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Cuando tenía unos veinticinco años, experimenté graves conflictos en dos de mis amistades más importantes. El conflicto con la amiga A. se produjo debido a nuestra intensa relación laboral, en la cual yo tenía más voz que ella, y el conflicto con la amiga B. fue por un desacuerdo en la disposición de las habitaciones compartidas y una situación asociada en la cual tuve un estallido emocional intenso, pero, por supuesto, se trataba de mucho más que esto. “Siempre lo exageras todo” —fue la respuesta de una amiga, que a partir de entonces me haría el vacío a las zonas comunes de nuestro piso compartido—. “Siempre tenemos que resolver los conflictos a tu manera, no dejas espacio para otros métodos y me dominas” —fue la respuesta de mi otra amiga—. Esta situación también escaló hasta un silencio absoluto, cuanto más se negaba a hablar de sus sentimientos, más le suplicaba que confiara en mí.
Puedo deciros inmediatamente que ambos conflictos se han resuelto desde entonces. Sin embargo, las estrategias de resolución fueron fundamentalmente diferentes y en este artículo se pretenden ilustrar las tendencias en una de las comunidades más activas sobre este tema.
Yo formaba parte de un colectivo junto con A. y nuestra situación generó un malestar en todo el grupo, por eso decidimos realizar un taller como cura. En nuestra ciudad estaba emergiendo la Comunicación No Violenta (CNV) como proceso de comunicación, así que invitamos a Holger, uno de los principales organizadores.
En la sesión, nos explicó cómo había llegado a la Comunicación No Violenta. Muchas veces lo habían acusado de ocupar demasiado espacio en las conversaciones, sin quererlo. En su búsqueda de una solución, se encontró con la Comunicación No Violenta —al principio a través de un libro en la biblioteca pública—. Casi avergonzado, nos habló de Marshall M. Rosenberg, quien fundó la CNV tal como se practica y se entiende hoy en día. Estaba avergonzado porque a Holger no le gustaba como a Rosenberg se lo retrataba como un gurú.
Sin embargo, nos mostró como podemos formular observaciones de manera neutral sin hacer juicios de valor sobre el comportamiento de los otros. También nos mostró como nuestros sentimientos apuntan a necesidades más profundas y que estas necesidades nunca son reprobables. Nos ayudó a deconstruir las acusaciones y a entender lo que realmente queríamos. Y sobre todo como podemos utilizar este conocimiento para encontrar soluciones que no presionen a los demás. El tema central de la Comunicación No Violenta es como pedir algo a otras personas sin obligarlas a cumplir esta petición.
Un ejemplo:
Mi acusación real: no me dejas entenderte.
Lo que observo: no me hablas.
Mi sentimiento: rabia, frustración, impotencia.
Mi necesidad subyacente que no se está satisfaciendo: comprensión y armonía.
Una manera de formular la frase según la CNV: puedo ver que no me hablas (observación sin juicios). Quiero que me entiendas y que nos llevemos bien (formular necesidades). Mi petición es que me escuches e intentes entenderme (solicitud).
En cuanto a la Comunicación No Violenta, tengo que estar preparada a que la otra persona rechace la solicitud. La CNV se basa en el hecho de que puedo satisfacer esta necesidad en otros lugares. Esto la atomiza, como si cada persona estuviera flotando libremente y también pudiera satisfacer sus necesidades con cualquier otra persona.
Repetir lo que habéis escuchado también forma parte de la CNV. Es un ejercicio recomendable porque cuando nuestro grupo lo probó, nos dimos cuenta de que muchas veces no escuchábamos correctamente. Apenas pudimos reproducir exactamente lo que se dijo. Es por eso que casi nunca digo que entiendo algo, porque realmente me di cuenta de que pocas veces lo entiendo.
Lo que no había entendido hasta entonces, también, era que no teníamos ni idea de cómo se suponía que teníamos que hablar entre nosotras o como escucharnos adecuadamente. Después de todo, no hay ninguna lección en la escuela sobre “El ABC de la conversación humana”.
Y como que no había normas para la comunicación, solo nos quedaban las estrategias de comunicación tóxicas o implícitas de nuestras familias, escuela, trabajo y universidad, que rápidamente llegaron a sus límites cuando surgían los conflictos.
La Comunicación No Violenta era el método legítimo que A. podía aceptar (en contraste con mi insistencia a se revelara a mí). Con un lenguaje rígido, diseccionando y con dolor, A. y yo seguimos el extraño ritual en que se suponía que teníamos que tomar conciencia de nosotras mismas y revelarnos la una a la otra. Lo conseguimos: superamos nuestro conflicto, de manera eficaz y rápida.
Mi otro conflicto con B. se resolvió de manera completamente ineficaz: B. tardó exactamente cuatro años en dirigirme la palabra de nuevo y entremedias no hubo ningún contacto. Cuatro años fue la fecha de caducidad de nuestro conflicto. Después de esto, de alguna manera se había acabado.
No sé qué le pasó durante estos años y a qué conclusiones llegó.
Por mucho que la Comunicación No Violenta abriera una puerta para A. y para mí, también marcó un muro en la comunicación entre B. y yo. Ninguna de las dos tuvimos acceso porque ella no quería mostrarse. En este contexto, recuerdo a Édouard Glissant, filósofo y escritor del Caribe francófono que destacó el derecho de los colonizados a la opacidad. Tienen derecho a no ser entendidos; no tienen que realizar un “striptease del alma” para sus opresores, aquellos que quieren convertir su vulnerabilidad en beneficio y munición para oprimirlos más.
Sarri Bater, investigadora y practicante en el campo de la transformación de conflictos en el Reino Unido, Sri Lanka y la región de SWANA, escribe: “La Comunicación No Violenta se reduce definitivamente y en gran parte a experiencias de sentimientos y necesidades blancas y liberales, y esto es muy desconcertante y profundamente trágico”. Actualmente Bater lidera la organización Open Edge, que trabaja en la intersección entre conflicto y políticas de identidad, así como sobre la justicia y el desarrollo, centrándose en las relaciones como clave para transformar los sistemas de violencia y de creencias. El razonamiento del equipo se basa en la Comunicación No Violenta, a pesar de que Bater señaló en el 2018 que en más de quince años de practicarla, nunca había visto un enfoque sobre las condiciones y experiencias sistémicas, salvo que la propusiera ella misma.
Su texto fue una reacción al artículo NVC (Non-violent Communication) is for the privileged (2018) de Raffi Marhaba, activista trans que actualmente trabaja en la intersección del diseño y la justicia social. Marhaba criticó los puntos siguientes:
Bater comparte muchas de las experiencias de Marhaba y cree que el motivo es que la CNV se enseña como herramienta más que como conciencia. Argumenta que la CNV está muy dominada por los sentimientos y las necesidades de los blancos, ya que la mayoría de los practicantes provienen de entornos liberales. A pesar de que Rosenberg no afirmó que las necesidades y los sentimientos sean universales, y según su experiencia, no es el caso; las necesidades muchas veces se presentan así en la Comunicación No Violenta, dice Bater.
Según nuestro instructor, Holger, hay una definición de necesidades en la Comunicación No Violenta: en su lógica interna son independientes de otras personas. Por ejemplo, una necesidad es dar y recibir amor, pero no se trataría de una necesidad real si hablamos de desear ser queridos por una determinada persona. En la CNV, por lo tanto, tampoco es correcto decir que ver la otra persona feliz es una necesidad.
La definición de las necesidades de Rosenberg se basó en el modelo de Manfred Max-Neef, un economista chileno de padres alemanes, que, al abordar las diferencias de clase en América del Sur (en parte a causa del colonialismo), desarrolló un modelo de necesidades universales que pretendía alinear los objetivos de las políticas de desarrollo con la “escala humana”, es decir, con el bienestar respectivo de las personas y no con un producto nacional bruto. Al hacerlo, quiso crear un argumento para una forma de democracia libre descentralizada y autoorganizada con respecto a los conceptos de crecimiento económico. Por lo tanto, en el debate sobre el universalismo es importante entender que estas demandas deben tener presente el dominio eurocéntrico.
Bater, por otro lado, critica el universalismo propagado porque no se incluyen las personas estructuralmente desfavorecidas, es decir, porque es producido principalmente por la comunidad blanca y liberal. Bater, que no tiene la piel blanca, también es miembro del norte global, donde “se propagan ‘verdades’ etnocéntricas (liberales) y específicas de género sobre el mundo como innegablemente normales y correctas” y que constituyen la base aparente de la Comunicación No Violenta.
Faltaría un estudio científico del debate sobre el universalismo porque la Comunicación No Violenta solo se ha investigado de manera selectiva, a pesar de que hoy en día se utiliza en contextos tanto de negocios, como de activismo y educación. Una de las razones de su éxito generalizado es que Rosenberg ha estado aportando conceptos vivos desde los años 1980s (como el llamado “lenguaje de la jirafa y el lobo”). Rosenberg adquiere un peculiar papel transitorio en el cual transita de la ciencia al mundo cotidiano ofreciendo una metodología, pero pierde el apoyo científico en el proceso. La única manera que puedo explicar cómo las ciencias están evitando la Comunicación No Violenta es que existen reservas sobre la parte espiritual y sobre las taxonomías que no pueden justificarse científicamente. Quizás la investigación sobre la CNV también sea desagradable porque Rosenberg se ha convertido por accidente o intencionadamente en una figura mesiánica. ¿Qué fue lo que permitió a este (viejo) hombre blanco convertirse en eso?
Además del evidente valor práctico de su metodología, es también su posición sociopolítica la que le ha dado privilegios globales. Su marca registrada, que está protegida en los EE.UU. financia un centro de formación para garantizar que la Comunicación No Violenta se transmita correctamente, mientras que, al mismo tiempo, un conocimiento parcial o superficial se extiende cada vez más. Una dimensión masiva está entrando así en el ámbito de la CNV, creando vacíos en miles de blogs y reproducciones que conducen a las formas de violencia criticadas por Marhaba.
En este conocimiento superficial generalizado, los que “todavía” no son capaces de comunicarse sin violencia también están cada vez más devaluados. Pero la Comunicación No Violenta requiere una educación dirigida, concentración, formación y tiempo, recursos que no tienen una gran parte de la población mundial. Las necesidades básicas, como el agua o los alimentos, no se pueden satisfacer en los sistemas de dominación actuales. Puede ser doloroso tomar conciencia de las necesidades no cubiertas, y todavía más denominarlas porque no hay ninguna perspectiva de que se cumplan.
Las personas privilegiadas que practican la Comunicación No Violenta y pueden denominar y satisfacer sus necesidades tendrían que observar cuidadosamente como la utilizan. De hecho, forma parte de la Comunicación No Violenta comprobar las propias intenciones y también la coherencia del lenguaje corporal con aquello que se está diciendo, para no oprimir a los otros a través del virtuosismo lingüístico propio de esta práctica. Porque quien tiene las palabras, tiene el poder —y la responsabilidad—. Las directrices de la Comunicación No Violenta reconocen esta interdependencia en la relación padre-hijo; en la práctica entre los adultos, la exploración de las dependencias estructurales en la Comunicación No Violenta raramente se discute.
Parte de esta discusión podría ser tratar con la resolución de conflictos no pertenecientes a la Comunicación No Violenta. La resolución del conflicto con mi amiga B. funcionó. Ella no insistió en un método eficiente, pero como ella determinó los parámetros de nuestra interacción, también era ella la que tenía la agencia, no yo, abrumada por su capacidad oratoria.
Una adición y reescritura respetuosa de la Comunicación No Violenta por parte de otros autores conduciría a un desempoderamiento y desmitificación gradual de Rosenberg como su figura central, en última instancia, reconectándola con comunidades que hace décadas y siglos que practican aspectos de la Comunicación No Violenta, así como con las comunidades que podrían surgir en el futuro, independientemente de una centralización en el norte global.
(Imagen de portada: Paulina Nolte, Earthyn, 2024. Foto: Constanza Meléndez. Todas las imágenes cortesía de la artista)
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