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Hay algo de subversivo en poner el oído, en escuchar (aunque sea por puro cotilleo), frente a una cultura visual que nos atrapa y lo invade todo. Una sociedad colonizada por el ojo, saturada de estímulos fugaces, que nos disocia de la experiencia. Allí donde las imágenes se tornan instrumentos de desinformación, propaganda, deshumanización o borrado—pensemos en la documentación del genocidio, la violencia estructural o el desplazamiento— el sonido persiste: crudo, inmediato, inescapable.
Quizá por eso la recién inaugurada MOMENTUM 13 desactiva la primacía de la mirada para abrir espacio a lo invisible: al sonido que irrumpe y al que permanece como resistencia y memoria. Lo audible no es solo vibración; es archivo vivo de la naturaleza, testigo silente que se resiste a ser borrado. No hay raza, idioma ni frontera que contenga una onda sonora. El oído es un sentido universal, un territorio común donde la emoción circula sin intermediarios. Lo sonoro nos hace viajar en el tiempo y en el espacio, basta un eco para devolvernos la infancia o una melodía para transportarnos a otro lugar.
Incluso antes de llegar a Moss —sede de la bienal noruega— algo late en el aire. MOMENTUM 13, comisariada por el danés Morten Søndergaard, abre un espacio para la resonancia, no como traducción visual de lo sónico, sino para permitir que se encarne, que pase a través del cuerpo. Porque eso hace el sonido: se mete dentro. Como decía Pauline Oliveros: “El cuerpo es el primer instrumento. Escuchar empieza por dentro”.
Y luego el título, Entre/Mundos: Ecologías resonantes. RESONANCIA como fenómeno por el cual un cuerpo vibra en respuesta a las vibraciones de otro. O como una respuesta acústica o afectiva a algo que ya no está, o que no se ve. ECOLOGÍA, no solo de sistemas naturales, sino también relacionales. La ecología piensa interdependencias, fragilidades, umbralismos. Este año, la bienal se dispersa en cinco espacios interconectados como si de una nota sostenida(♯) se tratase. Cada uno funciona como estación de escucha para percibir: lo urbano en la ciudad de Moss, en el bosque lo natural, en la isla de Jeløy lo geológico y mineral y en la Galleri F 15 lo institucional.
El sonido desarma porque no se puede poseer. Es siempre fuga, sombra, cuerpo y atmósfera. No se puede domesticar ni encerrar en marcos. Y aunque no puede ser fácilmente comercializado, el arte sonoro irrumpe cada vez más en la esfera contemporánea. Aquí no se trata de la espectacularidad museográfica, lo que MOMENTUM 13 propone es algo más radical que una muestra de arte sonoro. Se trata de un ecosistema de obras que resuenan entre sí y con nosotrxs más allá de la lógica visual. Nos arriesga al silencio incómodo, al murmullo residual, a la frecuencia espectral de lo que normalmente se borra. Propone una sintonía, un estar con el agua, el viento, el musgo. Con los acoples. Por supuesto que hay salas blancas, pero sobre todo artistas que exploran el sonido como experiencia no solo sensorial, sino ética, estética, política y poética.
Una de las obras más perturbadoras es FOREST (for a thousand years…) de Janet Cardiff y George Bures Miller. El dúo canadiense ha instalado 22 altavoces entre los árboles para entrelazar grabaciones de guerra —explosiones, gritos, helicópteros— con el paisaje acústico del bosque: el crujido de las ramas, el viento, los pájaros. La pieza genera una experiencia sensorial, así como una sensación de tiempo suspendido —creada en 2012 pero tristemente vigente hoy— que confronta al visitante con una coexistencia brutal: la de la violencia humana y la persistencia de lo orgánico en el bosque.
Janet Cardiff & George Bures Miller. Forest (for a thousand years…), 2012
La bienal, además, articula un vasto léxico sónico. Uno de sus ejes es la justicia acústica, un concepto desarrollado por Brandon LaBelle[1]LaBelle, Brandon. On Acoustic Justice. The Listening Biennial, https://listeningbiennial.net/essays/on-acoustic-justice. que invita a preguntarse ¿quién tiene derecho a hacer ruido? ¿Quién puede ser escuchado? En Vis.[un]necessary force_4 (2019), Luz María Sánchez instala un círculo de altavoces y una pantalla táctil: al tocarla, el visitante activa grabaciones de Las Rastreadoras de El Fuerte, mujeres que buscan a sus desaparecidos en el norte de México. No hay voz institucional. Solo tierra, viento y la insistencia tenaz del sonido como archivo de una violencia que se resiste a ser silenciada. Aquí, la justicia acústica no se proclama, se encarna, se transmite, se escucha con el cuerpo.
Luz María Sánchez. Vis.[un]necessary force_4, 2019
Douglas Gordon. Instruction (what would you like to know), 1992
Al otro extremo del espectro, Misterios (2017) de Christian Boltanski erige tres trompetas gigantes en la costa patagónica, que activadas por el viento producen un canto que evoca el de las ballenas. El registro visual que se presenta en la bienal —una proyección de 12 horas— documenta el lento devenir de esa vibración natural y construida. Lo que suena no es solo el viento sino el tiempo profundo de la espera.
Christian Boltanski. Misterios, 2017
Asimismo, aparece el concepto de ultralocalidad[3]Søndergaard, Morten, and Ida Uvaas, editors. MOMENTUM 13 Reader: Between/Worlds – Resonant Ecologies. MOMENTUM 13 & Galleri F 15, 2025. Un término que no remite al folklore ni a lo pintoresco, sino a lo que solo puede ocurrir en un cruce específico de materia, viento y memoria. En here: this place a listening exercise Jana Winderen extrae frecuencias del fiordo como las interacciones sonoras invisibles de los ecosistemas marinos, invitando a una escucha ultralocal que conecta al público con los cambios ecológicos del entorno.
Jana Winderen. here: this place, a listening exercise, 2025
En definitiva, hay una línea que conecta todas las propuestas, dicha línea es el sonido como espacio intersticial, como umbral entre mundos (marino, geológico, animal y humano). No se trata de representar el mundo, sino de resonar con él. La pieza de Leena Lee y Robertina Šebjanič FOAM – Sonic Allegories (2025), transforma la espuma del mar en metáfora del enlace entre lo orgánico y lo industrial. A través de cristal soplado y sonidos recolectados, la obra propone una escucha empática de lo frágil, lo líquido, lo liminar.
Leena Lee & Robertina Šebjanič. FOAM – Sonic Allegories, 2025
Desde una perspectiva geopolítica, presenta 33 obras firmadas por 42 personas (algunas en dúos o tríos): 6 noruegxs, locales, 9 del resto de países nórdicos semi locales, seguidxs por 5 canadienses y 4 del Reino Unido. Incluso hay una diáspora latinoamericana con un colombiano y 3 mexicanas. Alemania, Japón—países con peso en la historia del arte sonoro— más Francia aparecen con dos nombres cada uno; Letonia y EE. UU. con uno. ¿Y si esta resonancia (no tan) ultralocal se expandiera también hacia el sur? Bien podrían estar aquí colectivos como nuestros Cabo San Roque, que componen instrumentos con objetos que otros desechan: su taller es laboratorio, archivo y orquesta de lo inesperado. O Fito Conesa, cuya investigación sobre lo coral y lo queer resuena con ecos emocionales que desestabilizan la lógica extractiva del archivo sónico europeo.
Para acabar, MOMENTUM 13 transmite un je-ne-sais-quoi de ritual, de trance, de conexión extracraneal. Por eso, la bienal lanza una crítica latente a la mirada colonizadora, a ese gesto que quiere nombrar todo antes de escuchar. Porque el sonido, emerge como un espacio para la resistencia, para la reconexión con lo esencial. Nos conecta con la naturaleza en su estado más primitivo, con el latido del planeta, nos hace sentir la presencia del viento en los árboles, el susurro del agua, el eco de lo que fue y podría ser. No es casualidad que muchas culturas ancestrales lo consideren como el origen mismo de la creación, un lenguaje primordial que precede a la palabra y al pensamiento racional.
Frente a la lógica de la bienal espectacular, que coloniza territorios para institucionalizar tendencias, MOMENTUM 13 propone una política de la atención enraizada en lo relacional, en lo situado, en lo inestable, y que opera a otra escala, la sónica y ecológica. Porque quizás ya no se trata de comprender, sino de resonar. De dejar que algo nos atraviese, como ese susurro en Calling the Glacier (2007) de Kalle Aldis Laar, donde una línea telefónica conecta en tiempo real con el rumor que produce un glaciar derritiéndose. El planeta responde, aunque no con palabras.
Kalle Aldis Laar. Calling the Glacier, 2007
(Imagen de portada: Stephanie Loveless. Spisslønn / Norway Maple, 2025)
Momentum 13, hasta el 12 de octubre en Moss, Noruega. + info y lista completa de artistas aquí.
↑1 | LaBelle, Brandon. On Acoustic Justice. The Listening Biennial, https://listeningbiennial.net/essays/on-acoustic-justice. |
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↑2, ↑3 | Søndergaard, Morten, and Ida Uvaas, editors. MOMENTUM 13 Reader: Between/Worlds – Resonant Ecologies. MOMENTUM 13 & Galleri F 15, 2025 |
María Muñoz Martínez es gestora cultural y educadora formada en Historia del Arte e Ingeniería de Telecomunicaciones, esa hibridez forma parte de su naturaleza. Ha sido profesora de «Historia del Arte de la primera mitad del siglo XX» en ESDI y actualmente imparte la asignatura de «Arte en un contexto global» en el Master de Gestión Cultural IL3 de la Universitat de Barcelona. Además, a caballo entre Berlín y Barcelona, colabora habitualmente en diferentes medios escribiendo sobre arte y cultura y haciendo hincapié en la confluencia entre arte, sociedad/política y tecnología. Le apasiona la imagen en movimiento, la música generada electrónicamente y los medios digitales.
Retrato: Sebastian Busse
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)