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Para José I. B. G.,
cuya funda de teléfono pintada por sí mismo encantaría a Keith Haring
(pero no a la Fundación que lleva su nombre).
En los últimos años la proliferación de productos con el arte de Keith Haring, abalados por la propia Keith Haring Foundation, se ha visto disparada. Entre estos, podemos encontrar las (ya lejanas en el tiempo) colaboraciones con marcas como Moleskine y Polaroid, pasando por otras más recientes y recurrentes con CASETiFY, Calzedonia, Primark, Uniqlo, Billabong, H&M, así como con diversas marcas del grupo Inditex (en concreto, Pull&Bear, Bershka y Stradivarius). Igualmente han existido colecciones puntuales, como las de Pandora y Dr. Martens, a las cuales se les suma la reciente colaboración con Crocs (zapatos y Jibbitz charms).
No obstante, se han dado emparejamientos menos previsibles, como los pintauñas de Miracle Gel, los juguetes de baño para bebés de la marca Etta Loves o los yogures de La Fermière. A propósito de estos últimos, un usuario de la red social Twitter/X, escribiendo desde la cadena de supermercados americana Whole Foods, comentaba irónicamente: «esto es exactamente lo que keith hubiera querido».
La disparidad y cantidad de productos y de empresas con las que estas colaboraciones se han llevado a cabo, sin una línea editorial clara que represente los valores originales de la Fundación Keith Haring es sorprendente. Más aún cuando se tiene en consideración cómo en vida, el propio Haring tuvo una relación considerablemente equilibrada con el mundo comercial. Colaboró puntualmente con algunas marcas de alta gama (como Fiorucci, Swatch o Absolut), pero también rechazó las ofertas de otras que no cumplían con sus criterios (como la empresa de comida instantánea Kraft).
A su vez, el control deseado sobre los productos con su arte se hizo evidente en 1986, con la apertura de una tienda propia en Manhattan, la Pop Shop, abierta hasta 2005. Esta Pop Shop, que contó con una sucursal en Tokio de 1987 a 1988, fue concebida como una extensión de su trabajo, que buscaba acercar su arte a todo el mundo, a través de artículos de uso diario como camisetas, juguetes o chapas, a precios asequibles. Ante las acusaciones de comercialismo de la tienda, Haring respondió en una entrevista en Rolling Stone en agosto de 1989 abiertamente:
My work was starting to become more expensive and more popular within the art market. Those prices meant that only people who could afford big art prices could have access to the work. The Pop Shop makes it accessible. To me, the Pop Shop is totally in keeping ideologically with what Andy [Warhol] was doing and what conceptual artists and earth artists were doing: It was all about participation on a big level. If it was about money, I could have been the most successful commercial designer and illustrator in the world. I’ve turned down numerous huge things.
Es más, más allá de ser muestras de arte pop, los productos de la tienda mostraban las preocupaciones sociopolíticas de Haring, mediante eslóganes con consignas de ACT-UP o mensajes y dibujos contra el apartheid en Sudáfrica. Además, la Pop Shop contó con productos con la obra de otros artistas contemporáneos, amigos de Haring, como Kenny Scharf y Jean Michel Basquiat.
Por tanto, la suspicacia suscitada por las recientes colaboraciones comerciales está justificablemente razonada y, de hecho, lleva algunos años siendo notada. En octubre de 2022 el portal de noticias LGBTIQ+ PinkNews comentó, entre otras, la aparición de la colección de Pandora, puesta a la venta el 29 de septiembre de ese año. El artículo recoge los comentarios de usuarios acerca de la falta de transparencia respecto a la recaudación de fondos de la campaña, la total omisión en ella de la sexualidad de Haring, la falta de información acerca de la labor de financiación y apoyo a la investigación y educación acerca del VIH/sida de Haring y de la Fundación en sus comienzos (los motivos por los que la Fundación, como se verá a continuación, fue creada), y su muerte por complicaciones relacionadas con la enfermedad el 16 de febrero de 1990.
Un mes más tarde, Lauren Cochranen, mencionando la pieza de PinkNews, abordaba en un artículo de The Guardian si el número exacerbado de colecciones estaba comprometiendo el legado de Haring a través de la reducción de su arte a logotipos glorificados. Cochranen consiguió hablar con Gil Vazquez, el actual presidente de la Keith Haring Foundation, que defendió sus elecciones con marcas del fast fashion como la solución para mantener precios asequibles en los productos. Sin embargo, los impactos negativos del fast fashion son numerosos y atentan directamente contra los principios originarios de la Fundación. La vinculación cada vez más evidente entre el neocolonialismo y la explotación de recursos humanos y medioambientales, y, particularmente, la explotación infantil por parte de esta industria, contradicen las ayudas de la Fundación destinadas a infancias desfavorecidas y en riesgo de exclusión.
Keith Haring creó la Keith Haring Foundation en 1989, un año después de conocer su diagnóstico como seropositivo, con el fin de conseguir fondos para la lucha y la investigación sobre el VIH/sida. También para invertir en recursos y educación en infancias en riesgo de exclusión, así como en diversas obras de caridad afines a estas causas. A su muerte, la Fundación era ya una entidad multimillonaria, encargada de custodiar su legado y promoverlo. Sin embargo, como por desgracia es habitual, las propias fundaciones son cómplices de la supresión de la identidad de estos artistas que se fueron demasiado pronto y cuya muerte fue y sigue siendo un asunto político. Por tanto, son cómplices en la difuminación de ese mismo legado que supuestamente salvaguardan.
Sin el contexto político-social en el cual fueron creadas estas obras no dicen nada, se convierten en meros artefactos decorativos que contribuyen a la estabilización de la gentrificación y el pensamiento aburguesado del que habla Sarah Schulman (2012), el cual precisamente comenzó a aparecer en el momento en el que «la expresión radical de acción directa de la liberación gay empezó a verse desbordada por la asimilación, una de las principales consecuencias del SIDA» (Schulamn 2012: 49, traducción propia).
La dimensión comunal siempre ha sido uno de los factores característicos de la obra de Keith Haring, en su forma y en su contenido. En lo que respecta a esta primera, destaca su creación de nuevas formas de producción, ajenas a la cultura corporativa y empresarial que en nuestra sociedad neoliberal terminan por fagocitarlo todo, incluidas las identidades disidentes (cf. Nair 2014: 20). Mediante la innovación formal, y rompiendo la asociación (no sólo fonética) del museo-mausoleo (Adorno apud Crimp 1993: 281), Keith Haring consiguió defender y celebrar a través de su arte y sus productos todo aquello en lo que creía: la diversión, la igualdad, el sexo homosexual, la accesibilidad del arte, el derecho a la infancia, etc. La actual actividad de la Keith Haring Foundation hace que este arte, en sus múltiples versiones comerciales, actúe como signo de capital cultural por parte de sus compradores, independientemente de sus identidades (queer o no) y/o valores.
En vistas de las declaraciones de su actual director en el artículo de The Guardian, y la proliferación de productos en los dos últimos años, no podemos esperar un parón total de la producción por parte de la Keith Haring Foundation. Quizás, sólo podemos fantasear con un cambio en la línea de producción en el que otro tipo de productos o, incluso, otro tipo de dibujos por parte de Haring tuvieran cabida. Por ejemplo, sus dibujos más sexualmente explícitos, que ya han sido reclamados en las redes sociales para aparecer en algún tipo de merchandising. Desde luego, si ha lugar una nueva colección de Pandora, estos dibujos inspirarían unos charms increíbles, que Rosalía podría perfectamente combinar con su Dick Bag de Stef Van Looveren.
No obstante, lo que sí podemos esperar y, de hecho, hacer, son nuestras propias versiones de productos, en edición pirata, como Keith hubiera querido. Pues, como recuerda Élisabeth Lebovici (2019: 55):
Keith Haring inoculó un programa político (el VIH, la homosexualidad, la pobreza, el racismo, la cultura joven, el uso de las drogas) en la circulación del lenguaje gráfico del mundo capitalista. Se infiltra en ese mundo que él denuncia como blanco y heterosexual. De ahí su deseo queer de producir un sistema de signos reconocibles, dirigidos a todo el mundo, capaces de seducir a todo el mundo, de encontrar también una manera de repetirlo y diseminarlo, es decir, de clonarlo, utilizando un término tomado del vocabulario de las culturas gais [1]«El “clon” designa al gay estereotipado a partir de la década de 1970». Lebovici 2019: 69, n23.
Referencias
Crimp, Douglas. (1993). De vuelta al museo sin paredes. En J. V. Aliaga y J. M. G. Cortés (Eds.). De amor y rabia. Acerca del arte y el sida. Universidad Politécnica de Valencia (pp. 281-295).
Haring, Keith. (10 de agosto de 1989). Keith Haring: Just Say Know. Entrevista por David Sheff. Rolling Stone. Disponible en: https://www.rollingstone.com/culture/culture-news/keith-haring-just-say-know-71847/
Lebovici, Élisabeth. (2019). Sida. Arcadia/MACBA.
Nair, Yasmin. (2014). Against Equality, Against Marriage. An Introduction. En R. Conrad (Ed.). Against Equality. Queer Revolution, Not Mere Inclusion. AK Press (pp. 15-21).
Schulman, Sarah. (2012). The Gentrification of the Mind. Witness to a Lost Imagination. University of California Press.
[Imágen destacada: Keith Haring, «Tuttomundo», Pisa, trasera del Convento de los Frailes Siervos de María, iglesia de Sant’Antonio Abate, 1989. Mural en pared, 180 metros cuadrados. ©Foto de Marta Martín Díaz, 14 de febrero de 2023]
↑1 | «El “clon” designa al gay estereotipado a partir de la década de 1970». Lebovici 2019: 69, n23. |
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