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Van pasando las décadas desde que Pontus Hultén se saltó todas las normas de lo que podía hacerse en un museo, desde «Chambre d’amis» o desde el replanteamiento que supuso para el objeto artístico la explosión del arte conceptual.
Y sigue la necesidad de repensar los formatos expositivos, sigue la necesidad de experimentar con nuevas fórmulas que posibiliten otro tipo de acercamiento al arte. Pero la historia, reciente o ya no tan reciente, está ahí para no ser olvidada. ¿Olvidada? ni hablar. Está para ser repensada, para seguir siendo un campo de pruebas para nuestro presente. La historia son momentos y sus objetos, los gestos y los cachivaches. Todo puede ser recuperable, todo puede ser reactualizado. También todo puede ser falseado.
Al mismo tiempo, nos preguntamos si una «pátina histórica» sirve como legitimación, como defensa o como distanciamiento estratégico frente el ahora. Como siempre, no es oro -antiguo- todo lo que reluce.
En este número de A*DESK presentamos cuatro artículos que se acercan a posibilidades en la exposición y en la obra, a su relectura y a su presentación. Montse Badia escribe sobre la nueva bienal en el Ruhr y su «domesticación institucional», Irene Pomar sobre dos ejemplos concretos en los que la figura del espectador es clave, María Pose sobre la actualización de Robert Morris en la Tate y Paloma Checa sobre la hermanas Wilson y su acercamiento a la figura de Stanley Kubrick.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)