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El Museo Experimental El Eco de la Ciudad de México acoge hasta el 20 de octubre tres muestras muy diferentes. Las tres recrean una discusión sobre cómo puede la escultura significar en el escenario del museo. Lo habitan en estancias separadas, cada una en sus propios términos.
Entra una al museo recibida por el trabajo de Alejandro Almanza, con el proyecto Las quince letras. El artista es fiel al desarrollo de la investigación sobre la inestabilidad de las arquitecturas que le ocupa desde hace años. En esta ocasión plantea una barroca estructura que yuxtapone préstamos de diversos momentos y estilos históricos. Malabares de horizontales y verticales, tablas, palos, columnas y candelabros. Un guiño general a cierto constructivismo y a la posibilidad de disfrazar de equilibrio la tensión del pastiche.
Tras sintonizar con la primera sala, el cuerpo ha de mutar para salir a Nuestra casa sería un campamento, la propuesta de Diego Pérez para el patio del centro. Después de llevar a cabo varios recorridos en el estado de Guerrero, trae el artista arcilla para modelar un espacio comunitario, que sirva como sirve el mobiliario. Con bancos alrededor, se invita al público a sentarse y utilizar la gran mesa elíptica. Una cocina, de facto el espacio doméstico de reunión, se introduce en el museo con la intención de replicar esa función original.
Por último, en la sala de la planta superior está Ambiente II, de Hersúa. Esta pieza fue presentada por vez primera en Bellas Artes en 1970, y aquí se reinstala en un intento de aludir a un pasado lejano anunciador de las dos distintas formas de relación objeto-público que los otros dos proyectos practican. La obra funciona como regreso a un tipo de experiencia con el objeto arte sólo posible en aquellas tempranas negociaciones de la escultura con la danza, la luz y el movimiento del actor. Sin embargo, su inserción en sala viene acompañada de un display en pantalla donde se ve un actor interactuando con la pieza. Esto genera un exceso de evidencia, matando el poder de seducción que, de otro modo, conservaría.
El Museo Experimental El Eco acoge una conversación informal entre tres modos de ser escultura. Las voces se entienden. Una se siente cómoda y bien recibida. Deja con ganas de más, de más habitaciones, de una casa más grande. Pero esa es la virtud de este espacio, que nunca quiso ser enciclopedia.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)