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Un asunto de prestigio

Magazine

18 junio 2012

Un asunto de prestigio

La llamada «marca España» va perdiendo peso en América Latina. Si tradicionalmente las relaciones culturales han estado marcadas por un pasado colonial, en este momento la situación es aún más complicada -si podía serlo- con posiciones fuertes que definen el devenir cultural y artístico, así como muchos posibles planes.


Si olvidamos por un momento el auténtico drama que supone la crisis económica que afecta actualmente a España es posible observar, como espectador, el desmoronamiento del llamado “estado del bienestar”, del que ha gozado este país más de dos décadas.

El ejercicio es morboso, sin duda. Si tomamos distancia y asumimos la condición de público ante la debacle, todo lo que viene sucediendo desde que la palabra crisis se coló en el vocabulario cotidiano, hasta transformarse en un mantra repetido unas 30 veces al día, es un espectáculo. Como una opereta barata, donde los actores desafinan, la escenografía es vulgar y el guión tan increíble que raya en el ridículo. En este patético cuadro, se pronuncia desde hace unos años una palabra que parece tener un efecto balsámico: Latinoamérica. Así, en general, la palabra Latinoamérica provoca una liberación en la escena. Está en boca de monarcas y políticos de todos los colores, también en empresarios y, cómo no, en directores de museos. Latinoamérica es una “prioridad capital” para el actual Presidente del gobierno, una “pujante región” para inversionistas, el principal “objetivo” para el director del Museo Reina Sofía. El Dorado reaparece una vez más como una metáfora de esa gran fantasía que es esta región al otro lado del Atlántico.

Pues bien, ¿a qué se refieren en la España de hoy cuando hablan de Latinoamérica? No vamos a entrar en el debate, aún abierto, sobre el término Latinoamérica o América Latina. Una palabra de origen europeo, acuñada en Francia en el siglo XIX, cuyo significado actual tiene poco que ver con la unidad geográfica de los países que la componen, ni siquiera con la unidad lingüística, que excluye a las poblaciones originarias del territorio. No vamos a entrar en este oportuno debate planteado hacia fines de los noventa por el Proyecto Modernidad/Colonialidad –Mignolo, Quijano, Dussel, entre otros- porque este texto pretende centrarse en la cruda realidad/actualidad de la España en crisis. En este país que se espanta ante un futuro incierto, Latinoamérica es sobre todo una oportunidad económica, una región “pujante/objetivo/capital” donde continuar haciendo dinero; ese que abundó en la España de los excesos y que, según dicen, se ha trasladado a esa parte del mundo. Seguramente, también hay otros intereses, motivaciones intelectuales, propuestas de intercambio cultural, pero detrás, es decir, como consecuencia de lo anterior.

Resulta hoy casi tautológica la idea de que España aproveche su calidad de Madre Patria frente a sus ex-colonias para el enriquecimiento de arcas públicas y privadas. También lo es que, con este fin, utilice todas las estrategias posibles, incluidas las que se generan desde la esfera del saber, del ámbito de la cultura y las artes. Lo que sí parece ser un fenómeno nuevo es la posibilidad de fracaso de esta jugada. Hay una variable subestimada por las autoridades del reino para ganar nuevamente la partida y que podríamos resumir en una palabra: prestigio. La relación que inicia la corona española hace 500 años con la parte sur del continente americano es un vínculo dañado desde el origen, que mantiene a día de hoy una herida abierta. Quien ponga en duda que nos encontramos dentro de campo minado en esta relación, que eche un vistazo a la reacción de ciudadanos y gobernantes, a uno y otro lado del Atlántico, a propósito de la nacionalización de YPF en Argentina. Si desde aquí la cosa podría resumirse en «a por ellos, oe, a por ellos, oe», como comentaba el artículo reciente de Martí Manen, desde allí el grito de guerra puede ser más violento: «¡Fuera de aquí, ladrones!».

No sólo están los motivos que se arrastran desde la colonia como base de esta hostilidad. Las recientes migraciones de suramericanos a la península, están plagadas de situaciones xenófobas y racistas, tal y como lo han denunciado numerosas organizaciones y el trabajo de algunos artistas centrado en los fenómenos migratorios contemporáneos. El desprestigio de España, no ante todos, pero sí ante muchos de los habitantes de esta Latinoamérica soñada, ha sido recogido en un estudio publicado recientemente por Reputation Institute, una consultora internacional dedicada a la investigación para la seguridad de las inversiones internacionales. Este informe, dirigido básicamente al mundo empresarial, alerta sobre el “inquietante declive” que experimenta la reputación de España en el cono sur. Un retroceso que califican de preocupante cuando se produce una tercera ola inversora de las compañías españolas, ya no las grandes, sino también las pequeñas y medianas empresas. “La imagen de nuestro país, su economía y sus valores progresa en Brasil y en México, las dos grandes economías regionales y dos de los focos de interés para las firmas hispanas, pero mengua en Colombia, Perú y Chile y cae en picado en Argentina, el país donde más empeoró la reputación de España en 2011, por delante de Alemania y Francia”, alerta la revista Capital Madrid hace unas semanas.

El análisis del Reputation Institute es tremendamente esclarecedor frente a una realidad molesta, la del rencor de una parte de los habitantes de esta región hacia lo español y puede tirar por tierra la agenda que se intenta marcar desde Europa. La agenda de políticos y empresarios, pero también la de las instituciones culturales. Según este estudio, la reputación de la “marca” España viene conformada por un conjunto de variables que abarcan criterios racionales (tecnología, marcas conocidas, calidad institucional, marcha de la economía…) y atributos emocionales-perceptivos (estilo de vida, simpatía o amabilidad de la gente, sentimiento sobre el trato a los inmigrantes del área, estereotipos…). Son quizá estos últimos atributos los que más cuentan en el terreno cultural y si están en horas bajas, será importante tenerlo en cuenta: no es igual plantearse objetivos desde la hegemonía, que desde la decadencia.

Hacia fines de los noventa, ciudades como Madrid y Barcelona eran auténticos polos de atracción para artistas suramericanos. Hoy la situación parece haber cambiado. Aunque Londres, Berlín y, como siempre, Nueva York, son las predilectas para emigrar o realizar residencias cortas, empieza a cobrar fuerza un movimiento dentro del propio continente. Hace unos meses, uno de los artistas participantes en los Solo Projects de ARCO, el hondureño Adán Valdecillo, llamaba a aprovechar el buen momento de América Latina, pero dentro del propio continente. “Es importante que los artistas latinoamericanos tomemos más conciencia de fortalecer los vínculos regionales, porque es un mercado en crecimiento (…) Lo que nos une no tiene que ver tanto con el mundo del arte, que sigue siendo muy eurocentrista, tiene que ver con las sociedades de las que venimos», decía. Es interesante también revisar el texto curatorial de la última Bienal SIART 2011 (Bolivia), del chileno Justo Pastor Mellado, quien considera fundamental potenciar la escena local para su reconocimiento internacional; fidelidad hacia el propio contexto para conseguir la universalidad. Así las cosas: aunque Europa sigue siendo un ente legitimador, si el “eje sur-sur” cobra fuerza, puede que en las próximas décadas se transforme en un auténtico fenómeno cultural. En este escenario, ¿dónde se ubicaría España y qué rol jugaría?

Si volvemos al texto “La Reina de las Américas”, frente al cual este artículo pretende aportar otro punto de vista, es interesante el tono subversivo con el que ha sido escrito. No pocos artistas han coincidido en el carácter subversivo que debe tener su trabajo, habría que trasladar este espíritu a los demás actores del sistema del arte: curadores, críticos, gestores culturales y, por supuesto, directores de museos.

Es más que probable que se pueda realizar un verdadero aporte a este intercambio cultural Transatlántico, si los discursos culturales no buscan la unidad ni la semejanza, sino la diferencia; no parten del consenso, si no del disenso, de la dimensión de antagonismo a la que se refiere Chantal Mouffe. Cualquier estrategia que apele hoy día a una supuesta “hermandad” hispanoamericana está desfasada y condenada al fracaso. El tono conciliador que se asume desde las instituciones españolas respecto a América Latina, no sólo es ingenuo. Seguir pensando que la imposición de una cultura y una lengua en un territorio provoca lazos de unión y fraternidad es, simplemente, estúpido.

Andrea Pacheco nació en Santiago de Chile, vivió 14 años en Madrid y retornó a su ciudad natal no hace mucho. Su interés en el trabajo de los artistas contemporáneos es sincero y profundo. Cuando escribe sobre alguno de ellos, tiene siempre en mente la célebre frase de Salvador Dalí: lo importante es que hablen de tí, aunque sea bien.

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