Hay algo ritual en el hecho de tener que quitarse los zapatos para transitar por una galería. A esto nos obliga la última exposición de Tere Recarens en París, Baharestan Carpet. El título hace alusión a la alfombra de Cosroes I, rey sasánida, que ornaba el iwán de Ctesifonte y que sólo se conoce a través de descripciones casi legendarias. Hecha de seda, oro y piedras preciosas, fue cortada en pedazos y repartida entre los militares de alto rango cuando los árabes conquistaron Persia. La alfombra que cubre el suelo de la galería Anne Barrault, por la que transitamos descalzos, cuenta la historia de Irán en cuatro episodios. Desde la mitología antigua, con la leyenda del pájaro Simurg, hasta la situación actual de las mujeres, pasando por las épocas del imperio sasánida y de la modernización del país durante el gobierno de Mossadeq.

Tere Recarens se impregna de la historia, la vive y la transforma en algo personal que se cuenta a través del juego. Hay un vídeo en la exposición que ejemplifica esta manera de hacer. En Besenrein (2003), la artista barre las nubes desde un avión, para poder ver mejor la superficie de la Tierra. Es un método total que se sirve del viaje y la exploración como medio, que se completa con perseverancia en el aprendizaje de la caligrafía y la lengua farsi, o de las técnicas de impresión y los motivos de los estampados persas. En definitiva, con su implicación afectiva con el objeto de estudio, que se hace visible en los diferentes elementos que llenan el espacio de la galería. Se trata de una colección de gestos aprendidos y repetidos que sirven para acercar, para acercarse y para entenderse.

Tere dice que la caligrafía es un dibujo. En la exposición encontramos varias declinaciones de esta idea, muchas de ellas relacionadas con el boteh jeghe, ese motivo de forma almendrada que recuerda a una gota, típico de los estampados persas. Vemos el boteh en las serigrafías alineadas en una de las paredes de la sala, la serie Spark, que combinan hasta tres técnicas de impresión en un proceso largo y cumulativo. Lo vemos también en la alfombra, grande o más pequeño, relleno de color o de trazos caligráficos.

Cuando la alfombra se expuso en Barcelona, el invierno pasado, la artista organizó una cena encima. Bahrestan Carpet es, pues, también, un lugar de encuentro en el que es posible acercarse a una cultura desde la simple curiosidad, sin prejuicios, y de forma lúdica. Aun así, no se trata de una aproximación banal ni apologética. Los carteles que cuelgan en el andamio fuera de la galería, a modo de pancartas improvisadas, llaman la atención sobre problemáticas actuales relacionadas con el exilio y las migraciones forzadas. Resaltan, así, los aspectos graves abordados en la alfombra con la que el espectador entra en contacto por la planta de los pies.