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El artista francés Jean Dubuffet en 1949 presentó en la galería René Drouin de Paris la exposición “L’Art Brut”. Esta fecha marca el inicio de un proyecto de coleccionismo que revisa ciertas pasiones de los artistas y activa un debate sobre las formas de exclusión que practicó el arte moderno: admirar y recopilar producciones de arte popular, primitivo, ingenuo, instintivo o visionario de autoras y autores que si bien inspiraron a los artistas más radicales no fueron reconocidas como arte por la misma vanguardia.
Las obras elegidas por Dubuffet en centros de salud mental, talleres o espacios domésticos, constituían el núcleo de un futuro museo de arte en Lausana. El proyecto se inauguró el 1976 y desde entonces Suiza se ha convertido en un referente del Art Brut. Un término que con el tiempo se ha deslizado hacia una lectura estigmatizadora sobre la marginalidad social y la salud mental, olvidando su luminoso espacio de libertad y los efectos sanadores de la práctica creativa que representa. Visitando la Colección de Art Brut de Lausana, pude apreciar de nuevo las creaciones de autoras que me fascinan: Jeanne Tripier, Madge Gill, Marguerite Sirvis o Aloïse Corbaz. Todas forman parte de mi investigación sobre creatividad de mujeres visionarias, con obras realizadas en sus exilios interiores en centros asilares o espacios domésticos; estrategias para la emancipación de mujeres condenadas a la sumisión. Un museo que para una historiadora del arte resulta intempestivo y por ello inevitablemente transformador.
Las colecciones sobre creaciones fuera de norma me conectaron con otro repertorio de obras que representan un espíritu de inocencia y libertad: la colección de Arte Ingenuo que puede visitarse en Benasque, Pirineo aragonés. Un lugar anidado entre montañas, como sucede en la Lausana de los Alpes. Las obras en Lausana y Benasque, iluminan una necesaria historia del arte desde el lenguaje popular o la creatividad visionaria y sanadora. Una entrevista con el artífice de la colección, Javier Santos Lloro, nos aporta claves sobre el espíritu y contenidos de esta celebración de las emociones y los tiempos de la sorpresa.
¿Qué no encontraremos en el conjunto de obras de “Arte Ingenuo-Colección Santos Lloro”?
No se encontrará nada que no tenga capacidad para seducirme. No soy coleccionista en el sentido de delimitar un ámbito de interés y aspirar a la exhaustividad. Por ejemplo, me gusta muchísimo la cerámica medieval aragonesa, pero por rara y bien conservada que esté una pieza, si la cerámica en cuestión no me emociona no le daré entrada. No se encontrará arte concebido para provocar. La provocación por la provocación siempre me ha parecido propia del artista que considera que ser artista le sitúa por encima de los demás.
¿Las piezas de la colección son el resultado de búsquedas o de hallazgos?
El coleccionista busca siempre. Sufre una especie de adicción a la emoción que le produce el hallazgo de un objeto deseado. Lo que sucede es que no siempre que buscas encuentras o, dicho de otro modo, lo que se buscan son hallazgos, no casuales sino perseguidos.
“Arte Ingenuo” es un concepto que apela la inocencia y la intuición, también la ilusión emancipadora de quien lo produce. ¿Consideras el término como «inclusivo”?
El término tiene una vocación integradora, aunque directamente excluye también determinadas manifestaciones artísticas. La ingenuidad se da en el arte de los niños, en el de los adultos no formados y también en el arte de aquellos que han recibido una formación reglada pero que prescinden del rigor académico. Directamente queda excluido el arte abstracto, el conceptual, las instalaciones, videos y performance, porque se mueven en el terreno de las ideas, y los conceptos por si mismos no pueden calificarse de ingenuos.
Hay una historia sobre los etiquetajes para producciones creativas fuera de norma o de «academicismo límite»: arte irreductible, arte popular, arte naif, art brut, outsider art, arte mágico, arte de enfermos mentales, etc. ¿Crees que los conceptos son sinónimos de «no arte»?
Todas esas expresiones tienen connotaciones peyorativas. Es curioso que el arte moderno nazca como reacción a la academia y que en cambio se siga el criterio académico para desdeñar el arte producido por quienes no han sido formados. Los artistas modernos reaccionaron contra la enseñanza clásica de las bellas artes y se inspiraron en el arte primigenio, en el arte de los niños y en el arte primitivo, pero parece ser que una cosa era inspirarse y otra muy diferente situarse en un plano de igualdad. El artista formado puede renunciar a hacer uso de las reglas, pero el hecho de conocerlas es como si le situase por encima del no instruido.
En la colección hay diversos tipos de creaciones que van de la pintura a la máscara, de la cerámica a los autómatas, de los carteles a las libretas escolares, de los soldados de plomo a las pequeñas esculturas históricas, de la sobras académicas a las auto didácticas. ¿En qué espacio estético se encuentra el centro del sistema solar de la colección?
No existe una pieza central. El arte es un lenguaje y en función del estado de ánimo eres más permeable a unas manifestaciones o a otras. Me gusta exponer los objetos en un plano de igualdad. No me gusta destacar más una obra porque su valor en el mercado sea superior al de otra. El coleccionista convive con los objetos como si fueran su propia familia. A veces un objeto te puede decir más cosas que una persona.
Visitando el museo CABLausanne pensé en tu colección. En España, a diferencia de otros países, no tenemos colecciones dedicadas a este tipo de creatividades. Tampoco centros de exposición o ferias. ¿Crees que las nuevas generaciones son más porosas a estos imaginarios populares y sus disidencias estéticas?
Para mi este tipo de arte es el verdadero. Las personas sin formación trabajan desprovistas de condicionantes. No aspiran a pasar a los anales de la historia, no conocen las modas y normalmente crean sus objetos para disfrute propio y de sus más próximos, sin intención de comercializarlos. Es un arte extraordinariamente libre, concebido siempre por placer y al margen del mercantilismo.
En tu colección hay algunas creaciones de mujeres. Sobre Ángeles Santos, autora reconocida en el arte español, escribes que debemos leer sus imaginarios desde otras angulaciones. ¿Lo mismo puede suceder con la pintura de la artista casi desconocida Amparo Palacios, por ejemplo?
No he encontrado prácticamente referencias a Amparo Palacios y no conozco cuál es su caso. Con relación a Angeles Santos y otros artistas, lo que no me gusta es que se falseen sus vidas para adaptarlas al perfil que interesa. Que una obra haya sido creada por una mujer o por un hombre, de manera precoz o en la senectud, que el autor fuese paupérrimo o gozase de posibles, no pone ni quita nada en la obra en cuestión. Reacciono contra la necesidad de crear mitos.
La reciente incorporación de dos dibujos de la visionaria Josefa Tolrà puede abrir otras perspectivas en la colección Arte Ingenuo. ¿Cómo valoras esta incorporación?
Siempre me ha interesado Josefa Tolrà. Llevo años intentando tener algo de ella. Para mí su obra es tremendamente sugestiva, al margen de su condición de médium. Su espiritualidad me llama la atención y me interesa su conexión con otras artistas con las que compartía ese misticismo, pero a mí lo que me seduce son las sensaciones que percibo observando su obra.
La colección Arte Ingenuo tiene sede expositiva. ¿Cuáles son los planes de futuro?
Por el momento hay un espacio permanente abierto en Benasque (Huesca), y la idea es abrir otros tres espacios. Se pretende que sea un conjunto vivo en el que se impartan clases, talleres, se pronuncien conferencias y se celebren reuniones. Un espacio que promueva la creación, la edición de publicaciones, etc.
A partir de la colección de Javier Santos, se celebrará el curso “Arte Ingenuo. Ingenuos y primitivos”, 6 y 7 de octubre de 2023. Casa de Cultura de Benasque (Huesca). Dirección: Juan Manuel Bonet. Más info aquí.
(Foto de portada: Cabeza de juego massacre, Francia.XIX. Colección Arte Ingenuo).
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