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¿Qué puede aportarnos la fotografía hoy? La quietud de la imagen, su bidimensionalidad y su capacidad para documentar hacen que sea un medio casi inevitable para aquellos artistas trabajando con archivos e investigaciones, pero el flujo excesivo de fotografías con que estamos constantemente bombardeados hoy en día hace que la especificidad del medio sea lo menos importante.
Dicho esto, este año tuve la ocasión de visitar el evento fotográfico por excelencia: los Rencontres d’Arles. Como era de esperar, la selección de las exposiciones abarcaba desde las polaroids de Guy Bourdin, pasando por la fotografía en blanco y negro del chileno Sergio Larraín, hasta las grandes impresiones abstractas de Wolfgang Tillmans. Agradecí el contacto con la imagen analógica, especialmente la histórica, y poder apreciar la casi absoluta ausencia de lo que el documentalista inglés Adam Curtis llama de Oh Dearism. Es decir, a pesar de que el tema de este año fuera Arles in Black —referido al blanco y negro y también deduzco que al continente africano—, no había drama. Curtis explica en uno de sus seductores vídeos como los medios han conseguido que, frente a las fotografías de los terribles acontecimientos que suceden alrededor del mundo, no podamos hacer nada, tan sólo exclamar ‘Oh dear’ (qué pena) y pasar página.
En cambio, en la exposición Transition, paysages d’une société (Transición, paisajes de una sociedad) se muestra el trabajo de fotógrafos sudafricanos y franceses que han realizado proyectos en Sudáfrica relacionados con la propiedad de la tierra y la complejidad del territorio. Las fotografías demuestran un país todavía en transición pero no hay imágenes dramáticas, la mayoría son estudios que tienen que ver con la ciudad y el paisaje, y vienen acompañados de documentos. Se analiza la realidad socio-política en relación a la herencia de la colonización, partiendo de que en el 2013 es el centenario de la primera ley que fundó el Apartheid, el Land Act, que reservaba a los blancos la explotación de la mayoría de las tierras sudafricanas.
Por otro lado, también me alegró ver la serie Afronautas de Cristina de Middel (Alicante, 1975) que ha sido ganadora este año del prestigioso Deustche Börse Photography Prize y expuesta varias veces en España. La serie se basa en el proyecto que tuvo Zambia en 1964 de lanzar su primer programa espacial, que pretendía llevar a varios astronautas y a un gato a la luna. Edward Makuka fue el científico encargado de programar el proyecto e intentar pedir los fondos necesarios a las Naciones Unidas. Un proyecto fallido desde el comienzo, pero que refleja muy bien el momento de independencia de los países africanos. Las imágenes distópicas dejan claro lo ridículo y ficcional de cualquier tipo de campaña espacial y hacen un guiño al imaginario americano de los años cincuenta a partir de versiones caseras de ovnis, naves espaciales y platillos volantes. Las fotografías están expuestas sobre paredes falsas forradas de papel de plata y además de la serie encontramos recortes de periódico anunciando la noticia, diagramas y algún que otro objeto.
De Middel realiza una interpretación poética de un episodio histórico basado en la imaginación y el optimismo de un país que acababa de independizarse. En este caso, la ficción resulta ser la mejor manera de representar la realidad africana, agotada por las imágenes de los medios que apuntan siempre hacia la victimización y la tragedia. Por el contrario, de Middel se acerca más a los retratos de Malik Sibidé, donde parejas y familias posan orgullosas ante su nuevo televisor, o a los peinados escultóricos que lleva retratando la nigeriana Okhai Ojeikere desde los años setenta. Unas imágenes a las antípodas del Oh Dearism, que dilapidan la relación entre fotografía y acontecimientos reales y nos recuerdan que, quizás la ilusión y la fantasía, después de todo, son las mejores y más seguras formas de representación.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)