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El greenwashing, el uso de bunkers y edificios de lo que se denomina arqueología industrial, o el enfoque “glocal” son parte de los parámetros formales, estéticos y funcionales de los centros de arte deslocalizados o situados en las periferias. No es que Madrid y Barcelona sean Nueva York, Londres o incluso Berlín, pero sí que son las urbes de la península y acaparan desde finales del siglo XIX la atención del mundo del arte, que ha sido desde entonces eminentemente urbano.
Pero de un tiempo a esta parte —dejando de lado atrás el mundo anglosajón, encabezado por Hauser & Wirth con sus descentralizaciones a la campiña inglesa y la isla de Menorca, y que poco tienen que ver con el caso español— una serie de centros se establecen no solo en la periferia, sino en la periferia de la periferia, buscando conexiones más o menos afortunadas con lo rural. En cualquier caso, aplaudimos el intento de descentralizar, de explorar nuevos paradigmas de sostenibilidad, de decelerar, de re-ruralizar, reforzado además por la presente crisis global: tanto sanitaria como ecológica. Por eso, la semana pasada asistimos a la inauguración de la nueva muestra de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia (FCAYC) que lleva por título A punto de ser nada y que estará en display hasta el 21 de noviembre, ya bien entrado el otoño.
El caso de Cerezales del Condado no es reciente, la fundación FCAYC se instaló en el año 2009 en las escuelas de este pueblo situado a 30 kilómetros de León. Fue gracias a la generosidad de un oriundo, Antonino Fernández, empresario que hizo fortuna en México con la cerveza Coronita, y que con su proyecto consiguió frenar la huida de los escasos 20 habitantes de este área castigada por la despoblación.
En 2017 se inauguró la ampliación de las instalaciones. Diseñado por el estudio AZPML, se trata de un edificio múltiple de escala discreta que evoca la idea de la cabaña elemental. Esta construcción no solo armoniza con el paisaje, sino que es 100% sostenible económica y energéticamente. A estrategias pasivas de reducción y balance del consumo energético como jugar con la orientación, se unen estrategias activas y la utilización de tres fuentes de energía renovable: geotermia, biomasa y materiales de cambio de fase.
El equipo interespecie de la fundación está compuesto por amables humanos —lejos del snobismo de las capitales— que coordinan y gestionan el centro cultural; bueyes; terneras y el precioso burrito Quintín, que son los encargados —literalmente— de dar bienvenida a los visitantes.
Con respecto a la actividad del centro, sus ejes temáticos son tres: etnoeducación, música y arte contemporáneo. Como centro de investigación, producción y difusión impulsa proyectos con incidencia en el territorio, por eso implica diversos agentes locales y regionales. Y es sobre estos ejes que se articula A punto de ser nada. La muestra cuenta con los artistas Irene Grau, Juan López y Jorge Yeregui. Ella y ellos, a través de su diferente background, prácticas y estrategias de aproximarse al contexto, han realizado un intenso y extenso trabajo de campo durante los tres últimos años: Valporquero, los Picos de Europa, la mina a cielo abierto «Nueva Julia» en Carrasconte, la Gran Corta de Fabero o la Casa de Humo de Lois forman parte de esas derivas. Todo eso y el comisariado entusiasta y consciente de Alfredo Puente, consiguen poner en relación minas abandonadas, paisajes estériles, grutas oscuras y montañas con documentales, colecciones de fósiles, vegetación y minerales vernáculos.
Si según apunta el pensador marxista Marshall Berman en uno de los textos que encabeza la guía de la muestra: «ser moderno implica alegría, crecimiento, transformación de nosotros mismos y del mundo, pero también amenaza con destruir todo lo que tenemos, conocemos, o somos»; A punto de ser nada conserva paisajes al borde de la desaparición provocada por esa modernidad.A través de un corte multidireccional y multitemporal al más puro estilo de los esquemas geológicos, la exposición presenta restos de materia, sustancias, energía y formas que los artistas han conseguido acumular durante sus investigaciones.
Compuesta por tres salas, en la planta baja la exhibición discurre entre karst, minas, montañas, grandes infraestructuras e imágenes agrarias que amplían nuestros imaginarios y nos dotan de narrativas que resuenan en otra frecuencia sobre el terreno baldío de su pasado minero. El film de Nikolaus Geyrhalter, una instalación de fragmentos de voladuras con registros fósiles de Dicksonia, helechos y troncos dialogan con la instalación de 14 pinturas monocromas de Irene Grau. Plenairista conceptual, como ella se autodefine, en este trabajo pone de manifiesto los efectos del extractivismo, la falta de luz, lo oscuro y el negro geológico, mediante un exhaustivo proceso pictórico a estratos que tiene como resultado lienzos azabache montados en bastidores de pino, también teñidos de negro.
Las Montañas Perfectas de Jorge Yeregui tienen delante unas mesas que contienen el Tesoro del Delfín y muestras de minerales y fósiles de la Colección de la Real Academia de Artillería de Segovia. Además comparten pared con un vídeo publicitario de hydroseeding. En general, el trabajo de Yeregui recoge la relación entre arquitectura, medioambiente y los efectos de la transformacion del territorio por mega infraestructuras. Según asegura durante la presentación, la visión poética de «ahuecar la montaña, meter la mano y sacar trozos de ella», como es el caso de la montaña vaciada de Valporquero, inspira en gran medida sus Montañas perfectas I, II y III.
La instalación con Dicksonias antarcticas que ocupa gran parte de la sala tiene mucho que ver con Juan López. Las Dicksonias antárticas son el único eslabón vivo cercano a los fósiles de la zona, además se encuentran al pie de las calderas de las minas paradas. ¿Qué sucede cuando toda la actividad se interrumpe y el futuro se cancela dejando profundas cicatrices en las almas de las personas y del paisaje? En Devolver su ruido, con una placa de pizarra, un robot con una aguja y altavoces, López devuelve —como el nombre de la pieza indica— el ruido a las canteras de pizarra, o a la Gran Corta de Fabero, una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes de Europa. Y con el ruido, la nostalgia de una economía de la abundancia. En el camino desde el norte por la A6 hacia Cerezales, la visión de una valla publicitaria con una gran máquina de ordeño, le hace recapacitar sobre la capa tecnológica que impregna el mundo rural y refiere en sus collages, no solo al extractivismo no sólo relativo a los recursos naturales, sino también a seres vivos no humanos.
En el mezzaninne se encuentra la biblioteca de la fundación. En ella se despliega una colección de títulos bibliográficos, abiertos en páginas clave, para contar el paso del siglo XX a nuevos imaginarios. A medio camino entre ecología y catástrofe, se han seleccionado volúmenes dedicados a agricultura, ética animal, sostenibilidad, energía o biocombustibles que comparten espacio con novelas distópicas sobre terraformación o colonización de otros lugares. En la pared otra de las Montañas perfectas de Jorge Yeregui. El recorrido de la sala finaliza con un vídeo promocional sobre los avances de la minería de asteroide.
Cumpliendo con el tercer eje temático de la fundación dedicado a la música y el sonido, A punto de ser nada finaliza con una sala de escucha contigua a la biblioteca que permite abrir la muestra a diversos paisajes sonoros. Y porque escuchar forma parte de observar. A través de 44 trabajos discográficos de todo el mundo, agrupados en cuatro listas de reproducción: Antroposfera, Litosfera, Biosfera y Troposfera, se puede oír lo que suena sobre y bajo el suelo; las reverberaciones de los valles, montañas y ríos; grabaciones de campo; canciones de trabajo; música tradicional, o propuestas contemporáneas que miran a paisajes en continua transformación.
Esta ex-posición sobre la tierra establece un diálogo sincero entre los trabajos expuestos y el entorno, creando conexiones sensibles y poéticas a partir de un estrecho diálogo con el paisaje y sus constantes transformaciones, tanto naturales como artificiales.
Fotos cortesía de FCAYC
Exposición hasta el 21 de noviembre y programa de mediación de mayo a junio
Fundación Cerezales Antonino y Cinia
c/ Antonino Fernández, 76
24150 – Cerezales del Condado, León
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)