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Políticas de la atención

Magazine

05 enero 2015
Turner Prize 2014. Foto: Saioa Olmo

Políticas de la atención

Hay ciudades como Londres que son capaces de captar tu atención y mantenerla en el tiempo. Su amplia oferta, cultural, comercial y turística, las convierten en polo de atención y peregrinación. Por escala, historia y cosmopolitismo, de lo que buscas te pueden ofrecer mucho, excepcional y muy especializado. Eso sí, debes disponer de tiempo y dinero. Y es que prestar atención es una inversión que aporta valor, la cuestión es a quién aporta valor y a qué contribuyes cuando te prestas a ello.

La atención es una cualidad perceptiva que actúa como filtro ante los estímulos ambientales. Es un bien escaso: las personas tenemos una capacidad limitada de focalización y concentración. Además el cerebro procesa toda la información que puede percibir de manera automática, no puede ser detenido a discreción. La atención se da de un modo voluntario e involuntario. Es un proceso dinámico que varía en función del objeto de reclamo, el esfuerzo mental requerido, las capacidades del sujeto y la motivación o interés.

En el ámbito artístico, se han desarrollado sofisticados dispositivos para captar la atención a través de los propios formatos y códigos de presentación al uso: los cubos blancos o negros, el silencio y la actitud de respeto, los movimientos parsimoniosos, los tiempos de dedicación a las obras… También las estrategias artísticas en el campo expandido buscan maneras de captar la atención: la participación como manera cautiva de asegurar dicha atención, la comunicación de guerrilla, los planteamientos lúdicos… Igualmente las estructuras de acumulación tipo festivales, macroeventos o premios, tienen como objetivo detentar nuestra mirada. Podríamos considerar a todas ellas tecnologías de la atención.

Durante una estancia de tres meses en Londres, no fue hasta el anteúltimo día antes de mi regreso que fui a ver la exposición de los Turner Prize 2014. Seguramente las obras sean menos sensacionalistas que las de otras ediciones, tampoco nadie me había referenciado la exposición y apenas había leído reseñas sobre ella… así que lo que acabó zombificándome hasta la Tate Britain fue la lógica de “¿cómo no voy a ir a ver los Turner Prize aprovechando que estoy en Londres?”, un razonamiento que en otras ocasiones no hubiera funcionado (dada mi escasa tendencia al fetichismo) pero que en esta ocasión funcionó. Es sintomático que algunas críticas ya planteen si el Turner Prize, después de 30 años de una vida turbulenta, pueda estar dejando de tener “relevancia” tanto a nivel social como en el contexto artístico internacional.

Sirva la anécdota simplemente para apuntar ese instante en el que decides a qué prestar tu atención: si a figuras artísticas legitimadas como Pierre Huyghe en Hauser&Wirth o a proyectos más experimentales como Entelechy Art en The Albany; muestras organizadas por grandes instituciones como el Victoria & Albert Museum, estructuras medianas de producción como The Showroom o organizaciones pequeñas como Kunstraum; espacios del mercado del arte como la feria Frieze, galerías independientes como TenderPixel u organizaciones con modelos híbridos de financiación como Chisenhale Gallery; muestras que se alinean con estrategias de ciudad como Mirror City en la Hayward Gallery o programaciones alternativas como SOS in Deptford Performance Space… Porque no olvidemos que prestar atención es una manera de participar, y participando contribuimos a que se consoliden unos u otros modelos de entender el arte y su relación con la sociedad.

Como ciudadanas somos cada vez más conscientes de que nuestras elecciones sobre qué consumir y dónde hacerlo, contribuyen a un tipo de modelo económico-social u otro. Sin embargo, pareciera que no somos tan conscientes de que dependiendo de a qué prestamos o no nuestra atención, también favorecemos el engrandecimiento, debilitamiento o estabilidad de un cierto orden de cosas, sea en el ámbito artístico, la esfera política pública o el ámbito personal relacional.

“The artist is present” (2010) de Marina Abramovic en el MOMA de New York nos puede servir como metáfora visual al respecto. La artista se sienta inmóvil a lo largo de tres meses en el atrio del museo invitando a las espectadoras a que tomen asiento frente a ella. La performance nos permite preguntarnos quién está en realidad prestando atención a quién. Pareciera que es la artista quien cede su presencia, tiempo, energía y atención a quien se sienta ante ella. Pero simultáneamente y más significativamente sucede lo contrario, son cada una de las personas que se sientan frente a ella, la observan aguardando su turno, o se hacen eco de la acción a través de las redes y medios de comunicación, las que le transfieren su atención y acrecientan su mito y capital simbólico.

Con estos barruntos me monto en el avión de vuelta Londres-Bilbao. La azafata se dispone a informar sobre las medidas de seguridad en caso de emergencia. Nadie salvo una niña en la primera fila y yo parece estar atendiéndola. Hay un murmullo general que podríamos incluso considerar como maleducado ¿o quizás rebelde ante una atención repetitiva y burdamente requerida? Es más, ni siquiera la propia azafata parece prestar excesiva atención a su propia performance, dado el rictus de su rostro y el grado de automatismo de sus movimientos. Tampoco las compañías aéreas parecen estar especialmente concernidas por esta falta de atención, con cumplir con el protocolo les es suficiente.

Y es que afortunadamente, por más que alguien quiera emitir una comunicación, esto no significa que tú estés dispuesta a recibirla, por mucho que te pueda ir la vida en ello. En otras ocasiones el no prestar atención puede ser un eficaz acto de boicot o autodefensa “no hay mejor desprecio que no hacer aprecio”. O por el contrario podemos optar por el acto de apoyar a través de nuestra mirada atenta “la mirada del amo engorda al caballo”. Sea como fuere, “prestar atención” es un mecanismo activo y potencialmente político, independientemente de lo conscientes que seamos de él.

A Saioa le interesan esos misteriosos seres que son las personas: con sus manías, apetencias, patrones de conducta e imprevisibilidades… y sobretodo por sus maneras de relacionarse unas con otras y con el contexto en el que se mueven. En su práctica artística revuelve sobre el comportamiento grupal y a través de sus textos intenta poner en conexión los conocimientos y experiencias que va teniendo mientras husmea en esta dirección.

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