre coches y bicis después.

Dicen que esta vez todos ellos son Black Tulip. También dicen que desde las casas que hay al pie del funicular de Vallvidrera, se podía ver a ratos un cúmulo de luces que bajaba lentamente entre los árboles, aproximándose despacio. Y así era, el tronco muerto se dirigía derecho a una de estas casas.

Después de superar la parte más difícil y arriesgada, en la que los trece metros de árbol cortaban de manera perpendicular la carretera; finalmente el pino entraba por una de las ventanas de Halfhouse, atravesaba la habitación y se metía directamente a la chimenea. El tronco, el doble de largo que la habitación en la que se había introducido, sacaba su copa por la ventana, impidiendo así cerrar esta abertura de la casa y configurando una escena ciertamente surrealista pero del todo real. Eran las once y media de la noche y el fuego de la chimenea empezaba a consumir el árbol, un proceso que duraría sorprendentemente menos de una semana (07/03/2013, 04:39h : 0 metros) y que iría acompañado de muchas idas y venidas al bosque, en busca de leña; de muchos visitantes a Halfhouse, y de una continuada vela. Dicen que todos los que han velado el árbol son también Black Tulip.

Durante el proceso, el espacio protagonista de Halfhouse ha sido la habitación de la chimenea. Sillas a ambos lados del tronco, que con fuerte presencia escultórica, dividía por la mitad la estancia. Este espacio se ha convertido en el punto de encuentro, mientras que la sala que normalmente se dedica a la exposición de obra artística ha adquirido el rol de dormitorio, lleno de sacos de dormir y mochilas de aquellos que han acompañado al tronco hasta la consumación de su final.

El ritmo al que quemaba la madera marcaba el compás del tiempo dentro de Halfhouse, que no se contaba en minutos u horas, sino en metros, leña y cenizas.

La acción ha consistido en un ritual del hacer, que partía del planteamiento de ir a buscar un árbol muerto, caído en el bosque, y entre una veintena de personas llevarlo a pie hasta un contexto expositivo, entrarlo por la ventana hasta la chimenea y velar su incineración. Y no sólo planteárselo, sino lo más importante: hacerlo. Hacerlo y utilizar la chimenea de una manera incorrecta, utilizar la casa para algo que supuestamente no servía y mostrar, una vez más, que el arte se elabora a sí mismo, configurando sus propias nomenclaturas, y que puede auto-legitimarse por el simple hecho de llamarse a sí mismo como lo que es.

Durante todo el proceso no he podido dejar de pensar en el barco de vapor que Werner Herzog hizo mover por una colina en el rodaje de «Fitzcarraldo», en 1982.

Anna Dot nació un domingo de abril. Es de Torelló y trabaja entre dos mundos que no percibe separados de ninguna manera: el de la producción artística y el de la reflexión sobre los contextos artísticos a través de la escritura.

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