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Magazine

18 May 2010
Los anzuelos del Street Art

Descrita por su autor como “la primera película sobre el desastre del Street Art” la obra de Banksy resulta de una simplicidad retorcida. Se trata de un documental que se toma a la ligera a sí mismo para proponer un diálogo acerca de la trayectoria del arte urbano, su relación con el contexto actual y su posición respecto al consumo.


Pasó por Sundance y la Berlinale, y tanto en Salt Lake City como en capital alemana aparecieron piezas en indicaban la presencia del artista callejero. Sus últimas obras han aparecido en Los Ángeles, San Francisco y Chicago, coincidiendo con el estreno de la película en Estados Unidos. Antes de llegar a las carteleras británicas se exhibió durante una semana de forma alternativa en una sala de proyección situada en un túnel de Londres. Una alfombra roja pintada con spray sobre el suelo de hormigón daba paso al “Lamberth Palace”, un teatro está situado en el lugar que Banksy, o el colectivo de artistas que actúa tras el tag, propuso como espacio de encuentro para la expresión artística urbana. ¿Qué es Exit Throgh the Gift Shop?, ¿una crítica?, ¿una broma?, ¿un autorretrato caricaturizado? El documental no presta la mínima atención a los orígenes del movimiento, sus manifiestos ni muestra de forma explícita las reivindicaciones que su mensaje contiene. Con una forma aparentemente simple señala y caricaturiza algunas características del demente contexto que nos ha tocado vivir. Bromear es la manera de quejarse sin caer en el victimismo, y Banksy se ríe del mercado, de nosotros y de su propia situación al mismo tiempo.

El documental narra la historia de Thierry Guetta, un francés excéntrico con pinta de bobalicón que se empeñó en hacer una película sobre Banksy. Finalmente fue Banksy quien hizo la película sobre él. El personaje es el dueño de una tienda de segunda mano de Los Ángeles obsesionado con filmarlo todo, incluidas las actividades ilegales de su sobrino, el artista callejero conocido como Space Invaders. A partir de esta primera toma de contacto, Guetta empieza a documentar las performances invisibles de los artistas más influyentes del Street Art de manera compulsiva. Se dedica especial atención a los encuentros con Shepard Fairey, universalmente famoso tras realizar el poster de Hope para la campaña de Obama, parte de la colección de la National Portrait Gallery. Sin embargo, las grabaciones que aparecen en la película se realizaron al principio de su carrera en los 90, cuando Fairey cubría el espacio público con infinitas caras André the Giant bajo las que rezaba la palabra Obey. Shepard Fairey vuelve a retomar el lenguaje que utilizaba el tío Sam, utilizando un personaje icono y una orden para inducir la conducta colectiva.

Su ingente campaña de publicidad alternativa consiguió convertir su símbolo en una marca underground. A día de hoy el artista mantiene la distribución con una línea de ropa, merchandising y posters de edición limitada, mientras trabaja como diseñador para grandes marcas. En la página web de Obey The Giant el subtítulo reza “distribuidor mundial de propaganda”. En ella puede descargarse la cara del gigante para que sus seguidores se conviertan al mismo tiempo en publicistas y artistas callejeros y distribuyan sus pegatinas, continuando así con la guerrilla de comunicación de marketing. Y ustedes se preguntaran, ¿qué tiene que ver esto con el arte? En ciertos círculos artísticos snobs el arte callejero es no se toma en serio, y desde el propio circuito underground se rechaza como expresión artística por estar orientado hacia la comercialidad. Según Fairey el objetivo de la campaña es hacer consciente al consumidor del propio mecanismo al que obedece, ofreciéndole una especie de publicidad anti-publicidad que actúe a modo de espejo. Es difícil considerar a una persona que juega en todos los campos como un artista ya que su discurso carece de integridad. Sin embargo, ejemplifica de manera perfecta el contexto que les rodea, proponiendo un diálogo abierto acerca del papel del artista como empresa.

El documental narra cómo Banksy, harto de ser seguido por Guetta a todas partes, le propone convertirse él mismo en artista callejero. Éste, siguiendo su consejo, empieza a llenar con pegatinas y graffitis las calles de diferentes ciudades, hasta que decide montar por sus propios medios una exposición. Sin tener la más remota idea acerca de arte contemporáneo, y sin la colaboración de galeristas, instituciones ni comisarios Mr. Brainwash, representado por Guetta, se crea a sí mismo con artista. El objetivo es entrar en un mercado cuyas desdibujadas reglas permiten fabricar éxito a partir de las apropiadas trampas de marketing. En Junio del 2008 presenta su primera exposición Life is Beautiful en un enorme almacén alquilado en Los Ángeles. La ciudad es el escenario perfecto para el “lavado de cerebros” dado el ambiente superficial y consumista que caracteriza a sus habitantes; un lugar extremadamente sensible a las modas y siempre atento al próximo hype. Tanto Fairey como Banksy apoyan la campaña contribuyendo a la aparición de Guetta en los medios de comunicación. El primero empieza a promocionar la exposición en su página web mientras en la ciudad pueden leerse carteles publicitarios con una cita de Banksy: “Mr. Brainwash is a force of nature… and I don’t mean that in a good way” (Mr.BrainWash es una fuerza de la naturaleza y no lo digo en el buen sentido).

Las obras que allí se exhiben reutilizan elementos del imaginario Pop para mezclarlos con símbolos y personajes contemporáneos, y tanto el estilo como el contenido presentan una estrechísima relación con las de Banksy. Si el artista urbano utilizó la Marilyn de Warhol para sustituir la cara por la de Kate Moss, Mr.Brainwash hace lo mismo con Madonna para la portada del álbum recopilatorio Celebration. En Icons, segunda exhibición de Guetta estrenada este año en Nueva York, un cuadro representa el beso entre Madonna y Britney Spears. Exactamente el mismo motivo era representado en una pieza mostrada en la exhibición Cans Festival realizada en el túnel de Londres en el 2008. Somos muchos los que obtenemos en el film una confirmación de lógica aplastante: Mr. Brainwash es una marca creada por Banksy y Shepard. Es una broma, una expresión de Culture Jamming y una obra de arte que cuestiona los mecanismos del sistema para intentar despertar al individuo. Tanto el pseudónimo del “artista” como el título de la película (salgan por la tienda de regalos) ,dejan bastante claro el discurso.

El documental se ha promocionado como una película “sobre” Banksy por lo que a pesar de que su protagonista sea Guetta es un film “de” Banksy, quien aprovecha el personaje del francés para iniciar un diálogo acerca de su propia posición. Del mensaje de desprende movimiento alternativo en cultura pop comercial. Lo ejemplifica bien la enorme escultura warholiana de sopa de tomate Campbells con forma de aerosol que mostraba en la primera exhibición de Mr. Brainwash. En la segunda el spray lleva la etiqueta de Starbucks, avanzando en la línea temporal de la cultura de consumo. Se plantea un mensaje directo: la misma mierda con diferente etiqueta, producto y publicidad en el mismo objeto.

En una de sus escasas declaraciones Banksy explicaba cómo Warhol utilizaba la repetición de imágenes para mostrar su falta de significado, y que ahora gracias a las obras de Mr.Brainwash tal imaginario pierde definitivamente cualquier significado que pudiera tener. Resulta el ejemplo perfecto de Culture Jamming como forma de señalar la homogeneización cultural e intento de concienciación acerca de la absorción de símbolos vacíos. El concepto que encierra Mr. Brainwash es el fenómeno de su propia existencia, la ejemplificación perfecta del lavado de cerebro que sufre diariamente la sociedad de consumo.

Shepard Fairey asegura que con la campaña de Obey Giant pretendía hacer al espectador consciente de su propia conducta a la hora de consumir símbolos mediante la publicidad. Independientemente de la supuesta intención del artista, Obey no funciona mediante psicología inversa. Es un mensaje de psicología inversa que vuelve a dar la vuelta en forma de imperativo porque son muchos los que quiere obedecer a la rebeldía que los artistas urbanos simbolizan. La obra de Fairey muestra cómo la correcta composición y difusión de personajes, símbolos y palabras ya asimiladas por el imaginario colectivo pueden servir para manipular y adoctrinar a los mismos que pretenden encontrar un reducto independiente. Banksy comentaba en una entrevista para Time Out el año pasado cómo a día de hoy se puede ganar más dinero produciendo publicidad anti-McDonalds que diseñando los propios posters para la franquicia. Asegura que sus obras tienen como fin promocionar la rebeldía, pero puede que tan sólo use la rebeldía para promocionar su arte. Los movimientos contraculturales del último siglo fracasaron en su intento de cambiar la realidad por lo que actualmente la emergencia de propuestas alternativas no suponen una amenaza para el sistema sino que son absorbidos por éste.

¿Es legítimo utilizar la misma moneda de cambio que se critica? El graffiti y el Street Art nacieron como reclamo para la reapropiación del espacio público. Este espacio está ya extremadamente invadido por la publicidad, por lo que el movimiento propone una guerra gráfica utilizando sus mismas armas. Resulta obvio que los graffitis son una forma simple de autopromoción y exponer repetidamente la misma marca puede incitar al consumo del producto sea un “antiproducto”. Si el medio es el mensaje en este caso el medio es la propaganda, y el mensaje por lo tanto, también.. Los fans de Banksy preferirán pensar que es el mercado quien “roba” el verdadero sentido al arte urbano pero lo cierto es que fue el propio Banksy quien quiso promocionarse y ser reconocido por los engranajes artísticos tradicionales. Se trata de hacer ruido y crear polémica. La provocación de colgar sus propios cuadros en las grandes instituciones como hiciera en el Museo Británico, en el MOMA o en la Tate así lo demuestran. Quiere estar dentro pero sin ensuciarse las manos, como si el circo le diera demasiada risa o demasiada pena como para entrar haciendo cola. La página de Banksy no ofrece ya su manifiesto pero es conocido que el autor incluía como cita de cabecera el párrafo de Emo Philips: “When I was a kid I used to pray every night for a new bicycle.Then I realised God doesn’t work that way, so I stole one and prayed for forgiveness”. Un grafitero que sueña con ver sus obras colgadas en un museo sigue una estrategia consecuente al entrar en el mercado por la puerta de atrás, proponiéndonos al resto salir por la tienda de regalos.

Queriéndolo o no, las obras de Banksy se convirtieron en objetos de lujo. En el 2007 un lote de 10 obras obtuvo 300.000 libras en subasta y aunque no suelo gustar de valorar expresiones artísticas en términos económicos el caso de Banksy resulta especial. Él asegura no tener relación con ninguna galería comercial y a pesar de lo lucrativo que pudiera resulta el negocio, no vende ningún tipo de merchandaising sobre su obra; pero como ya he señalado que no quiera entrar en la tienda de regalos no significa que no quiera entrar en el museo sino más bien al contrario.

El Street Art lejos de las calles vende, pero ¿funciona?. Banksy explica como si domesticas a un animal éste dejará de ser salvaje para convertirse en un ser dócil, gordo y vago. Puede que el arte urbano debiera quedarse en las calles pero al mismo tiempo, existe mucha gente mayor y tranquila que encuentra placentero tener una mascota en casa. Algunas piezas situadas en las calles han llegado a ser literalmente arrancadas de fachadas y edificios, medio natural para el que fueron concebidas. Puede que robar un Banksy resulte más consecuente que comerciar con él ya que al menos, los ladrones cometerán un acto de vandalismo con el que mantener viva la adrenalina ligada al Street Art y el hurto borra de forma irónica la huella del primer delito que lo colocó allí. Actualmente poca gente sigue juzgando ilegítima la ejecución de las obras de Banksy en el espacio público, a pesar de que la ley diga lo contrario. Sus obras gozan de cierta legitimidad porque la popularidad de Banksy hace que sus piezas aumenten el valor de la propiedad que utiliza como soporte en vez de disminuirla.

Es artista callejero es un personaje interesante como punto de inflexión en el engranaje artístico, ya que provoca la reflexión sobre el mismo sistema. Su relación de inclusión/enfrentamiento frente al mercado y la propia historia del arte le posicionan siempre como ganador, sin la necesidad del engaño prepotente que pudieran inspirar Hirst o Koons. Banksy quiere estar dentro para soltar la carcajada. Podría resultar el perfecto caballo de Troya que nos hiciera pensar sobre la aceptación de un sistema de valores basados en la publicidad también dentro del mundo del arte. No hay mejor manera para hacer estallar una bomba que desde dentro, y si es en forma de broma mejor, aunque muchos no consigan pillar el chiste. En la presentación del documental en Sundance, Banksy explicaba en un video con la cara tapada y voz distorsionada que su ambición era había sido crear una película que supusiera para el Graffiti Art lo mismo que Karate Kid para las artes marciales. Toda empresa que se publicita juega con las fortalezas del producto que pretende vender pero la película de Banksy nos muestra lo peor que podría pasarle al arte urbano en una especie de antimanifiesto artístico.

Este año corría el rumor de que Banksy podía ser nominado para los premios Turner. De acuerdo con la directora de la Tate Penélope Curtis ningún artista fue el causante que se cayera de las nominaciones y puede que los jueces nunca le consideraran en serio. ¿Deberían haberlo hecho? Exit Through The Gift Shop representa cómicamente su propio entorno cultural, y los conceptos que plantea son cosquillas para hacer brotar nuevos desafíos que cambien las reglas establecidas. Los rumores sobre la nominación fueron tomados por algunos como una broma y por otros como una sugerencia renovadora. Yo me quedaba con la segunda.

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