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Empresario y mecenas cultural, Tatxo Benet es una persona inquieta y curiosa, que no tiene problemas en decir lo que piensa y ha encontrado en el arte contemporáneo una vía para poner el foco en un tema que le preocupa y reivindica: la libertad de expresión. Hace un par de años, la presentación de la exposición Línies vermelles [Líneas rojas], comisariada por Celia del Diego en el Centro de Arte La Panera y en el Museo de Arte de Lleida, le permitió mostrar algunas de las obras de su colección, que incluye nombres de peso, como Leon Ferrari, Abel Azcona, Andrés Serrano, Colectivo Mujeres Públicas, Robert Mapplethorpe, Picasso, Natalia LI, Inés Doujak, Núria Güell o Eugenio Merino. En breve inaugurará un museo en Barcelona que las expondrá de forma permanente.
Montse Badia: Llevas muchos años coleccionando arte, pero en 2018 sucede algo que da un giro a tu forma de coleccionar, cuando compras la obra de Santiago Sierra, Presos políticos en la España Contemporánea, horas antes de que la hicieran descolgar del stand de ARCO. ¿Cómo ha sido tu trayectoria como coleccionista antes de eso, cuáles eran tus intereses y qué ocurre a partir del 2018?
Tatxo Benet: Hasta el 2018 tampoco me consideraba coleccionista. Es una palabra que me otorgan las galerías o los artistas. Yo me considero una persona que compraba obras de arte porque me gustaba y un día alguien me dijo, «eres un coleccionista», pues dile coleccionista, ¿no? Pero, efectivamente, compraba obras de arte desde hace muchos años, no recuerdo ni cuándo empecé. Quizás hay un cambio cuando pasas de comprar cosas para tu casa y empiezas a comprar cosas que te gustan y no porque por colores encajan más en uno u otro lugar de la casa, sino que las compras y piensas «algún día ya las pondré aquí y ya haremos lo que sea para instalarlas». Pero sí, es cierto que cuando dio un vuelco fue en el 2018. Yo cada año iba a ARCO y a otras ferias, y siempre compraba cosas, lo que me gustaba. En el 2018 no pude ir porque tenía un viaje a París, pero vi en los periódicos que se hablaba de esta pieza de Santiago Sierra y me pareció atrevida y muy de actualidad. Ya era «la pieza de ARCO» antes de que abriera la feria porque estaba en todos los periódicos. Por teléfono, hablé con un galerista amigo mío y le dije que, por favor, fuera a la galería Helga de Alvear y la comprara por mí. Mientras, yo estaba en un avión yendo hacia París y cuando aterricé me encontré dos mensajes en el móvil: uno decía que estaba comprada, y el siguiente decía que habían retirado la pieza. Yo pensé que era porque la había comprado yo y pensé que no era necesario, pero enseguida me explicaron que había venido alguien y la había retirado. Es decir, yo la compré antes de que pasara todo.
Esto supuso un pequeño cambio. Me molestó un poco que empezaran a buscarle motivaciones políticas a mi compra. Hubo un diario que dijo que la había comprado para atacar a España. Algo deplorable. Entonces, para remediarlo recordé que en Barcelona había habido también unas piezas que habían sido censuradas y, para quedarme a gusto con mi conciencia, me interesé por ellas y las compré. Aquí empezó mi curiosidad y empecé a mirar qué ocurría en otros lugares y encontré una pieza en París, de la artista Zoulikha Boauabdellah, que me gustó mucho. La encontré muy especial y la compré. Poco a poco fue creciendo como una especie de hobby particular, mirando por redes y buscando piezas que habían sido censuradas y adquiriéndolas. Vimos que existía una colección potencial con mucho peso, con artistas sobre todo de arte contemporáneo, que en algún momento habían sufrido censura. Ahora tenemos 160 piezas y la intención es enseñarlas, no dejarlas en un almacén.
MB: En cualquier caso, a partir de ahí sí que claramente eres un coleccionista, desde el momento en que encuentras un hilo que articula la colección
TB: Sí, pero no fue una estrategia para buscar mi sitio en este mundo del arte. Simplemente he encontrado un tema que me interesa. Ésta es la verdad. Tengo una especial motivación por la libertad de expresión y la libertad de pensamiento. Para mí, la libertad de pensamiento y la libertad de expresión van absolutamente ligadas a la cultura del pensamiento. Es intrínseco a la persona. Estaremos de acuerdo en que todos tenemos derecho a pensar lo que queramos y a poder expresarlo. Si no podemos expresarlo, ¿de qué sirve tener libertad de pensamiento? Esto me llevó a seguir explorando y vi que no había otra colección en el mundo que se dedicara a este tema. Al contrario, las obras de arte censuradas normalmente volvían al taller del artista.
En el mundo del arte, molesta mucho el tema de la libertad de expresión porque, al final, como todas las cosas en esta vida, también es un negocio. Y todo lo que estorba el negocio, molesta. Cuando ocurrió lo de ARCO, la reacción de los artistas fue nula. Solo hubo un artista, Pere Llobera, que descolgó los cuadros y se los llevó, uno de los cuales le compré yo.
¿Qué ocurre cuando un artista hace una obra? La hace expresando lo que él significa sin limitaciones. Y, de repente, esto crea un boom tremendo. Hay una polémica enorme y, si hay consecuencias, normalmente echan al curador o al director.
MB: Y esa defensa de la libertad de expresión a través de la colección la quieres compartir y hacer pública con la creación de un museo.
TB: Sí, pero yo no tengo ninguna intención de ser un Adalid de nada. Yo tengo mis propias opiniones que puedo expresar, pero no vengo aquí a corregir a a nadie. Creo que mostrar estas obras puede ser en algún punto un ejercicio de tolerancia por parte de las personas que las vayan a ver y eso sí puede ayudar en ese sentido. En algunos casos, las obras han venido acompañadas de mucho escándalo, pero vistas todas en su conjunto, el nivel de escándalo baja.
MB: Cada una de las obras tiene una historia y un contexto específico de censura
TB: Se intentará hacer un museo muy didáctico, con el sentido de que no es sólo exponer las piezas, sino explicar muy bien lo que le ha pasado a cada una de estas piezas. Es importante la pieza, pero también porque está ahí, para darle un contexto exacto que ayude con este ejercicio de tolerancia.
MB: En una colección, el hecho de que una pieza esté junto a otra, hace que dialoguen y generen nuevas lecturas. ¿Crees que esto puede reforzar el aspecto de tomar conciencia o que las piezas se pueden neutralizar?
TB: Es un debate complicado, porque a veces la gente piensa que un curador de un museo es una persona que no tiene impacto con su discurso y eso no es verdad. Nosotros intentaremos trabajar de la forma más profesional y técnica posible, sin ninguna intención moralizante ni censuradora. Presentaremos las cosas de la forma más aséptica posible, dando mucho contexto. Queremos hacerlo y enseñarlo de una manera honesta, técnica y artísticamente bien asesorados. Sabemos perfectamente que estamos en un terreno súper peligroso y que recibiremos críticas de todas partes, se generará mucho debate. Además, yo no soy una persona del mundo del arte, soy un intruso, sólo soy un empresario y mecenas.
MB: ¿Tiene fecha de inauguración?
TB: Estamos hablando de septiembre de este año, en la Casa Garriga Nogués de Barcelona.
MB: Otro de tus proyectos culturales es la Librería Ona. ¿Habrá alguna relación directa entre este futuro museo y la librería?
TB: En realidad, son proyectos paralelos, aunque es muy posible que hagamos algunas cosas juntos o que utilicemos con algún Cross-marketing en algún momento. Veremos.
MB: Porque si hablas de censura y de libertad de expresión en literatura hay mil casos y algunos de ellos actuales
TB: El libro en catalán no está censurado, pero tiene una competencia enorme con el libro en castellano porque en Cataluña, los catalanohablantes son bilingües y los castellanohablantes no lo son. Es normal que una librería grande priorice el mercado que tiene, sólo en Barcelona, de 3 ó 4 millones de personas y deje un poco a un lado el mercado de 2 millones o de 1 millón y medio, que también está contabilizado en el otro. En cambio en Ona, eso no ocurre, es un homenaje absoluto a la lengua catalana.
MB: Las librerías tienen ahora mismo un papel muy activo culturalmente hablando
TB: Sí, se han convertido en centros culturales de primera magnitud. En Ona hacemos 2 y 3 actos culturales cada día.
MB: Me llama la atención que, siendo periodista y fundador de un grupo mediático audiovisual muy potente, Mediapro, y con capacidad para hacer llegar contenidos a muchísima gente, te decidas por el arte para hablar de libertad de expresión. ¿Por qué crees que con la colección, puedes reivindicar mejor o de forma diferente la libertad de expresión?
TB: La colección es un proyecto totalmente desvinculado de Mediapro. Es algo particular mío. Pero creo que cuando estamos en el grupo Mediapro, la defensa de la libertad de expresión también está presente en todo lo que hacemos. Nuestros creadores tienen libertad absoluta para crear los contenidos que creen que deben hacer. También, piensa que normalmente trabajamos para terceros y debemos adaptarnos a lo que nos piden.
MB: ¿Me refería más bien a qué impacto crees que pueden tener los artistas a la hora de hacernos pensar en la libertad de expresión?
TB: Yo creo que mucho, pero vuelvo a repetir que no forma parte de una estrategia, sino mucho más primario. Las cosas han ido saliendo así
MB: Es exactamente así como surgen las buenas colecciones, de una forma más orgánica, a partir de intereses que van cambiando y que evolucionan con la persona
TB: Sí, no puedo decir, yo en el año 2000 dije «mi aportación a esta sociedad será éste, un canto a la libertad de expresión y de pensamiento y artística y que los artistas puedan venir y expresar lo que quieran «, sino que he ido haciendo, está claro que si no tuviera un interés por el arte contemporáneo, eso nunca hubiera pasado.
MB: La línea de tu colección está ahora muy acotada, al margen de estilos, generaciones, contextos o medios empleados por los artistas. ¿Cómo colecciones? ¿Cómo haces investigación? ¿Cuál es tu relación con los y las artistas?
TB: Primero era una simple búsqueda que yo hacía en las redes. Después, cuando se hizo público, ya empezó a haber gente que me avisa de casos que pueden interesarme y, con un equipo, hemos ido trabajando. Buscamos información y investigamos para encontrar artistas. Hay cosas que hemos descartado, otras que no hemos podido comprar…
MB: Y seguro que a menudo te va saltando la alarma, por casos que aparecen en la prensa, como por ejemplo con la documenta.
TB: Sí, hay mucha gente que no entiende el concepto y que me envía propuestas de cosas escandalosas, pero éste no es el tema. Es una colección de obras que han sufrido censura, que han estado prohibidas en algún momento, o que tienen alguna relación con la censura
MB: Muntadas hizo un trabajo, The File Room, a partir de un caso de censura que él había sufrido, quiso hacer un gran archivo en Internet de casos de censura, no sólo contra obras de arte, a lo largo de la historia y que se va actualizando. ¿Crees que la polarización y la intransigencia están cada vez más presentes en nuestras sociedades?
TB: A medida que he ido comprando piezas, he visto que cada vez ha subido más toda esta intolerancia, dijéramos, progresista. Es muy curioso, que aquellos que hasta ahora recibían la censura, ahora resulta que como sus valores empiezan a ser menospreciados, intentan censurar a los demás. Esto da que pensar también. Defiendo la libertad de expresión. En Estados Unidos quisieron invisibilizar a Chuck Close, acusándole de abusos sexuales y cerrándole una exposición. Entonces, nosotros le compramos una obra.
MB: Tradicionalmente, siempre es el poder el que censura, pero quizás ahora la censura es más compleja, más estructural y, más eficiente cuando no se muestra como tal, cuando ya no necesita ni actuar, cuando genera autocensura, mecanismos preventivos ( en los museos, en la creación, los «sensitivity readers» en literatura), el no ofender, el no crear tensiones con posibles patrocinadores…
TB: Sí, pero quien censura es siempre alguien que tiene poder. El poder está en muchos sitios. Esto me recuerda una pintada en mayo del 68 que decía: «le pouvoir est a les universités, les étudiants les ont pris, le pouvoir est à les usines, les travailleurs les ont pris, le pouvoir est à la rue, les gens l’ont pri, le pouvoir est à le pouvoir, prenez-lui«. El poder está en muchos sitios, no sólo en el Ministerio o en ARCO. Un grupo de presión tiene poder y un grupo de presión organizado, tiene poder y si puede ejercerlo, lo ejercerá. No sé, imagina la asociación más benevolente que puedas encontrarte en este mundo, pongamos de defensa de los animales o la plataforma contra la hipoteca, lo que quieras, son grupos que presionan por unos intereses propios muy legítimos, pero que llega un momento en que cuando tienen poder, a veces lo utilizan para intentar callar lo que no les parece que debería decirse. El problema es que hay gente que se da cuenta ahora de que no sólo acallan unos determinados Estados «malos», sino que también «los buenos» utilizan este poder para acallar a lo que no piensa como ellos, al disidente.
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