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Durante la década de 1990, la ciudad de Cali empezó a ser percibida a través de un lente cuya perversión aun persiste. El auge del fenómeno narco unido al conservadurismo estético de sus capos, produjo una crisis y una oportunidad para los mejores artistas contemporáneos de esa ciudad: no vendían obra, pero tenían tiempo de sobra para experimentar. Uno de los campos más beneficiados de ese desinterés por parte de uno de los sectores que más arte adquiría en la época, fue el de la producción de obras en video. Entrevistamos al investigador caleño Julián Montenegro, para quien se hizo necesario ampliar el radar de la indagación y documentar los resultados de este fenómeno en una ciudad distinta a Bogotá, complejizando la lectura socioeconómica, y sin atribuirle toda la buena fortuna de la experimentación contemporánea caleña al desprecio calculado sobre los formatos menos convencionales.
¿Por qué concentró su análisis en la década de 1990?
Se podría decir que es durante esta década que inicia el desarrollo del video dentro del arte en Cali. Pese a que existen algunos antecedentes de muestras y talleres realizados en la ciudad, esta ciudad se caracterizaba más por el desarrollo en el cine (lo hecho por la generación del Caliwood con los directores Luis Ospina y Carlos Mayolo). Además, durante esta década el país sufrió cambios profundos como la firma de una nueva carta constituyente, lo que dio como resultado un mayor respaldo al desarrollo de la cultura. Otro hecho importante fue la apertura económica que inició el presidente César Gaviria, y que permitió mejorar la adquisición de tecnología por el común de la gente (antes de esto, los elevados costes de cámaras de video hacían casi imposible su adquisición).
Pero el auge del videoarte en Cali no sólo se debió a una serie de factores políticos y económicos: se podían adquirir equipos, pero el mercado no tenía el menor interés por patrocinarlo, entonces ¿qué razón hubo para que experimentara un impulso tan fuerte durante ese período?
Existen varias razones, por un lado desde la escuela de Comunicación de la Universidad del Valle se abrieron espacios en la televisión local como Rostros y rastros y Rayuela, que permitieron a los comunicadores mirar las posibilidades del video dentro de la televisión, y cómo esta servía de plataforma para mostrar sus trabajos. Por otro lado, los artistas locales tomaron el video como una posibilidad de registrar sus acciones.
Durante sus 12 años de transmisión, Rostros y rastros tuvo un enfoque documental, donde se trataban temas locales, al tiempo que permitió la aparición de nuevos realizadores que estaban creando nuevas narrativas, generando material de toda clase. Sus trabajos eran cortos experimentales, video arte y documentales.
El videoarte en Colombia no recibió apoyo privado de manera explícita, por lo que los primeros realizadores de videoarte colombianos hicieron uso oportunista de sus vínculos profesionales para acceder gratuitamente a cámaras de grabación y estudios de edición ¿fue así en Cali?
Allá sucedió algo distinto. Hubo espacios dentro de la televisión local que fueron manejados desde la Escuela de comunicación de la Universidad del Valle. Esto permitió que estudiantes y gente vinculada con la escuela pudieran mostrar sus trabajos y desarrollarlos con los equipos de la universidad sin ninguna clase de restricción. Así mismo, en estos programas se mostraban experimentos con el video que otros espacios no admitirían.
¿Se puede decir lo mismo de los espacios de exposición? ¿Ellos también apoyaron de forma tan sostenida este tipo de producciones?
Sí. Durante este periodo se realizaron varias muestras en la ciudad. Además, la Alianza Colombo francesa realizó en 1992 el I Festival Francolatinoamericano de Video Arte, donde se mostraban obras de artistas internacionales y nacionales; y el Museo La Tertulia también hizo algunas muestras donde incluía video y regularmente traía artistas que indagaran en el tema. A finales de los noventa, el colectivo local Helena Producciones, inauguró el Festival de Performance de Cali, abriendo otro espacio para mostrar obras en esta técnica.
¿Qué sucedió con la producción de videoarte en Cali durante las décadas de 2000 y 2010, decayó?
No. De hecho, artistas como Oscar Muñoz o Rosemberg Sandoval tienen un trabajo constante con el video. Adicionalmente, el video continua siendo una plataforma utilizada dentro de la producción artística local a pesar de que hayan desaparecido programas como Rostros y rastros.
La exposición de videoarte llamada Circuito cerrado se realizó en el espacio público de Cali en 1995, ¿cuál era su mayor particularidad?
Este fue un trabajo realizado por Jorge Navas, en ese entonces estudiante de comunicación de la Universidad del Valle. Consistía en transmitir imágenes de archivo en un circuito de televisores dispuesto sobre el puente Ortiz en la ciudad de Cali, mientras un artista desarrollaba una acción performática frente a los transeúntes. De esta acción se hizo un registro que fue posteriormente presentado en Rostros y rastros.
En la generación que más se acerca al final de su investigación usted destaca el trabajo de Carlos Moreno, Sofía Suárez y Jorge Navas, ¿puede decirnos qué están haciendo estos artistas en la actualidad?
Sofía Suárez se encuentra vinculada a la gestión cultural como Directora Artística del Festival de cine de Cali. También dirige una facultad de artes en la ciudad. Carlos Moreno trabaja en la televisión privada y en cine, donde ha dirigido proyectos como Perro come perro. Jorge Navas también está vinculado a la televisión y al cine, dirigiendo películas como La sangre y la lluvia, además de también estar vinculado con la publicidad como realizador de comerciales.
Todos se insertaron exitosamente en la institucionalidad tradicional. Al igual que en otros contextos, usted encontró que una de las metodologías favoritas del trabajo de los performers locales era la de usar esta técnica para registrar sus acciones, ¿ encontró otra relación entre estos artistas y el video?
En un principio el video se usó únicamente para el registro de acciones realizadas por los artistas. Sin embargo, esto abrió la posibilidad de que el registro no se limitara a eso sino que el video se convirtiera en obra. Así, artistas como Rosemberg Sandoval decidieron que el registro de la acción fuera igual de importante a la acción misma. Por otro lado el video permitió que la acción no tuviera espacio ni tiempo especifico, que pudiera ser transmitida y ocurriera en diferentes momentos y tiempos.
¿A lo largo de su recorrido qué obras destacaría y por qué razón?
Calicalabozo, realizada por Jorge Navas como parte de su tesis de grado. En ella explora las posibilidades del video dentro de un imaginario local y revive momentos de la época del Caliwood desde la mirada de Andrés Caicedo, escritor que se convertiría en personaje de culto dentro de la ciudad. Además de lo mostrado en el programa Rostros y rastros, hubo realizadores destacados como Carlos Moreno, Luis Ospina, Oscar Campo, Antonio Dorado. Artistas como Wilson Díaz y Juan Mejía exploran este formato, llegando a realizar trabajos como Saltando Matones, que también se destacan dentro de esta década. También está el registro de acciones de Rosemberg Sandobal, quien decidió volver a ellos para producirlos en la década de 2000, con base en acciones originadas en los noventa.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)