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Empadronados en Barcelona

Magazine

17 May 2011

Empadronados en Barcelona

La relación entre contextos culturales no es siempre fácil. La Fundació Miró se acerca al panorama musical independiente de la ciudad de Barcelona para presentar, bajo coordenadas artísticas, un momento en una ciudad. Toca preguntarse cuáles son las formas, si estamos hablando de adaptar contextos, falsificar formas o entender los modos de actuación en distintos lugares.


Es una noticia fantástica la programación de exposiciones en centros de arte y museos en relación al hecho musical. Eventos de este tipo (desde ‘Switch on the power: Ruido y políticas culturales’ en el Marco de Vigo, hasta casi cualquiera de Christian Marclay o João Paulo Feliciano) suelen poner al descubierto la genética compartida entre las llamadas “artes visuales” y las prácticas musicales, llegando a deducir finalmente que el arte, la creatividad y el talento son, al fin y al cabo, una misma sustancia, alejada de etiquetas disciplinarias, de mercado o territoriales. ‘Genius Loci’, una exposición protagonizada por 10 bandas e intérpretes de pop de Barcelona, dispara muchos argumentos que enseguida desgranaremos, pero lo que desde luego no produce es esa sustancia que, bien ligada, nos haría olvidar que son 10 bandas de pop de Barcelona, para elevarnos a una lectura más enriquecida y más libre.

Burdamente podríamos decir que ‘Genius Loci’ mete a músicos a hacer de artistas visuales, zapateando alegremente sobre el hecho de que haciéndoles pasar de una práctica a otra puedan resultar todos igual de efectivos. El caso es que a mí también me ha apetecido hacer el mismo ejercicio y, metiendo a un músico a hacer de crítico de arte, me hice acompañar en la visita a la Fundación Miró por Dani Nel·lo, compositor y uno de los saxofonistas más reputados de España. Y a continuación, lo que hemos dilucidado entre ambos.

Una de las intenciones de ‘Genius Loci’ es realmente buena. Nos referimos a la experimentalidad de acompañar las propuestas artísticas de una banda sonora, aprovechando la clásica audioguía de la que proveen los museos. Este recurso a explorar tiene grandes posibilidades, acostumbrados como estamos – además – a que la escucha íntima de MP3 pueda acompañar casi todos los actos de nuestra vida. Sin embargo, la mezcla de la visión de las instalaciones de los músicos en combinación con la canción, aunque fuera maravilloso que funcionara, no acaba de hacerlo. Quizás una tecnología sonora más sofisticada podría haber ayudado a crear el efecto, pero no es ése el problema. Son las propias instalaciones de los músicos, bajo las que subyace una especie de anfibiedad resultante del intento de materialización en tres dimensiones de un tema musical en una sala de la Fundación Miro (¡ni más ni menos!). Ante esta invitación en un terreno en el que no es el suyo, lo que hacen naturalmente estos músicos es emular fórmulas artísticas de formalización del arte contemporáneo. El hecho de estar en la Miró infunde respeto y hay que responder con solvencia, para lo cual la estrategia parece haber sido la de producir un ajuste algo apresurado entre ideas espontáneas, y una formalización ad hoc. Da la impresión de que no haya habido un incentivamiento comisarial al desarrollo de estas ideas en sucesivas fases. El resultado, en general, son bienintencionados intentos de estar a la altura, instalaciones reguleras y mitos escenarizados para la automitificación. Hablemos de este caprichoso bucle.

Mitos escenarizados para la automitificación, decíamos. Es notorio comprobar que la mayoría de los creadores han optado por construir escenarios: Mürfila y su dormitorio de dos caras, Standstill y su émulo de oficina-local de ensayo y grabación, Mishima y la reproducción piedra a piedra (en plan Pueblo Español) del bar Heliogàbal, Manos de Topo y el pasaje del terror ambientado en un pisito, o Hidrogenesse y el intento de recrear una cámara de museo egipcio. Es desliz característico del artista principiante querer generar espacios complejos, trufados de múltiples textos, presuponiendo además que tanto la forma como el mecanismo mental que se tiene en la cabeza, se materializará perfectamente y será igual de elocuente para cualquiera que lo experimente (el caso de Manos de Topo en este nefasto sentido es especialmente flagrante). Pero no nos gustaría personalizar, sino, más bien, hacer hincapié en, como anunciábamos, la inclusión en estos escenarios de toda una serie de simbologías y tópicos recurrentes de la cultura pop y rock: la guitarra, cervezas semivacías, fotografías de banda a lo Richard Lester, el local mítico donde se ha abrevado hasta delirar, el malditismo (“ens hem passat la vida sencillamente fugint…”- dicen Standstill)… Si el pop redunda en estos tópicos, el indie tiene además esa afectación falsamente looser que perfuma algunas propuestas. Este subrayado de la mitificación redundada del pop y el rock funciona como un mecanismo de darse brillo a sí mismos en calidad de pre-mito. Cabe preguntarse si los grupos son conscientes de cómo se perciben estos ejercicios de total falta de abstracción. Se ha echado en falta la descontextualización de su propio discurso musical del imaginario tópico.
No todas las propuestas, sin embargo, basculan sobre el dispositivo para la automitificación. Muy probablemente las dos iniciativas más acertadas sean las de Za! y Pinkertones, quienes cuentan con la interacción del público. La materia prima de las dos es lo verdaderamente medular: la música y el sonido. Mientras que la primera es un desacomplejado dispositivo sintético de mezcla de audio, la propuesta de Pinkertones se refiere a su proceso de creación musical. El dúo muestra la huerta de donde saca sus frutos: una colección ecléctica de discos de vinilo de los que extraen los samplers que son utilizados para sus composiciones. La colección sobre la pared construyendo la palabra ‘Sampléame’, va acompañada de una cabina donde los sonidos de una canción del mismo nombre ha sido descompuesta por pistas.

Tenemos noticias por el dossier de prensa de que otras propuestas – algunas de las que hemos tildado de escenarizadas – también cuentan con actuaciones en directo o la presencia intermitente de los propios músicos; sin embargo este componente performativo que podría dotarlas de densidad y sentido no se hace evidente en el espacio expositivo. Existen propuestas en otras líneas: desde Els Amics de Les Arts y su automoción a través de un videoclip en tres pantallas de estética Monthy Phyton/free cinema, o los Illa Carolina, que con una sonrisa infantiloide se despiden en su texto de cualquier responsabilidad sobre lo hecho y ceden el espacio a unos diseñadores. ¿Qué ejercicio de demostración de su momento actual de creación en relación a su práctica musical es este?

Y surge ahora, al fin, la pregunta: ¿Cuál es el criterio de selección en esta exposición?

Estos 10 grupos e intérpretes son “el genio local”. La música de Barcelona, el genio de Barcelona. ¿Porqué un criterio territorial de selección? Pensábamos que lo de definir un tipo de creatividad en función del suelo donde se nace o trabaja había quedado invalidado como categoría de ordenación, y más en la actualidad, inmersos en los cambios de paradigma que propicia la Cultura Digital, donde el flujo continuo de intercambio de estilos e influencias hace cada vez más difusa la pertenencia territorial. Ahora bien, se nos ocurre que esta operación puede responder de manera automática a esa necesidad de alimentar la Marca Barcelona. De las relaciones paternaloides entre políticas culturales y fenómenos musicales ya sabemos algo por estas tierras. A veces el mercado incentiva e hipervigoriza fenómenos musicales que son, en realidad, un puñado de nombres más o menos estimables trabajando en la misma coordenada territorial, y algo así puede estar pasando actualmente con el pop catalán. Para entender lo que es la sobredimensión, sólo hay que oír Radio 3 un rato por las mañanas.

Inquieta que la selección de grupos se limite a los estilos del pop y el indie. Da la impresión en la lectura de la presentación comisarial, que este criterio de selección se deba a que estos grupos son los que actualmente más densidad intelectual exhiben. A fe nuestra que existen propuestas dentro de otros ámbitos musicales con apuestas estéticas y conceptuales consistentes, proyectos que son producto de ricos procesos de desarrollo y autoconstrucción.

Por encima de ‘Genius Loci’, nos entristece comprobar de nuevo cómo el pop se ha erigido definitivamente como el género musical de la oficialidad, o lo que es lo mismo: nos entristece la estrecha visión sobre las escenas musicales en las programaciones culturales. Quizá sea por esa ambición lujuriosa de Lo institucional por poseer Lo independiente… El caso es que se están dejando de lado escenas tan proteicas e imaginativas como el rock’n’roll, el garage, el metal – por poner sólo tres ejemplos – con todas sus derivaciones. Pero aún más allá, lo cierto es que quizás deberíamos dejar de referirnos a escenas para hablar directamente de nombres propios. Con independencia de dónde estén empadronados.

Mery Cuesta / Dani Nel·lo

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