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07 diciembre 2023

«CINEMA PAPER» DE ÉRIK BULLOT: la danza de los fosfenos

No todo el mundo conoce el dato de que el censor de cinematografía del Ministerio de Cultura iraní fue durante muchos años un hombre ciego. Con el resto de sus sentidos alerta, escudriñaba las películas en busca de alguna «inmoralidad» y solo en muy pocos casos preguntaba a un asistente qué estaba pasando en la escena. Quizás porque Mehdi Argani, que así se llamaba, sabía que lo más relevante de las imágenes no está en aquello que es accesible por la vista. Las imágenes son, para un censor atento como Argani, un caballo de Troya que oculta dentro otras no visuales, interiores, estas sí, extremadamente poderosas.

En ese sentido llamar exposición a la propuesta de Érik Bullot en la Filmoteca de Catalunya podría ser inexacto, porque asistimos en realidad y sobre todo a una película interior, o mejor, a muchas películas, tantas como espectadores/montadores/as asistan y la elaboren en cada visita.

Esta(s) película(s) en papel está estructurada como un laberinto caleidoscópico no tanto de imágenes, sino de disparadores de imágenes y propone un recorrido libre, poético y zigzagueante por todo aquello de lo fílmico que escapa a lo óptico, por la desvisualización de lo visual. Un itinerario de 42 collages, tres mesas de trabajo y una posibilidad de película, que recorre una extensa investigación sobre las formas posibles de visión sin visión, imágenes telepáticas, sesiones mediúmnicas, hipnóticas, visiones parópticas, el sueño de una visión extrarretiniana (¿por qué caminan con tanta facilidad los sonámbulos?), optófonos, dactilógrafos, kinetoscopios, praxinoscopios, celestografías…

La cita que abre la exposición nos pone sobre aviso, entramos en el sueño de una obra. Se trata de la frase final de la película El Decamerón de Pier Paolo Pasolini y la pronuncia el propio director (que solo eligió actuar en dos de sus películas) encarnando a un pintor discípulo de Giotto. La paradoja es que que esta frase final la pronuncia con su delantal manchado de pintura frente al fresco terminado, que es grandioso. Incluso frente a la obra completa, real y visible, el artista elige la soñada, la imagen interior.

[Detalle ]Dibujo científico de Santiago Ramón y Cajal. Neuroglia en Asta de Ammón de un hombre biopsado 3 horas después de la muerte (1913). 14,9 x 12,7 cm. Colección Legado Ramón y Cajal – Instituto Ramón y Cajal.

Elegir la obra realizada será solo una rama del árbol de posibilidades que semejan las neuronas dibujadas por Ramón y Cajal que acompañan la exposición. Si el cine se parece a nuestros procesos mentales y perceptivos como creía Deleuze, los esquemas de Ramón y Cajal se nos muestran como un manual de instrucciones del cerebro/proyector que ponemos en marcha en el acto de imaginar. Un cerebro (y unos ojos) que son también y solo unas entre tantas del universo de imágenes-movimiento que percibimos como realidad. Y los collages de Bullot cumplen entonces la misma función que los dibujos de Ramón y Cajal: esquemas, bocetos, armazones de sentido, que permiten aprehender la otra imagen subterránea que imprime cómo pensamos, cómo soñamos, cómo fantaseamos: el rodaje y edición de nuestra imaginación profunda.

Su propuesta fílmica Fragments pour un film imaginaire es una llamada a irradiar la imagen desde la piel, por ondas lumínicas, sin mediación. Como el protagonista de Conte philosophic (citado en el libro Apunts de cinema, otro de los itinerarios posibles), atrapando un rayo de sol en una caja de zapatos. Los personajes de Bullot cierran los ojos para imaginar el contenido de esa caja cómo se imagina una cosmogonía, el espacio exterior como el roce de una piel con ojos, la posibilidad de un Theremin visual. El espectador/a se sitúa en condición de igualdad frente a unas imágenes que cierran los ojos (ojos-imágenes, como los nuestros) y piensan una película transmitida solo telepáticamente.

El cine que sueña Bullot es un cine liberado por fin de la censura de la técnica que nos permita hacer del propio cuerpo o del cielo abierto o de los poros una gran cámara obscura por la que transcurre el flujo de las imágenes que pasan de un cuerpo a otro, de una cabeza a la otra, de una experiencia a otra, vibrante, detrás siempre de la frontera de proyección de los párpados. Un cine que nos propone, en fin, contemplar en paz la danza de los fosfenos, esas lucecitas pulsantes que vemos cuando cerramos los ojos, ese recordatorio físico de que ni siquiera con los ojos cerrados somos capaces de dejar de ver imágenes.

[Detalle] Roland Sabatier. Je veux faire ne pas faire un film, 1976. Tinta sobre papel de calco montado sobre papel, 21 x 29 cm. Colección Érik Bullot.

El caleidoscopio de Érik Bullot nos permite fantasear la certeza de que toda visión (y eso lo sabía bien Mehdi Argani) es visión paróptica, que todo cine es cine mental, que toda película es sobre todo interior. Toda película es entonces inacabada, es siempre un intento fílmico, una mitad propuesta para ser completada, un copión que espera una última decisión de corte del espectador. Y tal vez elijamos (solo) soñarla como el discípulo de Giotto/Pasolini.

[Fotografías: Marta Azparren]


«Cinema Paper. Érik Bullot»
Sala d’exposicions de la Filmoteca de Catalunya hasta el  28/01/2024
Plaça Salvador Seguí, 1 – 9,  08001 Barcelona

Marta Azparren. Artista no-visual. Se mueve entre el cine experimental/expandido, las artes vivas y el dibujo (y entre Barcelona y Madrid). Su trabajo suele ocuparse en la actividad artística atendiendo a las conexiones entre creadorx, espectadorx, obra y maquinaria interna de la mediación, la producción y la exhibición. La mirada se dirige además hacia lo no visual en lo visual, lo descartado, lo que no sucede. Ha publicado recientemente el ensayo «Cine ciego. Detener el flujo de las imágenes» sobre el cine monocromo y las imágenes sin imagen.

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