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Coincidiendo –o quizá por este motivo- con el primer aniversario de la publicación de la revista de crítica de arte A-Desk, sus 4 artífices deciden organizar un workshop de crítica de arte tentadoramente abierto. La invitación a participar en él reza un objetivo muy claro: “La profundización de las herramientas en el pensamiento crítico en arte”. Bien. Y antes que nada, gracias. No –repito- “NO es nada fácil encontrar espacios para el diálogo y la discusión en éstos términos en el contexto barcelonés, y mucho menos articulados con una pretensión formativa seria basada en la buena voluntad, que no “sin ánimo de lucro”; pero esto ya es harina de otro costal. Costado.
Después de la rueda de presentaciones de rigor –abstenerse vergonzosos- abordamos el tema específico de la mejor manera posible desde los sótanos de La Central de Elisabets: leyendo, valorando y deduciendo. Pero des de aquí me gustaría metaleer, metavalorar y metadeducir.
El proceso de construcción de una actitud crítica, frente al arte en este caso, aunque aplicable a cualquier panorama vital, parece poder ser educado y formado hasta el punto de conseguir producir un trabajo válido no sólo para uno mismo si no también para los demás. O al menos estas son nuestras expectativas. Pero una observación más detallada de las jornadas más intensas del taller demuestran que un buen producto crítico, como un buen producto artístico, sólo puede ser la conclusión estudiada resultante de un conocimiento extremo de varios factores reales e inmediatos más un nivel de interés comprometido.
Es por eso que a) andamos desde la galería Estrany-de la Mota hasta la Nogueras-Blanchard, pasando por ProjecteSD y el Espai 292 de la Galería Senda, una selección válida y suficientemente heterogénea de las propuestas expositivas actuales de la ciudad. La premisa era un enfoque distinto al del espectador común; se trataba de desvirgar nuestra mirada crítica, que no acusadora. El único problema de la excursión fue precisamente el éxito del workshop: 18 participantes. Pero dispusimos de directores y comisarios en cada una de las paradas y de sus desinteresadas explicaciones. Un lujo.
Y b) practicamos el comentario de texto crítico en comunidad. Otro lujo poder hablar de un texto con el autor presente –los artículos tratados procedían todos de la revista-, con un margen de aclaraciones infinito y exacto. No obstante, seguramente, habiendo alternado una dichas lecturas con otras de autores ausentes, no sólo se podría haber dado a analizar algún otro nombre del panorama crítico contemporáneo, sino que también se podría haber practicado el sano ejercicio del amontonamiento de dudas sobre su preciso significado, una práctica muy extendida entre el colectivo, y de la que, también es cierto, hemos tenido a espuertas. Desde luego esto es algo que podemos hacer en casa, pero hemos venido a contrastar. Evidentemente nadie ha pretendido crear escuela en esta semana, queda claro que “hay otros modelos de crítica” y que A-Desk “ha configurado su propio estilo” pero si reivindicamos el papel de la crítica en cuánto a análisis de posición, también entendemos que la posición no tiene límites, o por decirlo claramente, que no acabaríamos nunca.
Ha habido diálogo, ha habido discusión en un sótano en el que podría haber entrado un elefante lo bastante interesado en el tema y haber entendido de qué iba todo esto. Se ha hablado de mercado, de display, de arte en mayúsculas, minúsculas y cursiva y lo más importante: se ha conseguido activar unos dispositivos que harán de los 18 unos estupendos críticos de arte.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)