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Un sótano de una vieja casa de Buenos Aires esconde una pequeña maravilla: el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos. Así comienza Juan Canela, citando a Borges, el discurso que ha dado como resultado «El espacio cósmico estaba ahí, en dos o tres centímetros», una exposición colectiva que hasta el 21 de enero pudo verse en la sede que la galería Bacelos ha abierto recientemente en Madrid. Desde el pasado 21 de febrero, esa misma muestra ocupa el espacio de la galería en Vigo.
Este proyecto parte de la problemática que suscita la definición geográfica del espacio que habitamos, por eso echar mano de Borges posibilita cuando menos una disparatada solución al enigma.
Canela recurre en este proyecto curatorial a una selección de artistas que trasladan el sótano de la casa de Beatriz Viterbo –el personaje del cuento de Borges- hasta cualquier lugar, en este caso, los espacios de la galería Bacelos, en el que el reciente rigor científico que parece alcanzaron una serie de creadores, resuelve de tantas maneras posibles la geografía personal de cada uno de nosotros, de cada uno de ellos.
El discurso, encerrado en una magnífica publicación que destaca por su sencillez, echa de nuevo mano del universo de Borges cuando cita la brevísima historia «Del rigor de la ciencia», en la que el argentino, basándose en el cuento Silvia y Bruno de Lewis Carroll, habla de la fiebre de la exactitud en la cartografía que en un disparatado suceso da como resultado un inmenso mapa de escala 1:1. “Nunca ha sido desplegado todavía […], los granjeros se opusieron. Ellos dijeron que cubriría completamente el país, ¡y no dejaría pasar la luz del Sol! Así que ahora utilizamos el propio país, como su propio mapa, y te aseguro que funciona casi tan bien.”
En base a tan disparatada formulación, Juan Canela elije el trabajo de Francesco Arena, «Cucina Democristiana», en el que el italiano marca en el suelo la planta de la cocina de la casa familiar con la ayuda de piezas de mármol y libros de la biblioteca de su abuelo. Reflexiona en esta geografía acerca de la memoria política de su país. Lúa Coderch opta por una solución más plástica que documental en «Red Star Revisited» para contarnos el aparatoso traslado del estandarte que había coronado el edificio del Comité Central del Partido Comunista Búlgaro hasta 1990, y formula la dualidad de lo geográfico como punto terrestre concreto y como espacio construido y móvil.
Adelita Husni-Bey, en la misma línea, presenta el proyecto The Green Mountain en el que el lugar –en Libia, un altiplano utilizado como arena de recreo-, pese a no ser escenario en la actualidad de la acción por la que la historia lo recuerda, sigue manteniendo su significado por las revueltas anticoloniales que en el pasado se libraron en ese punto.
La islandesa Berglind Jóna basa su relación con lo geográfico en el reciente colapso económico de su país, y crea una serie de esculturas fotográficas –relieves de pared- en las que muestra las grandes losas de granito amontonadas que, esperando convertirse en encimeras de cocinas de lujo, son ya monumentos a esa economía fallida.
Gerard Ortín y Mercedes Mangrané narran en Lake Valley la historia de una iniciativa industrial frustrada en la Barcelona de comienzos del siglo XX, consistente en explotar como lugar de ocio un espacio en un monte próximo a la ciudad. Y como sexta y última propuesta, la de Ángel de la Rubia, que se desplaza al Grütas Park, en Lituania, donde, desde el desmantelamiento del Telón de Acero, descansan los monumentos de la etapa soviética en un parque creado por una iniciativa privada.
Seis maneras bien diferenciadas de configurar el espacio geográfico, de situar puntos estratégicos que nos hablen del pasado desde el arte. Todas ellas concentradas en un mismo lugar que podría albergar, como en el caso del cuento de Borges, todos los lugares de la orbe, vistos desde todos los ángulos.
Interesante visión la de Juan Canela que completa esta propuesta con la colaboración de la antropóloga Bibiana Martínez Álvarez, quien basándose en las vivencias de su infancia, analiza las creencias de su pueblo y se cuestiona la posibilidad de trasladarlas a otros lugares en los que reside, lejos del punto geográfico de su origen.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)