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Spotlight

26 septiembre 2024

Manifesta 15: Party in the Blitz

El verdadero protagonista de Manifesta 15 – Barcelona Metropolitana 2024, más allá de un relato reconocible e, incluso –como algún representante político admitió en la rueda de prensa inaugural– más allá de los propios artistas seleccionados, es el territorio en el que se despliega. Como ya se ha explicado de manera mucho más detallada por otras vías, en el proyecto de esta edición de Manifesta confluyeron intereses comunes por parte del anterior consistorio y el equipo de Manifesta en reflexionar sobre el propio proyecto de bienal enfatizando su relación con el área metropolitana, esto es, el cinturón de ciudades industriales que rodean la ciudad de Barcelona, trabajando con un total de 12 municipios. Se ha llegado a decir que es, por ello, la Manifesta más grande hasta la fecha, aunque tal vez sea más preciso matizar que es la más extensa, del mismo modo que, más que aspirar a la descentralización del proyecto, se trata de una bienal con articulación policéntrica. Una lógica policéntrica que, por otro lado, caracteriza al modelo urbanístico de muchas ciudades de Europa actuales –y desde luego las estadounidenses– donde el vehículo se hace imprescindible.

Estas otras centralidades, que a su vez articulan otros nodos, son la Casa Gomis, el Monasterio de Sant Cugat y el esperado proyecto de Las Tres Chimeneas del Besòs (centros, todos ellos, que podrán visitarse por una entrada única de 15 € durante todo el periodo de la bienal, a diferencia del resto de equipamientos implicados que se han negado a imponer una entrada según me trasladó la coordinadora de uno de ellos). Por su parte, la Antigua editorial Gustavo Gili, aún funcionando como sede principal y catalizador de la bienal, no articula otras experiencias en el contexto de la ciudad de Barcelona, cediendo el protagonismo al área metropolitana. De este modo, la bienal pone el foco en toda una serie de espacios culturales no siempre apreciados desde la capital, la mayor parte de los cuales ya en funcionamiento con una programación propia, además de abrir otros equipamientos –como La Caldereria en Cornellà– normalmente cerrados al público o destinados a otros usos. Cabe decir, además, que en el caso de la ciudad de Sabadell, tal y como me trasladaba Óscar Abril (representante artístico de ese municipio para Manifesta) el despliegue de Manifesta 15 coincide con los programas organizados en tanto que Capital de la Cultura Catalana 2024, con lo que los proyectos “con sello Manifesta” presentados en la fábrica de Vapor Buxeda Vell, coinciden con toda una investigación desarrollada por un equipo de curadores, con Maia Creus a la cabeza, que podrán visitarse en Ca l’Estruch, el Museu d’Art y la Acadèmia de Belles Arts (una dinámica bien distinta a la puesta en marcha en la propia bienal, como veremos más adelante).

Por todo lo dicho, como no podía ser de otra manera cuando la extensión territorial es protagonista, la Manifesta 15 ha estimulado especialmente la imaginación de mapas. Mapas que articulan toda esta red policéntrica de espacios y que se despliegan en todas las tipologías cartográficas en los materiales de comunicación y mediación, pero también en las propias obras. Es el caso evidente de la instalación interactiva #lamevaripollet (2024) de Nora Ancarola en Cal Quitèria, producida para la bienal a través de la convocatoria abierta para proyectos locales, en la que lleva a cabo una interpretación del plan urbanístico de Ripollet desde una perspectiva de género. Pero también es el caso de Dïàspora de Binta Daw (2021–2024), una trama de trenzas que condicionan nuestro movimiento en el interior de la sala de Can Trintxet en L’Hospitalet. El trenzado del cabello fue una práctica que las esclavas africanas utilizaron como método clandestino para representar rutas de escape y que guiaron, por ejemplo, a las comunidades cimarronas hacia lugares como San Basilio de Palenque (Colombia), donde aún hoy se conserva esta memoria.

Los mapas pueden ser acaso cosmológicos, yuxtaponiendo en ellos espacio, tiempo y creencias, como el tapiz de Fanja Bouts en el claustro del Monasterio de Sant Cugat, la instalación de Marie-Claire Messouma Manlanbien o la tela del artista –y sacerdote de Palo Monte– José Bedia en esa misma sede. El monasterio se convierte así en una especie de templo ecuménico de un totum revolutum ritualizado que se proyecta al resto del clúster Cuidar y cuidarnos, incluyendo a big names como Judy Chicago, Antoni Miralda y Ana Mendieta (también expuesta en la Casa Gomis junto a Fina Miralles) y en la que no ha faltado un artista representado por la Galería Continua (Jonathas de Andrade). Ahora bien, más allá de comprender el afán compulsivo que implica la voluntad de representar el cosmos –y asumir que se consolida el éxito de lo reivindicado por Cecilia Alemani en la Biennale de 2022– parece que no termina de entenderse la selección de artistas en torno a esta idea ampliada de “los cuidados” (donde por caber, cabrían incluso las propuestas ecologistas del clúster Equilibrando conflictos que articula la sed de Casa Gomis o la propia idea –brillante– de incluir dicho edificio como sede teniendo en cuenta su posible desaparición).

Pero volviendo a los mapas –que al menos nos dan el sosiego de conducirnos física y figuradamente a algún lugar concreto: en la Antigua editorial Gustavo Gili se han ensayado diversas visualizaciones de datos que se acercan a lo cartográfico de muchas maneras, pues reorganizar es mapear nuevas formas de conocimiento y, con ello, nuevas relaciones, como viene siendo habitual en el trabajo de Transductores, y como también han desarrollado Anïs Florin, Diversorium & Ariadna Guiteras o Massa Salvatge & Lluc Mayol, sin que los materiales resultantes, eso sí, brinden garantía de acceso al contenido de cada uno de los procesos. La búsqueda de nuevas formas de conocimiento, relaciones y visualización de datos también ha motivado investigaciones diversas en torno a la idea de archivo, aunque no todas ellas han acabado teniendo cabida en la muestra definitiva. Entre las que sí, la investigación de Tania Safura Adam Arxius Negres: fragmentos de una metrópoli anticolonial (2024) adopta displays varios en las salas de la Gustavo Gili construyendo un contra-relato de la ciudad de Barcelona a través de sus comunidades negras. Una reflexión específica acerca de la construcción de relatos a partir del display expositivo atraviesa el juego de Eva Chettle en el Museo de Ciencias Naturales de Granollers (2012–2024) –una broma, cabe recordar, que también hizo en su día Damien Hirst–.

Pero si nos podemos exquisitas a la hora de encontrar mapas: ¿acaso hay algo más cartográfico que un organigrama? Entender de verdad el proyecto de Manifesta 15 parece que pasa por una lectura obligatoria de su lista de créditos. No seré yo quien insista como ya muchos han hecho en los más de 8 millones de euros que han alimentado la maquinaria, sino –más particularmente– en su capital simbólico. En dicho “mapa organizativo” encontramos un peculiar predominio de los términos representante artístico (uno por cada municipio) y, muy especialmente, mediación (ya lo preveían Lars Bang Larsen y Soren Andresen en 2006), mientras que el concepto curaduría ha sido omitido. Es evidente que controvertidos experimentos de los últimos años –basados precisamente en la policentralidad organizativa– han tenido sus frutos y por supuesto que no se trata aquí de defender la curaduría (de alguna forma nos lo habremos buscado), pero es que claro, en ese listado de créditos en cambio sí aparece sin tapujos el concepto negocio. Tal vez, lo que queda hoy en día de la curaduría se encuentre precisamente entre la idea de mediación y la idea de negocio (toca que decir que lo que se deduce del listado de partners –donde es cierto que no abundan grandes corporaciones como en otros eventos internacionales– es que, además de la inversión pública, la bienal pretende autofinanciarse con una amplia carta de servicios que se ofrece a los visitantes –¿turistas?– incluyendo tours guiados por las zonas metropolitanas y alquiler de coches).

En cualquier caso, la “desaparición” de la curaduría en Manifesta 15, se manifiesta, al menos, en dos problemas. El primero y principal es que queda desdibujada la responsabilidad real de quien/quienes han realizado la selección principal de artistas o colectivos participantes y han delimitado el marco conceptual básico en el que se tenía de operar: más allá de que el proceso haya sido bienintencionadamente colaborativo o policéntrico, relaciones de poder, al fin y al cabo, siempre hay. El segundo es la dificultad para que los públicos puedan hacer una lectura coherente de todo lo que se ofrece y evaluar cuál ha sido la propuesta conceptual de fondo (de ahí que tengamos que echar mano de mapas de todo tipo para orientarnos un poco), más teniendo en cuenta que vivimos en una época en la que las redes sociales y los vertiginosos flujos de información contribuyen cada día a dispersar y atomizar cualquier clase de relato o pensamiento. A pesar del trabajo acertado de implicar a “responsables artísticos” en cada municipio, con la excepción de algunos centros –como el MAC de Mataró– que hicieron su propia selección, muchas de las propuestas ubicadas en cada una de las sedes sugieren cierta gratuidad con respecto a su contexto y al marco general de la bienal, lo que quizás hubiera sido solventado con una mesa curatorial con profesionales locales.

Tal vez, de esa mesa hubiera salido la idea de que, ya puestos, la bienal era una oportunidad para elaborar un relato conjunto –común y no disperso– de esa Barcelona metropolitana que más que nice locations, está atravesada por las sombras de su pasado industrial: su organización social, los conflictos entre trabajadores y burguesía local, la división de género en el trabajo, la migración, la aspiraciones democráticas, la desindustrialización, el Informe Petras y la reconversión cultural de los antiguos espacios fabriles, el peligro de la gentrificación… Desde luego que muchos de estos asuntos son abordados en Manifesta 15 por artistas como Lara Schnitger, Marta Sentís, Fernando Sánchez Castillo, Lola Lasurt, Felipe Romero Beltrán, Lorenzo Sandoval, Emilija Škarnulytė, Domènec, por supuesto Dziga Vertoz o el colectivo Claire Fontaine, por iniciativas como la revista Ajoblanco o la Entesa per a un Gran Parc Litoral al Besòs. Pero parece haberse desaprovechado la posibilidad de elaborar un relato común, honesto con Barcelona, echándose además en falta la participación de muchos agentes locales que desde hace tiempo se han comprometido con estas cuestiones –como la plataforma iDENSITAT que tanto ha trabajado sobre el Besòs, o todo un elenco de fotógrafos cruciales.

La historia nos ha enseñado que los mapas sirven –y se producen– sobre todo en tiempos de guerra. A pesar de que Manifiesta 15 apenas haga alusión a la coyuntura bélica en la que nos encontramos, como decía Brecht, el arte nos habla inevitablemente de ella. Por eso la decisión de convocar a 3000 profesionales de la cultura a la “ceremonia inaugural” de Manifesta 15 – Barcelona Metropolitana 2024 en el Besòs para un mero festejo bajo la lógica de consumo de un gran festival, sin ofrecer la posibilidad de visitar la exposición principal de Imaginando futuros, solo puede entenderse como un gesto preocupante. Puestos a celebrar, ya podría haberse hecho a puertas abiertas para que los vecinos de Sant Adrià participaran de la ceremonia en un territorio que también les pertenece (no solo el de Las Tres Xemeneies, sino el de la propia cultura) en fechas tan señaladas como las de la festa major. Desprendida de su potencial emancipador, la mera fiesta nos conduce a la sociedad frívola que Elias Canetti describía en Party in the Blitz. Una party en la que, como en la performance Ghost soldier (gabbing away) producida por MASBEDO para el Refugi de la Plaça Maluquer i Salvador de Granollers, bailamos en un bunker el sonido tecnológico de las bombas, mientras sobre nuestras cabezas se produce muerte a escala industrial.

(Foto de portada: Russian Missile, 2022 © Ira Lupu. Photo © Manifesta 15 Barcelona Metropolitana, Helena Roig)


Manifesta 15 – Barcelona Metropolitana 2024, hasta el 24 de noviembre de 2024

Diana Padrón es curadora, docente y crítica cultural. Forma parte del equipo de gestión de Sant Andreu Contemporani (Barcelona). En sus proyectos e investigaciones aborda de un modo transversal el arte contemporáneo, la filosofía, la antropología urbana y la geopolítica desde una perspectiva marxista, queer, transcultural y antiesencialista. Bebe de la teoría crítica con el objetivo de identificar nuevas formas de ideología, control y poder en la sociedad actual. dianapadronalonso.com

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