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Con la puesta en acción de las tres piezas que integran Talk Trouble, Clàudia Pagès clausuraba el primer domingo de enero uno de los proyectos más frescos que hemos podido ver en La Capella en el marco de la convocatoria BCN Producció. La acompañaban Aleix Clavera a las bases y efectos musicales y Noela Covelo y Amin Ahmed a la voz. Había en Clàudia algo desapacible de la época de Sandberg, de la residente en Gasworks que compartía sus sesiones de depilación láser en Instagram y de la que leía sobre lenguas romance y paseaba un abrigo rojo por Móstoles en otoño de 2016. Acomodada en el flamante exceso ergonómico de un sillón con ruedas, más propio de una gamer empedernida que de una performer impenitente, Clàudia hizo rodar por el empedrado de la Sala Gran el mismo argumento una y otra vez: el lenguaje tiene la habilidad de transformar la realidad más persistente, pero también es un constrictor implacable.
A lo largo de dos horas con dos intermedios, cada una de las partes que componen este tríptico hablado tomó forma rehuyendo fórmulas y florituras; con un sentido del humor que flirtea con la vergüenza ajena y tejiendo un juego dramatúrgico apuntalado con texturas sonoras y ejercicios vocales, siempre al servicio del texto. Un texto que se materializa con el international english de los artistas expatriados en Ámsterdam y Londres y el castellano de la escuela pública catalana, y que nos da pistas sobre el cómo, el cuándo y el «para quién». Porque es muy difícil desligar estas producciones de los contextos en los que se originan y de la negociación entre comunicación y comunidad que ponen en solfa.
El evento arrancó con los episodios de violencia lingüística de Rage, home & insults. Copias del texto, encuadernadas en rojo cadmio, circulaban de mano en mano a medida que los asistentes tomábamos asiento. El espacio expositivo había sufrido alteraciones sustanciales: un falso techo limitando la visión de la bóveda de cañón de la nave central y algunas de las piedras del pavimento duplicadas y levitando aquí y allá, interrumpiendo la circulación. Y es que este es uno de los temas claves que planea sobre la propuesta: la circulación o transportación del lenguaje, su diseminación y su adiestramiento. La proposición de una lectura colectiva dislocada, interior y a la vez amplificada, de Rage, home & insults subrayaba esta cuestión, y de rebote estipulaba el marco contractual entre performers y audiencia: ellos hacían brotar la palabra, nosotros perfilábamos el contorno, la poseíamos sólo imaginariamente.
La exclusión y la empatía pivotan alrededor de Bromas internas, Romance & Contagious. En Talk Trouble, Clàudia hace un guiño a lecturas y autores que la han acompañado a lo largo de este sinuoso recorrido. Por ejemplo, encontramos a la Judith Butler de Excitable Speech: es en este ensayo donde se apuntan algunas ideas esenciales que cristalizan de forma más o menos evidente en el proyecto. Así, este «contagious» precedido de bromas y de romance, parece apuntar hacia la idea elaborada por Butler en el capítulo «Contagious Word» del libro anteriormente citado. Autodefinirse a menudo pone en escena un conflicto entre conciencia e identificación, un proceso que no alcanza exclusivamente a aquel que se presenta –o representa- de una determinada forma, sino que exige también en la interlocución la implicación y el compromiso del otro.
Emissions, Fools & Bonding, revisita los experimentos telepáticos de Upton Sinclair y Mary Craig y, a modo de conclusión, especula con las posibilidades de un lenguaje en el que la idea de emisión sustituye al habla. La implantación de una comunicación sin oralidad ni estructura lingüística apunta hacia un escenario en el que la efectividad del acto comunicativo se reduce a la capacidad de intrusión. El cuerpo se convierte así en un dispositivo de recepción y difusión, que no habla, ni escribe ni transporta las palabras, que en su pasividad describe una forma de interacción sin presencia ni prácticamente vínculos.
Cuando llega el fraseo final, en la invocación del silencio – “silence-speech communication”, “isolation processes”-, aún resuena el griterío, agudo e incisivo: “aah” “aahh” “aaah” “aah” “aah” “aahh”. “Shut up it’s said” oímos hasta cinco veces, “shut up it’s said”, “stay in the sofa, shut up it’s said”.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)