Buscar
Para buscar una concordancia exacta, escribe la palabra o la frase que quieras entre comillas.
En A*DESK llevamos desde 2002 ofreciendo contenidos en crítica y arte contemporáneo. A*DESK se ha consolidado gracias a todos los que habéis creído en el proyecto; todos los que nos habéis seguido, leído, discutido, participado y colaborado. En A*DESK colaboran y han colaborado muchas personas, con su esfuerzo y conocimiento, creyendo en el proyecto para hacerlo crecer internacionalmente. También desde A*DESK hemos generado trabajo para casi un centenar de profesionales de la cultura, desde pequeñas colaboraciones en críticas o clases hasta colaboraciones más prolongadas e intensas.
En A*DESK creemos en la necesidad de un acceso libre y universal a la cultura y al conocimiento. Y queremos seguir siendo independientes y abrirnos a más ideas y opiniones. Si crees también en A*DESK seguimos necesitándote para poder seguir adelante. Ahora puedes participar del proyecto y apoyarlo.
Bajo ningún título ni necesidad aparente se abre la nueva exposición que acoge Halfhouse, que ya no se encuentra en aquel entorno idílico sino en uno más fabril y conectado con las latitudes humanas. Un espacio situado en el barrio de La Verneda que, dada su proximidad, se integra en la red artística de Poblenou, lo cual ya deja entrever un cierto cambio de rumbo.
La muestra, formada por obras de Susana Solano, Fernando García, Oier Iruretagoiena, Pablo Capitán del Río e Idoia Montón, denota una suerte de augurio hacia el vacío existencial. Cuatro lienzos en blanco situados al fondo de la sala conforman un espacio trascendental al que se accede bordeando esculturas en forma de cruz sobre las cuales la gravedad del tiempo se deposita en forma de piedras. La superposición de materiales –y texturas– que lleva a cabo Oier Iruretagoiena es una especie de alegoría imperfecta a las también imperfectas capas de tiempo, algo que es interrumpido por el oscuro abismo de la pieza escultórica de Susana Solano –No lo sé nº 1–, que impone un antes y un después en el recorrido expositivo.
Lo chocante de la exposición es el poco diálogo que mantienen las obras de Idioia Montón con el resto; sus pinturas agónicas parecen encerrarnos en una especie de manicomio sagrado que se encuentra en otra fase del discurso expositivo, totalmente explícita y que quebranta ese viaje sensorial y pictóricamente armónico proporcionado por las otras. Lo mismo ocurre con su collage. Una sensación de desconcierto que se agudiza con la falta de información sobre el proyecto, algo que probablemente deba ser entendido como una declaración de intenciones pero que a efectos prácticos lo que hace sobre todo es alejar a quienes tratan de acercarse.
El gesto de abrir vacíos –visuales, narrativos– es sin duda necesario, porque con ellos se articulan nuevas lecturas y acciones que, de un modo u otro, se salen de la centralidad discursiva. Lo que es incomprensible es que eso pase por un distanciamiento con respecto al/a la espectador/a. Produce, una vez más, un espacio aurático que en lugar de incluir mantiene alejado cualquier tipo de acercamiento. ¿Es esto lo que queremos? O mejor dicho, ¿es esto lo que necesitamos?
Vista general de la exposición. Fotografías de Pol Aregall
(Imagen destacada: Oier Iruretagoiena, Sin título, 2018)
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)