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En los márgenes es donde crece la hierba más resistente, esa que sobrevive al asfalto que la somete, esa que resquebraja el alquitrán y el cemento, que logra salir y vivir. De forma análoga, en los márgenes de las compactaciones o conglomerados sociales homogeneizantes/homogeneizadores (podríamos llamarle ciudad, megalópolis o incluso mainstream cultural o “straightness” sexual) es donde se encuentran esas existencias capaces de, sin buscarlo, pegarle ese ostiazo inolvidable a quien lo necesita, no lo esperaba o lo andaba buscando indefectiblemente.
Es en el extrarradio de la ciudad donde el juego, en todos los sentidos, todavía es posible; es en la contracultura donde la cultura es capaz de ensancharse (“la contracultura es la cultura del marginado”, decía Erwin Goffman – entendido marginado como aquel que no tiene acceso al poder); es en el análisis de los límites, de su génesis y estructura, donde podemos entender su razón de ser, y de no ser.
Partiendo del límite como muro, o entendiéndolo como tal, Anna Dot escribía sobre márgenes de piedra y su lugar en la construcción y compartimentación mediterránea; sobre márgenes que no solo eran de piedra, sino también de página; sobre muros que no solo eran márgenes, sino fronteras.
Por su lado, Juanjo Santos firmaba con “Residuos americanos” un texto sobre los 80 en Chile, y sobre el potencial de lo marginal de ese entonces (Carlos Leppe, Carlos Altamirano, Juan Dávila y Nelly Richard; Eugenio Dittborn, Catalina Parra y Ronald Kay; Diamela Eltit, Raúl Zurita, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo y Fernando Balcells; Francisco Brugnoli, Virginia Errázuriz, Luz Donoso, Pedro Millar o Elías Adasme…) y con una reflexión de fondo: ¿hasta dónde se puede llegar o considerarse válida la etiqueta “marginal” cuando esta diferencia es succionada por el centro?
Decía Alexandra Laudo que “lo imperativo, lo dominante, es aquello que todos vemos, mientras que lo marginal suele operar, por naturaleza, en los ángulos muertos y en las zonas oscuras.”, como las fases iniciales del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, SIDA, eje vertebrador de Tour de force, performance inmensa de Joan Morey, impacto y profundidad que Laudo consiguió transmitir a texto.
Más liviano era el tema (o el margen) que apuntaba Alba Mayol Curci en su texto sobre la performance –también de ejecución coral, de Ariadna Guiteras, Zen Fascist; un proyecto dedicado a la reflexión sobre la situación actual del individuo occidental contemporáneo, necesitado de autobúsqueda, autoreconocimiento, consciencia plena y otras técnicas, inmerso como está en una dinámica de consumo y exigencia constante.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)