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Chus Martínez es la directora del Instituto de Arte en FHNW Academy of Arts and Design en Basilea. Ha sido directora artística de Sala Rekalde (Bilbao), directora de Frankfurter Kunstverein, conservadora jefa en MACBA (Barcelona) y Museo del Barrio (Nueva York) y fue jefa de departamento y miembro del Core Agent Group de dOCUMENTA(13) en Kassel.
MM: Estás dirigiendo el Instituto de arte en FHNW Academy of Arts and Design en Basilea. Al mismo tiempo, compaginas tu trabajo con otras posiciones institucionales más flexibles, como es el caso de tu vinculación con TBA21 en su vertiente más experimental en relación con el aprendizaje. ¿Cómo combinas los trabajos? ¿Está todo relacionado?
CM: Para mi es importante que todo se relacione, que los alumnos sepan de todo lo que hago, pero conceder a todos aquellos con los que trabajo la posibilidad de interpretar como se relacionan las diferentes actividades. Siempre pensé que la redefinición del currículo del Instituto, en colaboración con todo el equipo debería corresponderse con mi visión como curadora: naturaleza, género y etnicidad. Cualquier decisión –como la de colaborar con TBA21 Academy—debe también entrar en ese escenario especulativo, donde lo mas importante son los valores que conectan la producción artística con el respeto a la vida, con los valores de la naturaleza y con el horizonte de un mundo en igualdad. Todos los que trabajan conmigo saben que el Instituto no es nada que pueda separar de ningún otro aspecto, mi ideal de vida es el entrelazado de ideas y de quienes las hacen posible. Socializarlo todo siempre ha sido una meta. Soy de pueblo.
Chus Martínez. Foto: Nici Jost
MM: Si miramos unos años atrás, podemos recordar el impacto que supuso la conexión directa entre las exposiciones de fin de curso en Londres y la figura de Saatchi. Estudiantes esperando al collector que podría cambiar sus vidas. Y bien, (YBA) Young British Artists tiene mucho de este salto directo entre el contexto educativo y un mercado institucionalizado del arte.
CM: Es cierto, el mundo fue así un rato. Nunca tuve nada que ver con ello y desde luego el mundo que se avecina será muy distinto de esa estructura en la que los coleccionistas vuelvan a tener esa influencia, tendrán otra. Ese mundo era muy dependiente de estructuras pasadas, de formas de entender la propiedad y el capital, esas formas están seriamente en peligro, no ya por la situación actual sino desde mucho antes. Por delante tenemos el fin de ese ancient regime, de ese modo de codificar y estratificar los grupos de influencia y afluencia social. Podemos perfectamente imaginar que en un futuro próximo arte y artistas experimentaran un maridaje sin precedentes con la tecnología, pero también otras formas de interacción social, un nuevo arte político, si quieres denominarlo así.
MM: Me interesa lo que comentas sobre otras formas de interacción social entendidas como algo político desde el arte. Hablamos del trabajo de artistas, pero también lo podemos hacer sobre las estructuras. Estructuras que necesitan repensarse para nuevos ritmos y, seguramente, para formular nuevas ideas sobre cómo comprender el mundo. En el contexto educativo está clarísima la importancia del aprendizaje constante, a lo mejor es algo que se ha perdido en otros formatos institucionales pensando que aprender era sinónimo de mostrar debilidad.
CM: Sí, creo que nociones como innovación y la presión sobre las instituciones en relación con el numero de visitantes (y los presupuestos) ha relativizado la capacidad de aprendizaje real de las instituciones. Por ejemplo: ahora hablamos de formatos digitales, pero la estandarización de las plataformas es tal que lo que se ofrece es muy parecido. Resulta difícil salirse de las formas marcadas por las plantillas. Colaboraciones, igual, es pesado y difícil colaborar. Todo debe tener un fin y la justificación del mismo mueve colaboraciones que, en el fondo, no son tales. Hay infinitos ejemplos de cómo las formas espontaneas-en la base del aprendizaje—están en peligro permanente de extinción.
MM: Durante dos años estuve comisariando las exposiciones de fin de temporada en Konstfack, una de las universidades de arte en Estocolmo. De golpe, estás comisariando algo con 180 artistas que necesitan diálogo y apoyo a la producción de obra nueva. En términos de tamaño es mucho mayor que la mayoría de bienales en el mundo y el equipo necesario para que todo salga bien es evidentemente grande. La repercusión mediática también es importante y el público va a buscar la sorpresa. ¿Cómo lo planteas en Basilea?
CM: Desde que llegué hace casi seis años decidí plantear la exposición de graduación como plantearía una bienal importante. En primer lugar, formar un equipo de producción y dedicar un año entero a reunirse de forma regular con las dos familias de artistas que conforman la exposición, el tercer año de bachelor y el segundo de máster. Mi segundo paso fue buscar mi compañera de viaje en esto: Ines Goldbach; Carolyn Christov-Bakrgiev; Filipa Ramos; Sofia Hernadez, Nikola Dietrich… Diseñar entonces una estrategia para interpretar las obras y comunicarlo con los artistas de modo que todos los que participan puedan entender la totalidad de algún modo. Es un año de trabajo intenso que se abre a la ciudad en un día en la Kunsthaus Baselland. Al principio nadie se lo tomaba muy en serio. Estas exposiciones de “estudiantes” no parecían relevantes para lo que les pueda suceder después como individuos, algo mas interesante para el mercado. Pero poco a poco, la cita se ha convertido en un modo de pensar la relevancia e importancia de las generaciones mas jóvenes, sus intereses, cuales son sus referencias, y cuales son los horizontes que ellos construyen y como estos complementan otros, definidos por generaciones pasadas. Para mi es emocionante ver como ahora la exposición es importante para la ciudad, incluso –emocionalmente—muy importante.
MM: Recuerdo los momentos en ver quiénes eran las personas que estaban contigo en la exposición de graduación: leía los nombres seleccionados casi como un statement; tienes a personas que trabajan al máximo nivel del arte internacional en contacto directo con estudiantes y trabajando para su exposición. Aquí hay un cambio en las normas del juego.
CM: La lógica es simple, la exposición de graduación es, sin duda, una de las exposiciones mas importantes para estos artistas jóvenes. Representa su primer contacto con formas institucionales y su primer diálogo profesional con curadores y escritores sobre su proceso de producción. Por otro lado, esa exposición es también crucial para mi. Trabajo un año en ella, con la comisaria invitada, así que pretender que no tiene la importancia de otras exposiciones seria ejercer un prejuicio negativo sobre mi propio trabajo. La respuesta de la ciudad, por otro lado, se ha ido ajustando a ese rigor, al trabajo y la propuesta de contenidos y valores que ofrecemos. Es casi una cita imprescindible, en la que nadie, por otro lado, se atreve a preguntar un precio, como no lo harías en ninguna exposición institucional, pero de donde salen muchas invitaciones a los artistas para seguir trabajando.
MM: En el ecosistema institucional del arte hemos visto como las escuelas se convertían en algo más que escuelas. Muchos de los centros educativos tienen más material técnico que la mayoría de centros de arte (proyectores de video, capacidad de producción, espacios expositivos…) y además pueden tener un programa de invitados flexible. Hay algo también interesante en relación con la posición emocional de las personas que están estudiando y su deseo por descubrir i experimentar. ¿Estamos frente a un cambio estructural?
CM: Espero que sí, las escuelas son ecosistemas que producen, hablan, piensan y tienden puentes a la colaboración. Son verdaderos lugares de reflexión no cuartos de bártulos o instituciones secundonas si las comparas con otras de supuesto primer orden. No hay primeros y segundos ordenes, solo coexistencia y posibilidad.
MM: De algún modo es como si de golpe se multiplicaran los contextos institucionales al incorporarse en este mapa una cantidad importante de escuelas que saben que son lugares de definición futura. Creo que también es importante insistir en el deseo de investigación y experimentación, así como la sensación de posibilidad latente de que algo importante e impreciso puede pasar en cualquier momento. Y ahora mismo estamos frente a la incertidumbre de qué va a pasar después del virus, cómo va a tambalearse todo.
CM: No soy optimista, pero lugares como el Instituto permiten pensar en las nuevas relaciones que la ciudadanía va a establecer con el arte y los artistas. Es un lugar flexible y generoso, capaz de sumarse a muchos otros. Ese impulso, el de sumarse, es ahora primordial, ¿quien mejor que quienes empiezan para poner en marcha esa dinámica artística, social y pedagógica?
(Imagen destacada: Inauguración I-Hood, Graduation Exhibition Art Institute HGK FHNW, Basel, Kunsthaus Baselland, 2019, fotografía: Christoph Bühler)
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