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ORGULLO Y GUARANGADAS

Magazine

16 diciembre 2024
Tema del Mes: Expiar la MetáforaEditor/a Residente: Gonzalo Pech

ORGULLO Y GUARANGADAS

Las palabras en guaraní estaban prohibidas en la casa de los Dansey. La familia, oriunda de Herefordshire, Inglaterra, se había instalado en los confines del Chaco Gualamba, el último territorio en ser conquistado por la campaña militar argentina que arrasó con las comunidades originarias y le dio forma a la que se jacta de ser la nación más europea de Latinoamérica.

La generación del 80, los intelectuales y políticos del siglo XIX que diseñaron las bases de la “Argentina Potencia”, conquistó primero la Pampa y parte de Patagonia en lo que llamó Campaña del Desierto (1878 – 1885) un eufemismo que les permitió invisibilizar al casi millón de nativos que habitaban esas tierras.

Será por eso que en su casa no se tomaba mate, una infusión que los locales consumen desde antes de que lleguen los españoles. En la casa de los Dansey se tomaba el té y a la mesa se sentaban a la hora señalada, vestidos con decoro, las manos y la cara recién lavadas. Los modales eran de rigor y marcaban el ritmo de la conversación. Si estaba bien vista la esgrima verbal, debía respetar ciertas reglas. Los menores de 13 años no podían dirigirle la palabra a los mayores salvo si se les preguntaba. Las conversaciones se daban entre pares. Y las mujeres podían opinar pero no después de que haya hablado el patriarca.

Como se dijo, estaba prohibido hablar en guaraní pero el abuelo tenía en su escritorio un pizarrón en el que le enseñaba inglés a los niños los sábados a la tarde. Por cada lección aprendida, una moneda. Como para que quede claro para donde apuntaba el  progreso y su estética.

Joven con vestido de fiesta. Años 40

Maria Isabel Sanchez Dansey – hija de Tona – a los 15 años, 1945

CORRER COMO SALVAJES

Así se hicieron los Dansey, cultivando su britanidad puertas adentro. Porque puertas afuera tuvieron que adaptarse. Un poco porque así lo exigía el trato con el personal y otro poco porque en esa performance de medirse entre iguales, se jugaba su masculinidad. Campo adentro no alcanza con las good manners y ni siquiera con la mano dura. El baqueano no respetará nunca del todo lo que diga un señorito katé (refinado). En los corrales, don Alberto y sus hijos tomaban mate, lanzaban sus guasadas (groserias) y no escatimaban en decir guasca[1]Tiento de cuero crudo pero también semen , pichana[2]Escoba pero también tralla kurepa (hombre blanco pero también delicado) y ¡opama (acabó) la discusión! Todo varón que se precie tenía que saber lanzar un sapucay[3]Grito de  victoria lanzado al cielo que funciona como exaltación y conjuro..

A esta forma de llevar la colonización, de asimilarse con los locales, los ingleses llaman running native, correr como los nativos, lo que en una traducción personalísima yo diría andar como salvajes, porque salvo en los sports, los ingleses no son mucho de correr. Si algo caracteriza al inglés es ir por la vida con la calma que les confieren los títulos y las armas. Los que corren  -los que corren a resguardo- son los otros, los no-ingleses, los incivilizados.

Seis hombres en un corral

M.J. Sanchez Dansey en el corral con los peones, 2024

TONA

Tona Dansey, hija de Alberto, mi abuela, fue una gran dama. Lo digo sin miedo a sonar presumido, algo que ella consideraría de muy mal gusto. Distinguida, sin perder jamás la sobriedad, cumplió con todas las prerrogativas que mandaban los manuales de domesticación femenina.

Crió 6 hijos y 25 nietos sanos a los que les supo transmitir su optimismo ante las desgracias que enfrenta cualquier familia. Firme, como un blasón, flemática como una reina y sabiendo que cumplía con lo que se esperaba de ella, Tona era una mujer que se permitió ciertas licencias que voy a contar no sin sentir que la estoy traicionando. Porque para ella la intimidad de la casa era un límite que resguardaba el honor y el recato.

La misma mesa donde comíamos las frutas con cuchillo y tenedor, era el lugar donde solía desplegar sus gracias subidas de tono. Entre las más recurrentes una especie de origami que hacía con la servilleta que, de pliegue en pliegue, terminaba convertida en corpiño o bombacha, que acto seguido se probaba para destornillar de risa a la gurisada[4]Grupo de niños y adolescentes.

Tona no tenía problemas con las cuestiones del cuerpo. Era habitual que en bautismos y casamientos la vieja entretuviera a la tropa con canciones, poesías y juegos lingüísticos que rimaban con sorete, culo, pelotas. Y a la hora de la foto familiar, cuando Rulo, el retratista del pueblo, pedía que miremos al pajarito ya era un clásico que la vieja detrás de la cámara, en un giro inesperado, muestre el culo para dejar a los pendejos inmortalizados en gran carcajada. Esas eran las chanzas de Tona, tan repentinas como oportunas a su tiempo y espacio.

Otro cantar era la intimidad entre los primos. Esas si eran guarangadas, como se dice de las expresiones soeces atribuidas a los guaraníes. Entre primos corrían los comentarios groseros y las malas palabras. Decíamos cachí pelón (vagina pelada) y cachí hediondo, cajeta (vagina) y poronga (pene). Terminábamos una disertación con un Uatata aña menby (hijo del diablo) que más que un insulto era un grito de júbilo. Entre primos nos permitimos decir chamigo, que es la manera de decir “mi amigo” en guarango. Así hablábamos entre nosotros, así hablábamos con las empleadas en la cocina y con los peones en el campo. En esos círculos corrían vocablos autóctonos y otros comportamientos no más educados, como tocarse los genitales, soltar un escupitajo, proferir eructos y jactarse de los flatos. Lejos de la autoridad, vivíamos con naturalidad y alegría.

Seis hombres en una sauna

Foto por Gustavo di Mario para Revista Sauna

THE BUENOS AIRES AFFAIR

Me crié animado por esa vialidad, que en cierto modo perdí cuando emigré de Chaco a Buenos Aires. Buscaba mejores horizontes profesionales, estaba decidido, quería hacerme un nombre, conquistar un espacio en la capital porteña.

Trabajaba como periodista para distintos medios y quería poner un pie en el campo del arte contemporáneo al que frecuentaba en modo amateur. La ciudad me permitía vivir más libremente mi sexualidad. A seis meses de llegar fundé con cinco maricones que acababa de conocer una revista de crítica. La bautizamos Sauna. Opinión caliente, a calzón quitado. El derecho a decirlo todo. De hacer público lo que decíamos en privado.

Frecuenté los lugares que creía indicados, generé circuitos que determinaron aliados y adversarios. Estrené sacos y camisas, zapatos y portafolios, gafas y corbatas en un composé de recursos que hicieron de mi el dandy que era en sueños. Sofistiqué mi lenguaje y así como estrené pilcha[5]Ropa también un vocabulario que alcanzaba voces y modismos que tomé de la socialité y la intelligentsia.

Y aunque decir lo que uno siente tiene sus costos, y las verdades que defendí me dieron enemigos que todavía hoy conservo, debo decir que no me fue mal. Porque a pesar de lo violento que uno puede ser con sus dichos, me sirvieron, claro, los buenos modales y otras armas culturales que heredé de mis ancestros y puse a disposición de mis propias batallas.

El que yo me había creado funcionó, pero al tiempo de andar descubrí que  algo adentro mío se retorcía. Una leve angustia que se sentía como pedo atravesado. Un pedo existencial que liberé en el diván: de reprimidas guarangadas.

Ya no decía angá, esa manera tan particular de referirse a un pobre, a un desvalido, a una persona que se le tiene pena, a diferencia de “pobre”, una palabra cargada de compasión, benevolencia, aceptación. Me faltaba decir mboyeré, como se le dice a lo que está todo mezclado y que por eso es lindo, porque presenta el desafío de desenrollarlo. Me faltaba decir chake -cuidado- así con la determinación que suena, de manera clara y contundente. Me faltaba decir chamigo.

Me faltaba darme cuenta de que sí, tenía amigos con los que podía brindarme de manera más relajada y hasta las últimas consecuencias. Amigos con los que reírse de uno mismo, y de los otros, por su puesto. Con quienes compartir placeres culposos, con los que uno se permite sacar de lo más profundo cosas que por incorrectas que fueran encuentran las ganas de ser entendidas.

Una red de personas cercanas que no suplen a la familia original pero funcionan parecido y en determinados momentos incluso mejor, porque para bien y para mal son personas elegidas. Amigos con la que habitar un espacio permeable entre lo íntimo y lo público, lo privado y lo colectivo, un campo de sentidos más amplio, más libre. Y no me refiero solo a cuestiones del lenguaje, porque en definitiva las palabras rigen el comportamiento cotidiano hasta los detalles más mundanos. Me refiero al código compartido que implica las ganas y el esfuerzo de comprenderse uno y otros. Donde el decir y el hacer se va configurando en torno a lo significativo de la vida.

[Imagen destacada: Tona Dansey en el baile de las debutantes. 1935]

References
1 Tiento de cuero crudo pero también semen
2 Escoba pero también tralla
3 Grito de  victoria lanzado al cielo que funciona como exaltación y conjuro.
4 Grupo de niños y adolescentes
5 Ropa

Samuel Dansey (Colonia Benítez, 1973) es periodista, productor cultural y curador especializado en Artes Visuales. Según la ocasión realiza distintos abordajes al fenómeno artístico misturando roles y valiéndose de distintas herramientas como la escritura, las relaciones públicas, la gestión institucional y la performance. Entre sus intereses se encuentran las convenciones sociales y especialmente las que constituyen a la idea de arte, el dilema de la naturaleza, la animalidad del comportamiento humano, los procesos de construcción de la identidad, la sexualidad, los misterios de la vida y el sentimiento religioso.

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