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Miguel Ángel Hernández: preferiría no hacerlo, pero…

Magazine

16 junio 2013
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Miguel Ángel Hernández: preferiría no hacerlo, pero…


Intento de escapada es la novela del crítico y profesor de historia del arte Miguel Ángel Hernández, que ha publicado recientemente la editorial Anagrama. El mismo autor aclara en el epílogo que no se trata de un ensayo sino de una novela, género literario que a diferencia de la crítica y el ensayo, le permite al autor narrar una historia e hilvanar un discurso “ficticio” que no por ello resulta ajeno a la “verdad”. Foucault afirmó en alguna ocasión que no había escrito más que ficciones a lo largo de su vida y que la ficción bien podía ser un dispositivo que funcionase en la verdad, de tal forma que fuese posible “fabricar” algo que no existiese todavía. Pensar desde la ficción para hacer que las cosas “ficcionen”, ocurran. Sin embargo, a pesar de ser una historia no real encontramos a lo largo del libro demasiadas referencias, demasiados paisajes conocidos y caminos transitados que remiten a la historia el arte, pero también al panorama actual del arte contemporáneo. Un mapa que ya intentó esbozar Michel Houellebecq (El Mapa y el territorio, 2011), sólo que ahora Miguel Ángel Hernández lo hace desde dentro, desde el “mundillo del arte» al que pertenece y que bien conoce.

El relato se articula en base a una estructura clásica (introducción, nudo y desenlace): un estudiante de Bellas Artes- sin pretensiones de ser artista- de una ciudad de provincias –¿Murcia?- ve su rutina alterada por la aparición del artista internacional del momento Jacobo Montes, que expondrá en el centro de arte de la ciudad. Por mediación de Helena, su profesora de teoría del arte y responsable de la sala, se convierte en asistente del artista, para ir descubriendo poco a poco que “El arte es una cosa sucia, y no hay manera de lavarla sin que pierda su color”. Como asistente de Montes, Marcos llevará a cabo una minuciosa investigación sobre el problema de la inmigración en su ciudad, que será clave para la instalación final de Montes. En este sentido, Miguel Ángel Hernández vuelve a recuperar la idea del artista como historiador, tal y como la describió en un libro anterior – El artista como historiador (benjaminiano), 2012- y que sería aquel artista que busca la historia no contada, historias paralelas o alternativas; la historia de los olvidados en los grandes relatos para reconstruirla a través de imágenes y objetos. Una tendencia en el arte contemporáneo que observamos en artistas como Joachim koester, Tacita Dean, Jeremy Deller o Francis Alÿs, por citar sólo unos ejemplos. Hacer historia contando las cosas de otro modo es hacer política, y en este punto, el trabajo de investigación iniciado por Marcos resulta más radical que el de Jacobo Montes. Marcos ejemplificaría al artista que no quiere ser un artista como tal, sino al artista-historiador añorado por Benjamín.

Jacobo Montes es el artista transgresor y controvertido, alter ego de artistas como Santiago Sierra, Teresa Margolles, Guillermo Vargas, y otros tantos. Como Sierra, Montes realiza un arte “comprometido” y reproduce formas de explotación del sistema capitalista, ejerciendo él mismo el poder sobre los oprimidos, en este caso, los inmigrantes. La novela plantea hasta qué punto una obra de arte puede funcionar como un acto ético y hasta qué punto es legítimo hacerlo simulando el mismo ejercicio de poder y sometimiento al que se critica. ¿Cuál es el límite de un arte presumiblemente político? ¿Es necesario victimizar y denigrar al otro para enfatizar su visibilidad? ¿Hasta qué punto incide en la realidad este tipo de prácticas? Preguntas y contradicciones, ya todas formuladas y expuestas, y que apelan a la responsabilidad del arte y del artista ante el presente y ante la sociedad en la que surge y vive. Sin embargo, como cualquier otra esfera de la vida, el arte está atrapado en la misma lógica que mueve el mundo, la del capital, y no precisamente simbólico. Como cualquier otra disciplina, el arte debería hacer un ejercicio de autocrítica, pero también la misma autocrítica que debería autoimponerse un juez cuando desahucia a una persona por no hacer frente a una hipoteca, un banquero que vende preferentes a sus clientes, o un “cualquiera” que compra una camiseta de una marca que explota a mujeres en una fábrica en Bangladesh.

Es el epílogo del libro, donde el autor recurre a la metaliteratura, el que nos da las claves del relato y donde se describe el proceso de legitimación del arte contemporáneo. Marcos acaba convirtiéndose en un crítico de arte profesional y en un reputado profesor universitario a pesar de su descreimiento hacia el arte y pese a estar convencido de la banalidad e hipocresía del “mundillo del arte”. El relato es en realidad la historia de una frustración, la de todos, de un no poder escapar de una lógica asumida y aceptada por la mayoría, y ante todo, una traición a la fórmula de la preferencia negativa de Bartleby I would prefer not to, con la que acaba el libro, pues en realidad preferiría no hacerlo, pero…

Rosa Naharro intenta pensar el presente, así como sus distintos contextos, a través de la cultura y el arte contemporáneo. Ver exposiciones, escribir, leer, el cine, la música y hasta las conversaciones con amigos pasan a ser herramientas. Entender e interpretar “ algo” de esto que llamamos mundo se convierte en una autoimposición, así como tomar cierto posicionamiento, que no distancia, ante él. Compagina escribir en A*Desk con su tesis doctoral en la UCM, y trabaja en proyectos desde la gestión cultural

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