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La semana pasada escuché esta frase: «Todo lo que hace un artista cuando cuenta historias de otros está fuera desenfocado». Y hace unos meses también escuché esta otra: «Solo puedo mi historia, tampoco puedo representar a nadie que no sea yo. Así que si quiero hablar en nombre de comunidades o personas ajenas a mí, la colaboración es la única posibilidad de crear una narrativa ética». Por eso la posición artística de Raimund Kummer me parece honesta. Y también su antología y autorretrospectiva en la Hochschule für Bildende Künste (HBK) de Braunschweig.
Una exposición en dos partes, que se expande igualmente por dos sedes de la Universidad de Arte de Braunschweig (HBK). Kummer weint(Kummer llora) se encuentra en el Montagehalle, y muestra una compilación de fotografías en blanco y negro contrapuestas como extracciones autorretrospectivas. Y la otra, Schliess die verdammten Eisfach! (¡Cierra el maldito congelador!), en la Hochschulgalerie, exhibe una escultura híbrida. Las dos exposiciones tienen en común que las obras se muestran por primera vez —increíble pero cierto, sobre todo cuando se trata de una carrera que abarca más de 40 años—.
La cuestión es que las obras han sido descubiertas y revalorizadas gracias a una exhaustiva investigación realizada para el Catálogo Razonado de Kummer. El material expuesto aborda tanto la obra de su vida, de gran riqueza espectral, como una «visión historiográfica-artística del ser».
Primero visité Kummer weint —«la tristeza llora», por cierto un juego de palabras ya que kummer en alemán significa pena, tristeza— que se divide también en dos salas. Allí nos encontramos con la sensual presencia de más de 1.000 impresiones (analógicas y digitales) vintage en papel baritado en blanco y negro; serigrafías en cristal; y libros xerográficos, que cubren el periodo desde 1976 hasta la actualidad. Según el artista, las salas están planteadas como un juego de opuestos: en las paredes laterales, así como en las frontales y traseras, se pueden ver escenas privadas frente a públicas. Además, los elementos expositivos añadidos, como las mesas de exposición y las paredes móviles, están dispuestos como si se tratara de una gigantesca cremallera que une su vida privada con su ejercicio vital, es decir, su arte.
Al margen de los selfies que inundan las redes sociales, tienen o no como función la autorrepresentación de una generación que nació con un dispositivo electrónico inteligente en la mano, los selfies de Raimund Kummer fueron tomados en el mismo rango de edad de esa generación ahora conocida como millennials. Una edad en la que nos cuestionamos que somos y quiénes somos. Perteneciendo a otro tiempo y criterio, la selección de fotografías se centra en su proceso artístico de identificación expuesto fotográficamente. Destaca una serie de auto observaciones fotográficas de 1980 titulada Cut, Kummer schneidet, Kummer rasiert y Kummer schwärzt. De composición similar, exploran procesos en los que el artista altera su apariencia.
El enfoque sobre los pros y los contras de la documentación y la inestabilidad de las obras artísticas marginales y efímeras producidas durante el anárquico Berlín dividido de los años ochenta, lleno de energía artística y espacios vacíos, allana inteligentemente el camino para el cambio de paradigma en la segunda parte de la exposición, Schliess die verdammten Eisfach! Una compleja disposición escultórica en la que el sonido, el texto y las proyecciones digitales rodean una caja de resonancia central que llena el espacio. Mientras los ojos se adaptan a la luz tenue, llegan a nuestros oídos unos 1.000 títulos de obras del escultor recitados por una mujer. El sonido se expande a través de ocho altavoces suspendidos sobre los marcos de aluminio, la voz femenina se desvanece en el espacio…
A lo largo de su dilatada carrera, Kummer ha realizado obras a partir de lo cercano, de las circunstancias en las que se encuentra, de las calles y los edificios y de su propio cuerpo. Desde sus primeras fotos experimentales en blanco y negro, en las que aparece como un joven que trata de afirmar cierta agencia en soledad, hasta sus posteriores instalaciones escultóricas, Raimund Kummer ha contribuido significativamente a la expansión de los conceptos sobre materiales y escultura y ha reintegrado la narrativa como categoría en la práctica escultórica contemporánea.
Como joven artista, Kummer escucha, absorbe y adopta todos los elementos promiscuos procedentes de todas las formas de arte a sus propios términos que sedimentan en esta exposición retrospectiva que abarca unos 50 años de carrera. Ya sea por sus visiones del pasado hacia el futuro, la ficción de una biografía o el uso inesperado en él de la fotografía, la historia del arte occidental contemporáneo puede intuirse y seguirse a través del propio «viaje» de Kummer.
(Foto de portada: Raimund Kummer: ‘Cut,’ 1980, detalle. Impresión en gelatina de plata sobre papel baritado, 40 partes, cada una 50 × 56,5 cm)
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)