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¿Alguien se atrevería a confiar su prestigiosa colección de arte contemporáneo a un grupo de universitarios? La respuesta es sí. De la mano de Matreyi Maheshwari, comisaria responsable del programa de actividades de la Zabludowicz Collection en Londres, hace cinco años que la galería acude a Goldsmiths, The Royal College of Art y Chelsea College of Art para exponer un proyecto conjunto. Testing Ground reúne un grupo de jóvenes estudiantes de máster en comisariado que trabajan durante tres meses bajo tutela del equipo curatorial de la galería en la creación de todos los aspectos de una exposición.
Este año, explica Matreyi Maheshwari, se ha optado por consolidar Testing Ground dentro del programa de la galería. Se ha reducido el número de participantes, de treinta a diez; se ha extendido el período de exposición a dos semanas y se ha otorgado todo el espacio de la galería a los estudiantes. A cambio, una única condición: la exposición debía ser unitaria. Diez jóvenes comisarios debían fundir sus ideas en una.
Recién aterrizada en Londres, decidí participar en el proyecto tras la presentación de Maitreyi Maheshwari. En la selección de los candidatos, se identificaron intereses comunes: conocer la colección, trabajar en un proyecto colaborativo y experimentar con la participación del público. Tras un primer recorrido por el espacio, el grupo empezó a delimitar un campo de sentido: conceptos como ilusión, percepción y experiencia resultaban estimulantes para todos. La palabra que sostenía inicialmente este campo semántico era prestidigitación.
Se nos facilitó un documento de unas trescientas páginas, con alrededor de 1800 obras, todas ellas con una breve descripción y una discreta fotografía.¿Cómo comprender esta infinita colección? Nuestra única opción fue seleccionar intuitivamente artistas y títulos, que parecían vislumbrar nuestro concepto, aún amorfo. Algunas semanas después, entregamos a Maitreyi una lista con las obras escogidas. No fue una indagación teórica sobre el concepto lo que nos permitió la selección, sino la suma de las intuiciones de cada uno, materializada en discusiones interminables. Estos debates y el hecho de que se hayan producido cambios sin cesar resultó en un proceso agotador, pero productivo.
La otra mayor dificultad ha sido generar un lenguaje y un discurso nítido. Los primeros textos eran pretenciosos y los conceptos aparecían embrollados. Finalmente alcanzamos depurar el discurso; sustituimos la palabra prestidigitación por el gesto de magia, “sleight of hand”. La relación con nuestra mentora, Maitreyi, ha resultado decisiva para que el proyecto llegara a buen puerto. Como máxima responsable, ha orquestado el grupo, con paciencia, entrega y un alto nivel de exigencia.
Apostamos por ir más allá de la colección y presentar artistas externos cuya práctica estuviera relacionada con nuestro concepto. Seleccionamos algunas de sus obras recientes y propusimos a algunos que crearan una pieza para el espacio. Ha sido una gran oportunidad para establecer un diálogo de calidad con artistas como Oliver Lee Terry, Nicole Bachmann, Andrej Bako, g.bridle, Luuk Schröder y Lindsay Seers.
La exposición Disappearing Into One gira en torno al instante del truco de magia, el momento en el que se superponen niveles de realidad: queríamos establecer un diálogo entre obras que cuestionan la percepción de lo real, ya sea mediante lo lingüístico (Nicole Bachmann, Damien Roach), el espacio (Erin Schirreff, Andrej Bako), lo visual (Edgar Leciejewski, Ryan Gander) o mediante instalaciones (Oliver Lee Terry, Laura Buckley).
Para generar una atmosfera inquietante, alteramos el recorrido del visitante: primero se asciende por una escalera gélida, hasta alcanzar una ancha gradería de madera (lo que fue el coro de la iglesia metodista) donde hay sólo tres obras. Desde allí se observan, en el nivel inferior, otras piezas. El espectador contempla en la primera sala: siete televisores, cada uno con una progresión de color que muestra el píxel central de los films; una escultura de acero y aluminio con un sonido de interacción eléctrica; reflejos imperceptibles de los ventanales, reflejos transparentes en las paredes.
Antes de empezar el curso me preguntaba si la universidad me podría enseñar este oficio, más allá de la teoría, ofreciendo herramientas para la práctica real. Dos años atrás, durante mi estancia de Erasmus en Dresde (Alemania), tuve la oportunidad de cursar varias asignaturas relacionadas con museos de la ciudad. En una de ellas, comentábamos con Ulrich Bischoff, director del museo Albertinum, la exposición temporal Das Vesprochene Land –La tierra prometida. Fue extraordinario: el director del museo, auténtico apasionado de su colección, paseaba cada dos semanas con nosotros por la exposición y cada alumno debía describir alguna obra, y sólo después situarla en el contexto del artista. Era un auténtico placer, un proceso real de aprendizaje.
De vuelta a Barcelona, en cambio, eché en falta propuestas similares. Es cierto que hay convocatorias para jóvenes comisarios, como BCN Producció o Caja Madrid. No obstante, el diálogo entre los centros académicos en arte y humanidades y las instituciones, museos o galerías, no está activado. Uno de los aspectos más interesantes de Goldsmiths es que recibe constantes propuestas para estudiantes: convocatorias de prácticas, propuestas para artículos, workshops, conferencias, etc. El máster, más allá de ser un espacio de formación teórica y ensayo, mantiene una viva y estimulante relación con el exterior.
El ejemplo de Dresde indica que es posible mejorar las relaciones entre centros de enseñanza y museos incluso en ciudades pequeñas. En este sentido, la voluntad de Testing Ground tiene el notorio valor de dar salida a jóvenes comisarios y artistas. Elizabeth Neilson y Ellen Mara De Wachter, miembros del equipo de la galería Zabludowicz y que cursaron un máster en Goldsmiths y en RCA, observaron que faltaban plataformas de práctica e intercambio, y el mismo equipo de la galería apostaría por ellos.
Proyectos como este me parecen extremadamente necesarios. Las universidades están llenas de estudiantes con formación, ganas de seguir profundizando en la práctica y en la teoría: ¿por qué no confiar en su talento –el nuestro– y ayudarles a desarrollar proyectos? Ante una situación tan desfavorable, ¿no deberíamos activar el diálogo mediante nuestra capacidad crítica y auto-reflexiva?
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)